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Nadie duda que en gran medida, las corporaciones son responsables de la crisis socio económica y ambiental que vivimos gracias a décadas de pésimas prácticas corporativas: políticas violatorias de derechos humanos, procesos productivos contaminantes y destructivos, colusión con gobiernos represivos y totalitarios, competencia desleal, monopolios, venta de productos dañinos a la salud, etc.
Ahora, poco importa que muchísimas empresas comiencen a corregir el camino y estén ejerciendo ejemplares prácticas corporativas. La opinión pública no se mueve y, como a toda figura de poder, se le culpa de todo y se le exige que lo arregle todo. Pero ¿en verdad están obligadas a ello? Y sobre todo ¿acaso nosotros no tenemos parte de la culpa?
En sentido estricto ¿qué es una empresa?
Una empresa existe para la única y sencilla función de generar riqueza a partir de los bienes y servicios que ofrece a la población (mercado) para que cubra sus necesidades. A su vez, distrubuye esa riqueza pagando a sus empleados y provedores y cumpliendo con sus impuestos al gobierno.
Como cualquier entidad que depende de la sociedad, también tiene ciertas obligaciones con:
– Empleados y sus familias
– Gente asociada a su cadena de suministros
– Comunidades vecinas a sus instalaciones o directamente afectadas por sus procesos productivos
– Gente afectada por la disposición final de los productos de la compañía
– Sus consumidores
En función de lo anterior, una buena empresa es inteligente (con sentido común) y busca cubrir cabalmente sus obligaciones dentro de su mismo modelo de negocio. Por eso se preocupa por el bienestar de sus empleados (para que sigan produciendo), de sus proveedores (para que le sigan vendiendo) y de la gente (para que le sigan comprando). Reduce al mínimo su impacto ambiental (para evitar escaces de materias primas o riesgos sobre sus bienes) y busca formas de combatir la pobreza y el subdesarrollo (para incrementar su mercado y contar con nuevos trabajadores calificados).
En sentido amplio ¿Qué es una empresa?
Pero las empresas son más que eso. Sin lugar a dudas son las entidades más poderosas del planeta. Moldean las decisiones de las personas y reaccionan más rápido a la voluntad de las masas que el gobierno o la iglesia. Crean la cultura de la que se nutre el arte y generan necesidades en la gente que acaban por dar forma a la sociedad y a sus instituciones.
Entonces si, como dijera Spiderman: “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” ¿a qué está obligada una empresa capaz de transparentarlo todo? (1). ¿Qué responsabilidad tiene una empresa que está en la mesa de todo hogar (2) o cuyos canales de distribución llegan más lejos que los programas asistenciales del gobierno u otras instituciones sociales (3)?
Las empresas que entienden esto, y actúan – o comienzan a actuar – de manera decidida (4) constituyen lo que Michael E. Porter define como “creación de valor compartido” (5). Ampliar el concepto de valor para incluir no sólo el efectivo y las ganancias, sino también los beneficios que rinde el fortalecer a la sociedad. Cosas como ofrecen oportunidades de desarrollo a las personas, fomentan valores, desarrollan costumbres que enriquecen la cultura, generar y dispersar nuevas ideas son algunos ejemplos de generación de valor. Sin embargo, en este rol extendido de la empresa todo lo que haga para expandir el concepto de valor, sigue estando restringido a su función: hacer negocios.
¿Qué NO es una empresa?
Entonces, una empresa no puede suplantar las obligaciones de los otros actores sociales. No puede sustituir al gobierno y no puede hacer por la gente lo que la gente está obligada a hacer por sí misma. Definitivamente debe ser un actor sumamente activo en el mejoramiento de la sociedad pero no puede ni debe dejar de hacer negocios. Por ende, toda buena práctica que implemente, todo negocio social que desarrolle y todo proyecto de innovación que realice está perfectamente legitimado si tiene como objetivo hacer negocio. Y nosotros como sociedad, estamos obligados a legitimar a las empresas que hacen esto a través de nuestra preferencia de compra, nuestras decisiones profesionales y de empleo y nuestro simple reconocimiento público.
Soy enfático en esto porque con mucha frecuencia criticamos a las corporaciones por el simple hecho de ser corporaciones y tachamos como turbias y perversas aquellas acciones encomiables que “tienen tintes de hacer negocio”. No podemos olvidar que a las corporaciones fuimos nosotros quienes las hicimos grandes. Somo parte de la ecuación pues a final de cuentas nosotros elegimos sus productos y empoderizamos sus organiaciones al responder pasivamente como consumidores que no exigimos mayor cosa….excepto precios bajos.
Si quieres saber más sobre desarrollo sustentable, pronto podrás conocer Comunidad DESUS.
REFERENCIAS
1.http://english.aljazeera.net/programmes/empire/2011/02/20112161453211698…
2.http://www.bimbo.com.mx/
3.http://www.globalenvision.org/2011/08/01/what-african-clinics-can-learn-…
4.http://www.unglobalcompact.org/Languages/spanish/index.html
5.http://hbr.org/2011/01/the-big-idea-creating-shared-value/ar/1
Fuente: Blogs.milenio.com
Por: Carlos Viesca Lobatón
Publicada: 12 de agosto de 2011.