Vecino de Martínez, de 32 años, empezó juntándolos para hacer piezas de arte y collares. Hoy promueve el consumo responsable y es un referente de la sustentabilidad en el continente. «Para los hippies era un empresario, y para los empresarios, un hippie», se ríe.
Lucas Campodónico se considera “medio cartonero”. Un surtido de vivencias y enseñanzas lo convirtieron en lo que es hoy: un pibe de Martínez de toda la vida, devenido en uno de los referentes argentinos y mundiales de la sustentabilidad (y no de la ecología, indica, porque “es una palabra engañosa, más apegada al cuidado del planeta”).
A tal punto que fue seleccionado para organizar Río + Vos, el movimiento de juventudes latinoamericanas que promueve la Cumbre Río + 20, la conferencia de desarrollo sustentable que reunirá a 193 miembros de Las Naciones Unidas en la ciudad carioca entre el 4 y 6 de junio de 2012. Y hay más: el año pasado, fue nombrado climate champion en el programa global Climate Generation impulsado por el British Council, por uno de sus tantos proyectos como promotor de un consumo más responsable y una economía sustentable: Ecomanía. Se trata de una revista bimestral, que armó a través de su ONG homónima y que funciona, con la colaboración de unas 50 personas, como un canal de comunicación para brindar herramientas a los lectores que quieren adoptar hábitos sustentables. Ya va por su tercera publicación, y cuenta con una tirada de cinco mil ejemplares. Lo leen, según las estadísticas, 50 mil personas.
“Uno de los trabajos que hacemos en Ecomanía es romper prejuicios. Y uno de los grandes prejuicios es que ser sustentable es más caro, cuando en realidad, ser sustentable es tener sentido común, que generalmente es lo más económico. Esto se aplica en cosas cotidianas como bajar el consumo de agua, que hasta ahora estaba subsidiado pero que ahora seguramente las tarifas harán que las personas ahorren más. Lo mismo con la energía. A veces la gente deja prendido el aire acondicionado, y se pone un pulóver en vez de apagarlo y sacarselo”, ejemplificó Lucas (32 años) en su taller a medio mudar en Intedente Becco 1556, en Béccar.
Lucas no saltó a la fama por una revista. Sino por un hobbie artístico: reutilizar botones blancos fallados. Sí, botones.
Hace cinco años, solía pintar con una amiga. Un día, ella llevó botones e hicieron collares y un cuadro muy grande que Lucas aún conserva. Les gustó la idea y decidieron ir a una fábrica de botones. Querían comprarlos. “Caminando por la fábrica nos encontramos con una bolsa arpillera llena de botones. Yo, muy ingenuo, pregunté qué eran esos botones tirados ahí y nos dijeron que era basura porque estaban fallados. Y como nosotros no necesitábamos botones nuevos, que encima son carísimos, dijimos ‘hagamos lo que hacemos con basura. Y nos pareció genial’”, rememora.
Greca: el equilibro entre una industria y el medio ambiente
Lucas notó que las fábricas de botones generaban muchos desechos –actualmente, un 10 % de su producción, según estima- cuando en verdad se podrían usar para otras cosas. Así, de manera casual y lúdica, creó su primer proyecto del que hoy vive: Greca, una empresa de diseño sustentable. Venden 55 tipos de productos a empresas y consumidores finales, como los collares, los animales de la línea “Fauna”, hechos con resina y botones rotos, o los objetos funcionales y decorativos. “Greca fue mi camino de entrada a un mundo sustentable que después se fue profundizando”, comenta en la entrada de su oficina-taller retapizada con pedazos de madera reciclada.
Como todos los primeros pasos de un proyecto, los compradores iniciales fueron los familiares. La primera compradora conocida fue la marca Juana de Arco, que les pidió una colección. Los desfilaron en el Fashion Week y, desde entonces, las puertas comenzaron a abrirse. Hoy, sus productos reciclados que tienen como lema “concientizar sobre el problema ambiental y demostrar el valor de lo que se está acostumbrado a tirar”, se muestran en el MOMA de New York, entre otros museos prestigiosos del mundo.
Entre sandwich y sandwich hechos por él y compartidos a su colega Lucila Peiró (31) -también amiga de la infancia desde sus épocas escolares en el colegio Göethe Schule y Comunicación Social en la UBA-, Lucas se autodefine. Se ve como una persona muy inquieta, muy emprendedora, con un perfil comercial pero a su vez, muy vinculado a lo sensible y lo artístico. Y en Greca logró congeniar todo eso. “Para los empresarios era un hippie y para los hippies era un empresario. Al vincularlo, armar un proyecto sensible de sustentabilidad del que pudiera vivir y aportara a la sociedad, descubrí mi vocación. Por suerte gustó y funciona”, reconoce.
Su sensibilidad y amor por la naturaleza fue inculcada por sus padres, “muy austeros”, según los describe. Y sobre todo porque su madre fue profesora de Educación Waldorf, una metodología que se basa en la pedagogía a través de la estimulación de los sentidos.
De bicicletas y consumismo
Su “adicción” o “profesionalismo” por la sustentabilidad pasó a ser mucho más que Greca. Lo adoptó a sus propios hábitos. Algunos le fueron sencillos. Otros no, como apagar las luces. Para eso, colocó calcomanías fluorescentes en las teclas de luz. Otros ejemplos que recomienda a la gente es trasladarse en bici. El va en bicicleta hasta el centro porteño para reunirse con los empresarios porque el auto lo estresa por el tránsito, por la pérdida de tiempo, por el gasto de nafta y estacionamiento, y por la contaminación que produce. Con la bicicleta, en cambio, hace ejercicio y disfruta.
“El consumo responsable es la clave del cambio, es casi el único lugar donde el ciudadano común puede votar. Cuando compra, vota, elige. Entonces, si uno es conciente de que lo que consume no contamina, tiene mucho poder. Y si los consumidores fueran más responsables, compraran productos sustentables, todo cambiaría mucho más rápido porque premiaría y castigaría”, aseguró. ¿Por qué? Lucas cree que las empresas se verían obligadas a cambiar los procesos de producción, a tener mayor conciencia, mejorar la relación con sus empleados y el sistema económico actual.
Lucas piensa que los hábitos de consumo responsable se generan con la repetición. En un sistema acelerado como en el que se vive, uno se olvida por qué hace lo que hace. “Nadie es sustentable de un día para el otro. Hay que empezar por algo. En notas como estas, muy orgulloso con nuestro equipo de trabajo decimos que nuestro primer gran aporte al medioambiente es la cantidad de botones que reutilizamos. Así empezamos”, remató Lucas.
Fuente: Sanisidro.clarin.com
Por: Guillermina de Domini
Publicada: 11 de diciembre de 2011.