Por: Antonio Vives
Afortunadamente algunos se han tomado muy en serio lo que el hacer bien puede rendir frutos y están aprovechando diferentes aspectos de la inversión responsable. En este caso el nombre ya lleva implícito el resultado deseado: lograr impacto. No se trate de invertir solamente en instrumentos que rindan beneficios, o de invertir en empresas que tengan prácticas responsables, se trata de invertir en proyectos y programas que tengan un objetivo social, que rindan beneficios y que tengan un impacto tangible y medible.
Es el último grito entre los que se dedican a inversiones responsables, pero que quieren apreciar el impacto.
A primera vista pareciera que fuera lo mismo que el empresariado social y en efecto es muy parecido. Probablemente la diferencia viene de quién lo promueve. El empresariado social generalmente es promovido por empresarios con conciencia social que quieren servir o explotar un nicho de mercado no tradicional y que a priori no parece rentable y desarrollan actividades empresariales para ello. Muchas veces se sirve a poblaciones de menores ingresos o que no tienen acceso a los productos y servicios del mercado tradicional. Las fuentes de financiamiento del empresariado social, aparte de los mismos promotores, suelen ser inversionistas de capital social de riesgo e inversionistas ángeles. En este caso, el enfoque es más de proyecto a proyecto.
La inversión de impacto suele ser el nombre que se le da desde el punto de vista de los inversionistas a las inversiones sociales. Suelen ser parte del conjunto de la Inversión Socialmente Responsable, ISR, pero en este caso buscan algo más puntual, más enfocado, de allí el apellido “impacto”. No es que la ISR no tenga “impacto” sobre el mejoramiento de la calidad de vida, sino que es un instrumento de inversión genérico, a veces buscando evitar empresas eliminándolas a través de filtros negativos (no tabaco, no armamento, no apuestas, etc..), a veces a través de una selección proactiva buscando empresas con prácticas responsables específicas. Pero en todo caso el impacto tangible no suele ser el objetivo.
La diferencia es que en el caso genérico de ISR tradicional suelen invertir en empresas establecidas que cotizan en bolsa y en el caso de la inversión de impacto suelen ser proyectos recientemente constituidos, más modestos y especializados. Se podría decir que la inversión de impacto es una parte de la ISR, para inversionistas que no se conforman con el impacto genérico de las empresas establecidas y quieren ver una relación más directa entre su inversión y el impacto sobre la sociedad. Muchas veces quienes gestionan las inversiones en los proyectos de impacto son los mismos inversionistas institucionales de la ISR, pero que crean carteras de proyectos de impacto específicas para esa clientela. Preparan las carteras y las comercializan.
En este caso, se pretende hacer dinero haciendo el bien.
Estas inversiones de impacto las están promoviendo empresas de consultoría y de gestión de inversiones que quieren aprovechar la oportunidad de negocios al crear o explotar un nicho de mercado no atendido. Para ello están desarrollando todo un ecosistema alrededor de la inversión de impacto, que incluye instituciones sin fines de lucro para promoverla, instituciones de análisis y calificación de potenciales inversiones (como el Global Impact Investement Ratings System, GIIRS), inversionistas institucionales, inversionistas individuales e instituciones con fines filantrópicos o de apoyo.
Desde el punto de vista de la colocación de recursos para mejorar directa o indirectamente la calidad de vida, todo esto forma parte de un continuo, con más o menos superposición, comenzando con la filantropía pura y dura, pasando por la inversión social, inversión de impacto, inversión socialmente responsable, etc. hasta llegar al concepto más completo de la RSE o sostenibilidad. Claro está que estos diferentes conceptos aplican a diferentes miembros del ecosistema de responsabilidad. En el caso de no recuperación del capital, la filantropía aplica a empresas y personas de altos ingresos, algunos de los cuales quieren hacer filantropía estratégica, filantropía de impacto o filantropía empresarial, que pueden tener más o menos impacto duradero, transformacional, sostenible. Si se quiere recuperar el capital con beneficios, se trata de ISR, con mayor o menor especificidad (inversión social, de impacto, filtro negativo, selección específica de empresas responsables), y los principales actores son los inversionistas con conciencia social.
Y aquí no estamos hablando de otro continuo, con superposiciones con el continuo anterior, como son inversiones basadas en las ONGs y/o empresas, que podrían incluir en un extremo los desarrollos de base, la base de la pirámide, negocios inclusivos e inversión social de la empresa, hasta el otro extremo de la empresa socialmente responsable o la sostenibilidad del agregado empresarial. Tampoco estamos hablando de la responsabilidad de otras instituciones como la administración pública y las universidades, que pueden tienen superposiciones con los anteriores esquemas.
La inversión de impacto forma parte del conjunto de actividades para estimular las prácticas responsables en proyectos, programas y empresas, pero con un fin específico de la demostración de impacto tangible y medible. En este sentido es una ISE más focalizada, más rigurosa, mas exigente.
Antonio Vives
Con un Ph.D. en Mercados Financieros de Carnegie Mellon University y con una trayectoria como profesor en 4 escuelas de negocios, Antonio Vives es actualmente catedrático y consultor en la Stanford University. Socio Principal de Cumpetere. Ex-Gerente de Desarrollo Sostenible del Banco Interamericano de Desarrollo. Creador de las Conferencias Interamericanas sobre RSE. Autor de numerosos articulos y libros sobre RSE y del blog Cumpetere en español.