En momentos en que las autoridades de todo el mundo actúan para evitar una posible catástrofe climática, el debate apunta hacia los costos que implicará la reducción de las emisiones de dióxido de carbono.
Las medidas que se enfocan en las fuentes de energía más eficientes suelen ser bastante costosas y mucho más caras que los combustibles de origen fósil que buscan reemplazar.
A continuación, las opiniones de dos expertos en el tema: Robert Stavins, profesor de negocios y gobierno de la Universidad de Harvard, y Steven Hayward, investigador invitado del Institute for Public Policy Research. Robert Stavins: El mundo afronta una potencial catástrofe relacionada a las emisiones de gases de efecto invernadero. El cambio a energía más verde no tiene que completarse inmediatamente y no tiene que ser problemático.
El plan de transición adecuado aumentará las facturas de los consumidores de forma gradual y modesta y permitirá a las compañías llevar a cabo cambios escalonados y bien programados. Steven F. Hayward: Estados Unidos y Europa Occidental pueden anotarse un logro significativo en los últimos 40 años: reducciones importantes en la polución del aire con sólo un efecto pequeño en el crecimiento económico y la prosperidad. Los gases de efecto invernadero no son un problema de contaminación tradicional.
Es un problema de uso de energía, y eso lo hace muy diferente. La polución tradicional del aire es un producto indeseado. Reducirla no requiere restringir el uso de combustibles de origen fósil. El problema es que las alternativas propuestas -energía solar, eólica y nuclear, el hidrógeno y el biocombustible- son mucho más caras que los combustibles fósiles.
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