Shigeru Ban entiende a la arquitectura como un recurso para solucionar problemas sociales. Utilizando tubos de cartón, el arquitecto japonés ha revolucionado la idea de temporalidad en la disciplina: «Cuando la gente ama un edificio, y se siente identificada con él, se convierte en permanente».
Me parece interesante tu postura respecto a la arquitectura del poder, dirigida por el dinero. Por ello quiero comenzar esta entrevista preguntándote sobre estas prácticas comunes pero no exclusivas de la arquitectura contemporánea.
No soy partidario de trabajar solamente en proyectos lucrativos y de negocios, mi principal deseo es hacerlo para la gente, incluso para las personas que han sido afectadas por desastres naturales y que inesperadamente pierden sus casas. La arquitectura no es una práctica destinada exclusivamente a los ricos, es también una herramienta para apoyar a los menos favorecidos. Trabajar para corporativos, por ejemplo, es relativamente fácil porque te proporcionan los recursos necesarios —tanto humanos como económicos— para la construcción. Por el contrario, los proyectos de emergencia representan un reto mayor: hay que ingeniárselas para conseguir el capital.
Un tema común pero inevitable son los materiales de tu arquitectura, especialmente en relación a los refugios, ¿cómo surgió la idea de trabajar con tubos de cartón?
Suelo utilizar y combinar diferentes materiales de acuerdo a las particularidades de cada proyecto. Prefiero los tubos de cartón porque son muy baratos y se pueden conseguir prácticamente en cualquier parte del mundo. Sin embargo son difíciles de usar. No utilizo la totalidad de su estructura. Además, a diferencia de otros materiales que te permiten conseguir cualquier forma, los tubos de cartón son mucho menos flexibles. Tienes que ser más creativo para lograr la composición ideal.
La primera vez que trabajé con cartón fue en 1986, cuando diseñé una instalación para una exposición de Alvar Aalto, uno de mis arquitectos favoritos. Quería hacer algo espectacular, pero no tenía los recursos suficientes para utilizar tanta madera como él solía hacerlo. No sabía cómo resolver ese problema, así que visité algunas fábricas para inspirarme, pero fue en mi estudio donde encontré el cartón y se me ocurrió utilizarlo. Después me di cuenta que es muy barato. La gente suele pensar que comencé a usarlo por una postura ambientalista, no obstante también tiene
que ver con una cuestión económica.
En tu trabajo la noción de permanencia está relacionada con la temporalidad de las construcciones, ¿cómo se vinculan los edificios de cartón con esta idea?
La permanencia o temporalidad de la arquitectura no depende de los materiales. Si los edificios son construidos para hacer dinero, como sucede en la mayoría de los casos, pueden ser efímeros aunque estén hechos de concreto. Por el contrario, los edificios construidos con tubos de papel pueden ser permanentes. El papel es muy resistente.
Cuando la gente ama un edificio, y se siente identificada con él, se convierte en permanente, independientemente de sus materiales. Incluso si se trata de un refugio temporal. Un edificio de concreto puede considerarse efímero en tanto desperdicia sus materiales. Los tubos de cartón, en cambio, pueden reciclarse.
¿Cuáles son los principales retos a los que te has enfrentado al trabajar con un material poco convencional, incluso considerado poco fiable?
El verdadero reto tiene que ver con las ideas que la gente tiene. Independientemente de su posición económica o de su cultura, la gente suele pensar que las casas de papel o los materiales con los que usualmente trabajo son muy débiles. Cuando diseñé los refugios para una exposición en Hanover las personas no tenían idea de las posibilidades del material. Lo más difícil no es lidiar con las cuestiones técnicas sino con los prejuicios y la desconfianza que las personas suelen tener de algo que no han visto antes.
¿Cómo surgió el interés por realizar proyectos que reconstruyeran zonas devastadas por desastres naturales?
En 1984 cuando visité las oficinas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Ellos me invitaron a mejorar el diseño y el funcionamiento de sus refugios. Así me convertí en consultor de esta organización y posteriormente surgió la idea de trabajar en arquitectura de emergencia.
No soy el tipo de arquitecto al que le gusta trabajar para la gente privilegiada. Me gusta hacerlo para la gente en general. Ésa es la razón principal por la que decidí diseñar estructuras que fueran útiles para personas afectadas por desastres naturales.
Has trabajado en diferentes ciudades afectadas seriamente por desastres naturales, como Ruanda, Byumba, Kobe, Puerto Príncipe y recientemente Christchurch, ¿a qué retos te has enfrentado al trabajar en contextos sociales y culturales tan diferentes?
Cada región tiene sus propias características y como arquitecto no puedo diseñar una estructura sin tomar en cuenta las particularidades del contexto. Es importante respetar y tomar en cuenta las condiciones climáticas, por ejemplo, pero también las económicas.
Generalmente yo trabajo en pequeñas comunidades que se involucran con el desarrollo de sus propias ciudades, como sucedió recientemente en Christchurch con una catedral que era muy importante para la vida cotidiana de los locatarios. Por otro lado, en las grandes sociedades es común que la mayoría de las personas estén protegidas por el gobierno. Pero lo que realmente me interesa es ayudar a los grupos pequeños que tienen problemas especiales.
Además de idear refugios, también has diseñado proyectos de vivienda, como los sistemas de casas prefabricadas, o culturales, como el Centre Pompidou Metz, ¿cuáles son las diferencias al trabajar en este tipo de proyectos?
Disfruto diseñar casas, museos, pabellones o edificios. Los arquitectos experimentamos con distintos proyectos. Las diferencias tienen que ver con las necesidades específicas de cada trabajo y sus soluciones arquitectónicas.
En las casas prefabricadas inventé un sistema al que llamé Casas Mueble, que consistía en recuperar muebles producidos en serie para soportar la estructura central. El concepto nació como una alternativa a las estrechas calles de Japón, por donde es muy complicado transportar materiales.
Respecto al Centre Pompidou Metz lo más difícil fue trabajar con una compañía constructora, quedé muy satisfecho porque yo estuve a cargo del diseño del edificio. Pero no fui muy feliz respecto a la pureza de la construcción. En general, los proyectos que selecciono deben ser muy significativos. La elección del cliente es muy importante, pero no en relación al financiamiento.
En algunas ocasiones has mencionado la arquitectura de Alvar Aalto como una referencia.
Estoy muy conectado con su obra. Me impresiona la forma en que su arquitectura respeta el contexto y los materiales locales. Trato de retomar estos elementos, siempre busco estar al tanto de las condiciones y las necesidades del lugar donde voy a trabajar.
En tus obras colaboras con estudiantes y voluntarios, ¿cuál es tu experiencia al trabajar con jóvenes en formación?
Es una estrategia. Por un lado, los voluntarios son convocados en su propia localidad, conocen su espacio y trabajan por él; por el otro, los estudiantes ofrecen mano de obra gratuita a cambio de aprender. En ambos casos se ahorran recursos.
Algunos arquitectos encuentran en la tecnología la oportunidad de crear edificios espectaculares e “inteligentes” que sin embargo terminan por ser obsoletos, ¿qué piensas al respecto?
No me interesa la innovación en lo absoluto, de lo contrario tendría que seguir los elementos que están de moda y que cambian constantemente. La tecnología, reciente o tradicional, es algo que no puedes evitar, pero no quiero determinar mi trabajo por ella. Por eso me identifico con Alvar Aalto: si encuentras tus propios materiales y tu propio sistema de construcción entonces no tienes porqué responder a las modas. Se pueden crear arquitecturas innovadoras aun cuando propongan estructuras opuestas a las predominantes. Estoy interesado en crear usando materiales diferentes a los que se utilizan típicamente para la construcción.
Shigeru Ban
«La carpintería me permitía construir, pero no diseñar». Con estas palabras el arquitecto nacido en Tokio en 1957 explica porqué se dedicó a la arquitectura. Shigeru Ban estudió en el Instituto de Arquitectura del Sur de California y se graduó en la Escuela de Arquitectura de Cooper Union en 1984. Un año después estableció Shigeru Ban Architects en Tokio. Su trabajo se distingue por experimentar con materiales poco convencionales para construir refugios en zonas devastadas por desastres naturales: el Refugio de Papel en Haití (2010) o la Catedral Christchurch (2013). Shigeru Ban también ha trabajado en proyectos culturales y comerciales, como el Centre Pompidou Metz (2010) y el Museo de Arte en Aspen (en proceso). Ha recibido diferentes reconocimientos, como la Orden de las Artes y de las Letras de Francia (2010) y el Premio de Artes por la Agencia Japonesa de Asuntos Culturales (2012).
Fuente: Revista Código.