El ruido de las aspas del helicóptero presidencial era cada vez más fuerte y el polvo que se levantaba alrededor de nosotros nos obligaba a mantener los ojos cerrados, hasta que el aparato se posó lentamente; apagaron los motores, se hizo el silencio y finalmente se abrieron las puertas: apareció el Sr. Presidente con su sonrisa y saludo acostumbrado a dos manos.
Me apresuré a llevar a la Gobernadora del brazo hasta las escalerillas del aparato para que se saludaran, y de ahí pasar a la recepción y presentación del ‘mega proyecto’ de quien me había contratado. La respuesta fue inmediata,”trabajaremos juntos para concretizar lo ahí presentado, entendiendo la urgencia de crear nuevos polos de desarrollo”.
Todo era luces, elogios, fotografías, sonrisas, promesas, danza de cientos de millones de dólares, grandes sueños y expectativas de aquel proyecto que cambiaría en pocos años el destino turístico seleccionado por el sector privado, para responder al llamado presidencial del desarrollo de proyectos generadores de empleo y desarrollo regional.
La mancuerna “Gobierno-Sector Privado” haría el milagro de la transformación de aquella zona a base de inversión bipartita: por un lado, la empresa privada que invertiría para lograr un crecimiento acelerado y el posicionamiento del sitio en el mapa mundial de los destinos turísticos, y por el otro, el gobierno federal que a través de sus diferentes Secretarías haría la inversión complementaria para que la infraestructura, equipamiento y servicios urbanos respondiera a la magnitud del esfuerzo realizado.
El primer esbozo de dicha inversión gubernamental y los rubros sobre los que habría de aplicarse, fue un ejercicio que había trabajado con meses de anticipación, hasta tener una cifra razonablemente cercana a lo que requería aquella zona que carecía tradicionalmente de ella. Estábamos seguros que la respuesta se daría pronto y como buen sector privado se invirtió de manera acelerada.
Pasaron los días y los meses, visitas incontables a oficinas de gobierno y siempre saliendo con la promesa de que se estaban programando las inversiones. Así pasaron los siguientes años y sólo se vieron algunas inversiones federales, que para nada respondían al planteamiento y prioridades aceptadas. Más aun, las dos inversiones más fuertes en los últimos años en la zona, tuvieron que ver con dos sectores que nada tenían que ver con aquel originalmente acordado y que sin embargo, han tenido un impacto favorable en otros rubros.
Los esfuerzos en el desarrollo regional y de las comunidades aledañas, se vieron empequeñecidos y finalmente cancelados por falta de inversión complementaria. Después de décadas de aquella experiencia, algunas de aquellas acciones ejercidas todavía muestran resultados positivos, sin tener la más vaga idea de cómo fueron generados ni por quien fueron pagados en su tiempo.
El Talón de Aquiles de este esfuerzo social del sector privado sin precedente, nos arroja las siguientes lecciones:
1. Asumir que el sector oficial va a responder a la misma velocidad que el sector privado,
2. Creer que los programas acordados y aprobados, necesariamente se ejercerían en algún momento determinado,
3. Haber hecho la inversión social anticipada con la seguridad que pronto vendría la respuesta oficial en los rubros considerados prioritarios para el desarrollo de las comunidades, en vistas a apoyar la actividad en la que se estaba involucrado,
4. Olvidar, por la presión de ‘resultados’, que todo cambio social por bueno que parezca necesita de tiempo para ser asumido por las comunidades,
5. Ignorar aquel dicho mexicano que reza: “del dicho al hecho…hay mucho trecho”. Las declaraciones oficiales parecían garantizar que la respuesta se daría en algún momento…mismo que llegó parcial y tardíamente,
6. Realizar acciones sociales que daban demasiado juego a las instancias de gobierno –federal, estatal y municipal- de tal manera que al pasar el tiempo la participación privada quedó diluida y posteriormente ignorada, y
7. Distorsionar –por la velocidad de las inversiones- la estructura de la economía local y de la organización social, sin una evaluación más concienzuda de sus impactos negativos, independientemente de la generación de empleos y derrama económica regional.
Dr. Luis Béjar
Gerente de Desarrollo Regional y Comunitario de CASOLAR en Manzanillo, Col., con investigación social (1977-1981). Subdirector de Proyectos Especiales y Subdirector de Operación y Evaluación Social del Instituto de Acción Urbana e Integración Social -AURIS- del Estado de México (1982-1988). Investigador de VITROTEC y Gerente de Tecnología Ambiental Corporativo, de la DITAC de VITRO, estableciendo el Sistema de Evaluación de Programas de Control Ambiental (1988-1990). Miembro del Comité Espejo Mexicano que está participando en el desarrollo de la Norma ISO 26000 sobre Responsabilidad Social (2006-09), y miembro del equipo de trabajo que está revisando la Norma Mexicana voluntaria (NMX) sobre Responsabilidad Social (2007-09).
Perdòn. ¿ en que Paìs sucede lo relatado ? Saludos.