Contrario a lo que muchos empresarios practican según su concepción de negocios, las empresas que han alcanzado un mayor grado de madurez a lo largo del tiempo comparten también la característica de ser aquellas que mejores ingresos ofrecen a sus colaboradores, pues existe una relación directa entre la supervivencia de las empresas y los sueldos que ofrecen, según revelan datos de los Censos Económicos 2014 elaborados por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
Es por lo anterior que Baja California, Distrito Federal y Chihuahua no sólo tienen las unidades económicas que mejores remuneraciones ofrecen, sino que cuentan con una mayor probabilidad de alcanzar la madurez, en tanto que Campeche, Oaxaca, Hidalgo, Zacatecas, Tabasco y Chiapas son la contraparte, al destacar por sus salarios bajos respecto de sus ingresos totales.
Proyectando los datos anteriores con la última actualización del Directorio Estadístico Nacional de Unidades Económicas (DENUE), tenemos que de los 4.9 millones de establecimientos que operan a lo largo del país, al menos 1.3 millones corresponden a empresas recién creadas, de las cuales, tristemente, 455,000 cerrarán antes de cumplir su primer año de vida.
Si bien hay una gran cantidad de factores que afectan la mortalidad de las empresas, no es un dato irrelevante el que demuestra que las empresas que alcanzan su máxima consolidación a lo largo del tiempo brindan también mejores condiciones salariales a sus trabajadores, pues las implicaciones de esta filosofía de negocio son enormes.
También hay que señalar que cuantos más trabajadores participan en una empresa recién nacida, mayor es la esperanza de vida de la misma. Si, en efecto, el tamaño de las empresas está determinado por la concepción de la necesidad que van a cubrir –y del capital que se invierta en ellas–, siendo teóricamente más complicado sostener una de 50 trabajadores respecto de otra que solamente contemple 5, es la urgencia de recuperar el capital invertido y obtener beneficios en el mismo sentido, el principal incentivo para mantenerlas con vida por parte de quienes las emprenden.
Así, el modelo de las incubadoras de negocios tal vez deba cambiar por uno que observe mayores retos y se comprometa con proyectos más complejos, puesto que son este tipo de empresas las que observan una mayor esperanza de vida. Si al emprendedor de un proyecto ‘relativamente pequeño’ se le inculca operar con ingresos demasiado austeros para alcanzar la obtención de utilidades y/o mantener su operatividad, se le estaría condicionando a una muerte prematura para su proyecto, cuando lo que necesita es precisamente la motivación de obtener mayores beneficios para vencer las dificultades que se le presentan.
Entidades federativas con mayor y menor esperanza de vida en sus empresas según los salarios que ofrecen
Si seguimos la premisa planteada y atendemos como deseable que las empresas alcancen un grado de madurez tal que sobrevivan una mayor cantidad de tiempo, y apreciamos la correlación que existe entre éstas y la proporción de sus ingresos totales que destinan al pago de sueldos, observamos también que, por entidad federativa, hay una mayor solidez de empresas en algunas regiones respecto a otras.
Como se aprecia en la tabla, las unidades económicas de las entidades federativas que destinan una mayor proporción de sus ingresos totales al pago de remuneraciones son Baja California, Distrito Federal y Chihuahua, en un primer grupo; seguidas de Tamaulipas, Colima y Durango, ubicándose estas últimas por encima de la media nacional en cuanto a la esperanza de vida de sus empresas (según los ingresos que ofrecen a sus trabajadores).
En el otro extremo encontramos a Campeche, Oaxaca, Hidalgo, Zacatecas, Tabasco y Chiapas, donde las unidades económicas retribuyen en menor proporción a los trabajadores respecto de sus ingresos totales, apreciándose más propensas a tener una mortalidad temprana.
A pesar de no ser capaces de abandonar el último grupo de la tabla, Tabasco, Chiapas y Campeche han mejorado las remuneraciones que ofrecen a sus trabajadores respecto de sus ingresos totales, mientras que en Sonora, Zacatecas, Hidalgo, Yucatán, Veracruz y Baja California Sur la proporción de remuneraciones respecto de los ingresos totales de las unidades económicas ha disminuido por encima del 30%.
¿Son justos los salarios que ofrecen las unidades económicas?
No. La productividad de los trabajadores mexicanos sigue aumentando; sin embargo, sus salarios continúan depreciándose. Tan sólo la proporción de remuneraciones de las unidades económicas respecto de los ingresos totales cayó 22% en los censos económicos comprendidos entre 2004 y 2014; el PIB per cápita pasó de 7 a 10.3 mil dólares anuales entre 2004 y 2013 (BM), pero la población ocupada con ingresos menores a dos salarios mínimos pasó de ser un 39% del total en 2005, a reducir apenas 1 punto porcentual para ser el 38% del total en 2015 (ENOE).
La productividad sube, los salarios bajan y los mexicanos son quienes mayor cantidad de horas destinan al trabajo anualmente entre los miembros de la OCDE.
Y es que las mercancías adquieren valor –obviando otras condiciones del mercado–, como un derivado del trabajo que se invierte en las mismas. Pueden existir recursos de mil tipos, pero no es sino hasta que son trabajados en un producto –o un servicio– que son pulidas hasta expresarse en un bien con valor. No importa qué tanto participen las tecnologías en este proceso, puesto que, en tal caso, éstas son también el producto de la mano de obra en un proceso más complejo. Así, no hay excusa para seguir disminuyendo la proporción de remuneraciones respecto de los ingresos totales, pues como se afirmó desde el primer párrafo de este texto, el mismo Sistema demuestra que mientras las condiciones son más favorables para los trabajadores, mejor será el futuro de las empresas.
Además de ofrecer remuneraciones acordes a la productividad de los trabajadores, logrando incrementar la expectativa de vida de las unidades económicas en el proceso, nuestra cultura empresarial tiene mucho que envidiar de la filosofía oriental. Para muchos de esos pobladores, la mayor satisfacción se encuentra en hacer las cosas ‘bien’ porque representan una extensión del ser, que no se encuentra peleada con el crecimiento, siempre que ello no represente una disminución en la calidad. En nuestro cultura, sin embargo, funciona de manera contraria: una vez que un producto alcanza cierto éxito, continúa un proceso de ‘refinamiento’ donde solamente se busca abaratar los costos, aun en perjuicio de la calidad y sin importar si se tienen que reducir salarios para obtener siempre mayores beneficios.
Fuente: Forbes