Hace casi diez años que Blake Mycoskie viajó a Argentina con el propósito de aprender a jugar polo y en lugar de eso entró en contacto con las comunidades más desfavorecidas del país sudamericano, que lo inspiraron para crear una empresa con propósito social. Fue entonces cuando, de la mano de TOMS, el mundo de la RSE vio nacer el revolucionario sistema One for One, que significaba que por cada par de zapatos vendido por la marca, la empresa donaría un segundo par a una persona que lo necesitara.
Aunque hay quienes critican fuertemente este modelo, asegurando que su único impacto positivo recae en la conciencia de los consumidores, ya que no contribuye a generar autosuficiencia en las comunidades vulnerables, la marca ha donado 50 millones de pares de zapatos en más de 70 países hasta ahora y no ha detenido sus esfuerzos.
Luego de vender parte de su compañía el año pasado a Bain Capital, Mycoskie consultó a familiares y amigos para encontrar una causa benéfica con la cual comprometerse para destinar parte de los 200 millones de dólares que consiguió tras la transacción. En lugar de realizar dicha donación, el empresario volvió a sorprender al mundo corporativo recorriendo un camino inusitado: financiar a las empresas que buscan ser como TOMS.
Promover la creación de copias seguramente está fuera de las listas de estrategias de negocios más efectivas recomendadas por los gurús, sobre todo cuando tu marca es pionera en un sistema que muchos han tratado de replicar alrededor del mundo y que a su vez se ha convertido en uno de los principales diferenciadores de tu marca. Sin embargo, tal como señala Rick Tetzeli en un artículo publicado recientemente por Fast Company, la llegada del sistema One for One fue algo radical y el nuevo camino que Mycoskie ha decidido recorrer no podría ser diferente.
En el momento en que el modelo no sea realmente una ventaja competitiva para TOMS, habremos ganado una sociedad realmente sabia.” Blake Mycoskie
Hasta el momento, el Fondo de Emprendimiento Social de TOMS ha realizado 16 inversiones que van desde los 25 mil dólares hasta un millón, en un conjunto diverso y ambicioso de empresas que han nacido con un propósito social. Algunas son proyectos pequeños como ArtLifting, un sitio web dedicado a comercializar obras de arte creadas por personas sin hogar o con discapacidad, mientras que otras ya han comenzado a producir a gran escala, como Cotopraxi, un proyecto dedicado a fabricar y vender productos para turismo de aventura con el objetivo de contribuir a la lucha por la educación y ofrecer becas a niños de países en vías de desarrollo.
La plataforma Market Place, lanzada en 2013, fue creada para ayudar a estos emprendedores sociales a tener éxito. Las compañías interesadas deben atravesar por un proceso de selección en el que se revisa su filosofía y sus prácticas de negocio a fin de asegurar que cada una de ellas contribuya a mejorar la vida de las comunidades en las que opera.
La fusión con Bain, que parecía un obstáculo potencial para la responsabilidad social de la marca, debido principalmente a su relación con Mitt Rommey (conocido como la encarnación de la avaricia corporativa), finalmente resulto benéfica para el Fondo de Emprendimiento Social de TOMS. La firma de capital privado incluso ha invertido en algunos proyectos y, de acuerdo con Mycoskie ha sido de gran ayuda en el momento de identificar las áreas de oportunidad que la organización tiene en materia social y la forma en que pueden aprovechan la conexión que mantienen con sus clientes.
La integración del fondo de inversión también ha llevado a Mycoskie a replantear la misión de la organización. «Pensamos que el One for One era lo que hacíamos, pero nos dimos cuenta de que es sólo un medio, nuestra misión es preocuparnos por los demás (…) el emprendimiento social puede ser el futuro de los negocios», aseguró