En la reunión de trabajo con el Director de la planta que me mandó llamar porque habían tenido una manifestación de los vecinos, la que amenazaba con crecer en proporciones y en tono, me explicaba que no entendía porqué lo hacían si ellos se habían portado bien con la colonia aledaña, a grado tal decía él que estaban pagando una maestra en la escuela primaria cercana a las instalaciones -la cual daba clases de ecología- y que además, habían hecho fiestas con regalos el día del niño y para las mamás el día de la madre.
Asimismo, me mostró copia de los recibos por los pagos realizados y el presupuesto anual en el cual estaba el renglón de “Relaciones con la Comunidad”, señalando el presupuesto asignado a estas actividades y cualquier otra petición que pudiera surgir durante el año, aclarando, obviamente, que tenían instrucciones precisas de no exceder la cantidad aprobada por el corporativo.
Con estos datos en la memoria, preparamos la investigación de campo –desde luego “camuflageada” para que mi cliente no fuera identificado- calculamos el tamaño de la muestra para que los resultados fueran estadísticamente representativos, diseñamos el cuestionario e iniciamos el trabajo de campo para investigar que era lo que estaba causando el descontento en la población cercana.
La primera sorpresa que tuvimos fue encontrar que en una de las cuadras de la colonia aledaña, estaba el almacén a cielo abierto de cierto producto de desecho, que la empresa utilizaba como parte de la materia prima de su proceso pero que estaba sin limpiar, despidiendo olores desagradables y generando fauna nociva por la descomposición de materia orgánica y la acumulación de agua de lluvia.
Además, cada vez que entraba el trascabo a sacar material, pegaba contra las paredes de las casas que estaban pared de por medio, generando vibración y cuarteaduras y agrietamientos en las mismas.
Más aun, ninguno de los(as) entrevistados(as) sabía ni recordaba –top y back of mind- que hubiese una maestra de escuela pagada por la empresa y que enseñara, ¿qué, ecología? “No, no sabemos que es eso”.
Sin embargo, algunos sí mencionaron haber recibido los regalos durante el año pero sin darle ningún valor de verdadera relación: “vino una trabajadora social que dijo ser de esa empresa y sin pedirle nada y sin preguntar nada, nos dio un regalito por el día de la madre, pero no volvió aparecer”.
Su verdadera preocupación en ese momento era el daño que estaban recibiendo… “pásele señor, venga a ver la grieta en la pared del cuarto de atrás… ya no los aguantamos, por eso queremos que quiten esa empresa de aquí que es zona residencial”.
Lo verdaderamente preocupante fue que uno de los entrevistados al hablar de los problemas de la comunidad, sacó a relucir la misma situación incómoda del patio de desperdicios, ya que él había sido uno de los manifestantes, y que había preparando una carta –“la que ya varios han firmado pero me faltan más”- que me mostró diciendo que se la iba a entregar al Presidente de la República, la semana siguiente que fuera a dar el premio de Ecología a una de las plantas hermanas del mismo grupo industrial.
Obviamente saliendo de la entrevista, hablé con mi cliente para que de urgencia tomaran decisiones y corrigieran la anomalía antes de que la “temperatura social” llegara al punto de explosión y la carta fuese entregada al Presidente.
En este caso el Talón de Aquiles mostró los siguientes puntos débiles:
1. Mezclar operaciones fuera de los límites de la propiedad y dentro del ámbito comunitario inmediato sin un adecuado manejo,
2. Crear programas desde el escritorio y creer que van a tener la repercusión favorable que se busca, sin antes cuestionar lo que se está haciendo bien o mal desde el punto de vista comunitario,
3. Ignorar que el problema era estrictamente técnico y de sentido común, esperando que los paliativos sociales permitirían continuar operando a como lo estaban haciendo,
4. Asignar recursos a programas de dudoso impacto social, en lugar de hacer presión interna por una solución integral,
5. Reaccionar más que accionar en relación a la inconformidad social, esta no puede ser ignorada y cuestionada sin tener una interacción abierta y verídica con quien se siente afectado por el quehacer de la empresa,
6. No contar con un sistema de monitoreo permanente de lo que está pasando allá afuera, en relación con la operación: vgr: generación de ruido, humos, olores, afectación a la propiedad privada, etc., y
7. No medir las posibles consecuencias de la política de “dejar hacer, dejar pasar”, pues la inconformidad puede tomar proporciones inesperadas cuando la sociedad no encuentra válvula de escape a sus reclamos legítimos –aunque a veces exagerados y exasperados- que muchas veces son ignorados con cierta prepotencia. De eso tenemos infinidad de casos a grado de tomar proporciones de escándalo internacional contra la empresa.
Dr. Luis Béjar
Gerente de Desarrollo Regional y Comunitario de CASOLAR en Manzanillo, Col., con investigación social (1977-1981). Subdirector de Proyectos Especiales y Subdirector de Operación y Evaluación Social del Instituto de Acción Urbana e Integración Social -AURIS- del Estado de México (1982-1988). Investigador de VITROTEC y Gerente de Tecnología Ambiental Corporativo, de la DITAC de VITRO, estableciendo el Sistema de Evaluación de Programas de Control Ambiental (1988-1990). Miembro del Comité Espejo Mexicano que está participando en el desarrollo de la Norma ISO 26000 sobre Responsabilidad Social (2006-09), y miembro del equipo de trabajo que está revisando la Norma Mexicana voluntaria (NMX) sobre Responsabilidad Social (2007-09).