Por Leopoldo Lara
«Es indispensable garantizar una mayor participación entre las organizaciones de la sociedad civil y la política interior del país».
Lo acaba de decir Alejandro Poiré, secretario de Gobernación, esta semana.
Lo dijo al anunciar la incorporación de cinco ciudadanos al Consejo Nacional de Seguridad Pública.
«Mediante la incorporación de ciudadanos en el Consejo, el gobierno federal pretende hacer más eficiente el combate a la delincuencia, reducir costos, simplificar trámites, rendir cuentas y transparentar las acciones».
No sé si el Secretario crea que descubrieron el hilo negro, espero que no.
La medida es buena y aunque tardía, infiere un concepto importante: no hay acción suficiente en materia de seguridad si no participa la ciudadanía en ella.
Por más que el gobierno equipe a sus cuerpos policiales, los capacite, los moralice y los convierta en modelo, si no existe denuncia ciudadana nada será suficiente.
Tampoco en acciones para el desarrollo económico será posible avanzar sin el concurso privado. El gobierno puede construir infraestructura, crear programas para la capacitación, generar créditos para empresarios, pero si no existe inversión privada, el desarrollo económico nunca vendrá.
Es indispensable que participe la ciudadanía en estos dos temas, por cierto los que todo gobierno debe garantizar de manera mínima.
Decirlo es sencillo, lograrlo no lo es tanto. El ingrediente indispensable para conseguirlo: la confianza. Si no existe confianza de los ciudadanos en el gobierno, jamás podrá darse ningún proyecto en donde participen conjuntamente. Y repito, si no se hace así, todo se vuelve una ilusión, cuando más un discurso ya muy repetido.
Y la confianza no aparece sola, se requiere de mucha transparencia, de mucha rendición de cuentas, de plantear proyectos serios, con rumbo, basados en metodologías concretas, con indicadores, sin demagogia.
Y lo más importante, que las acciones tengan continuidad, que no se inventen cada cambio de gobierno. Para que la confianza aparezca, se requieren gobernantes que comprendan la importancia de dar seguimiento a las cosas, que no inventen el agua tibia.
Lamentablemente los casos que existen en México, son precisamente contrarios a todo esto.
Cuántos gobernantes no llegan pensando que lo saben todo y truenan sin miramientos los esfuerzos anteriores. Los casos más patéticos son cuando además, esos esfuerzos estaban encabezados precisamente por ciudadanos.
Los ejemplos están por todas partes
Basta leer los reportes y reconocimientos anuales de instituciones como el Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE) para darse cuenta de la cantidad de proyectos exitosos en donde participaron los ciudadanos que después fueron ignorados y satanizados por gobiernos posteriores.
La participación de las y los ciudadanos en Institutos y en programas de beneficio comunitario que han sido suprimidos o desdeñados, son una muestra clara de esa realidad absurda.
Paradójicamente, son las mismas acciones del gobierno las que trastocan la ruta de la confianza.
Por eso la declaración de Poiré suena interesante, pero a la vez extraña, a cual más contradictoria.
Por una parte porque busca la confianza al abrir los mecanismos del gobierno a la ciudadanía y con eso asumir los retos de la inseguridad por el camino correcto. Por otra porque se toma esa decisión demasiado tarde, cuando el gobierno está en su tramo final, cuando el índice de confianza disminuye de manera natural.
En todo caso este ejercicio, solicitado por organizaciones sociales como Causa Común, desde el principio del gobierno de Calderón, debió haberse asumido desde entonces.
No creo que Poiré ni el gobierno hayan pasado por alto el paradigma de la confianza, no los veo incapaces de comprenderlo. Tal parece que es un discurso más de fin de sexenio o quizá un regalo envenenando para el gobierno que viene.
En todo caso, el nuevo gobierno no podrá desdeñarlo, de eso ya estamos hartos.
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