Según Obama, que ha puesto como ejemplo los esfuerzos de otros países como España, «una economía basada en energía renovable no es una fantasía del más allá, no es parte de un futuro lejano».
La semana pasada, en defensa de su masivo paquete de estímulo económico con una factura que se aproxima al billón de dólares, Obama viajó hasta una compañía de Ohio dedicada a la fabricación de piezas para turbinas propulsadas por el viento. Y durante su visita a Cardinal Fastener & Specialty Co., el presidente electo se encargó de recordar que la empresa acababa de contratar a dos nuevos empleados pese a la ingente destrucción de empleo en EE.UU. tras un año de recesión.
La «photo-opportunity» de Obama en Ohio sirve para resumir el argumento central de una política energética basada en que la búsqueda de alternativas sostenibles es la clave para que la mayor economía vuelva a recuperar su prosperidad perdida. Un argumento donde pesa más la creación de puestos de trabajo que el cambio climático. Y que se enfrenta a grandes gastos precisamente cuando el precio del petróleo ha caído a sus niveles más bajos en cuatro años y medio, en reflejo del retroceso en el consumo asociado con la crisis económica global.
El compromiso fijado por la Administración de Obama aspira a duplicar en tres años la capacidad de EE.UU. para producir energía eólica, solar y geotérmica. Capacidad que en estos momentos se cifra en unos limitados 25.000 megavatios. Lo que representa solamente un 1% de toda la energía producida por el gigante americano. El Gobierno también se ha declarado partidario de aumentar las aportaciones a la «tarta energética» de otras opciones como el carbón limpio y las centrales nucleares.
Para hacer posible esa transformación, el plan económico auspiciado por el nuevo Gobierno incluye un estímulo fiscal de 20.000 millones de dólares para la producción de energías renovables. Con otros 54.000 millones de dólares en ayudas para modernizar el envejecido tendido eléctrico de EE.UU. y promocionar la eficiencia en el consumo de energía por parte de hogares, vehículos y toda clase de edificios. Además de una extensión de los incentivos fiscales que expiran a finales del 2009 para la producción de energía eólica.
España como ejemplo
Según Obama, que ha puesto como ejemplo los esfuerzos de otros países como España, «una economía basada en energía renovable no es una fantasía del más allá, no es parte de un futuro lejano». Pero a su juicio, sin el incentivo de fondos federales, muchas de las empresas del sector no pueden encontrar la financiación necesaria para sus proyectos. Una parte de esas ayudas deberían beneficiar también al sector del automóvil de Detroit en situación crítica. Con más dinero público a cambio de producir coches más limpios. Para canalizar todos estos esfuerzos, Barack Obama ha seleccionado al premio Nobel Steven Chu, como secretario de Energía. Además de entregar la cartera de Interior, responsable de enormes recursos naturales, al hispano Ken Salazar, a pesar de sus limitadas credenciales ecologistas. Un equipo que se completa con Carol Browner, como una especie de «súper-coordinadora» desde la Casa Blanca para energía y cambio climático.
Con todo, el problema de fondo para la agenda energética de Obama es que depende de tecnologías, sistemas e infraestructuras que todavía no existen. Empezando por todo lo necesario para obtener electricidad de la combustión de carbón sin producir contaminación vinculada al cambio climático. En estos momentos, la mitad de toda la electricidad consumida por Estados Unidos proviene del carbón.
Fuente: Ecoticias