Por: Emilio Guerra Díaz
Una importante empresa de seguros promueve en espectaculares en la Ciudad de México que la jubilación es el inicio de la vida para disfrutar. Su anuncio lo diseñó como una marquesina de teatro y lo enriquece con la leyenda “Próximo estreno, nueva vida”-
Muchas personas consideran que la conclusión de la vida productiva o laboral les librará tiempo para el disfrute y pasan horas imaginando qué van a hacer. Algunas deciden hacerse voluntarias. Otras no desean siquiera jubilarse pues no imaginan qué podrán hacer y que la falta de una rutina cotidiana que llevaron a cabo por varios lustros les empujará a una profunda tristeza y una vida sin emoción o sentido. Estando activos nunca encuentran darse tiempo para probar ser voluntarios.
Esas visiones motivan el siguiente cuestionamiento: ¿es más conveniente para cualquier persona hacerse voluntario una vez jubilado o iniciar durante la vida activa dicho servicio?
Por décadas, en los Estados Unidos se han llevado a cabo diversas investigaciones sociológicas respecto al comportamiento de personas después de terminar su vida laboral. Los investigadores han invertido muchos años en dar seguimiento a sus pesquisas sobre las diferencias entre jubilados y personas retiradas que decidieron ser voluntarios. Varios casos de estudio fueron recogidos por Douglas M. Lawson y algunos son referidos en el célebre libro “Dar para Vivir. Cómo el dar puede cambiar su vida” (Ed. Diana, México, 1993), que dio paso a otras investigaciones en otros países como Reino Unido y España.
Entre los hallazgos de algunos estudios norteamericanos refieren que las personas jubiladas que dedicaron parte de su (liberado) tiempo a realizar voluntariado en comparación a quienes sólo se dedicaron a “vivir su vida” en actividades recreativas, viajes o descanso, es que las primeras vivieron más tiempo.
Ahora bien, se podría considerar que una persona jubilada hace voluntariado cuidando o atendiendo a sus seres queridos: la abuela cuida a los pequeños mientras papá o mamá trabajan, el abuelo asiste a un sobrino enfermo, el jubilado apoya a la hermana que se ha divorciado, etc. Sin embargo, el efecto de la ayuda a los “próximos” no es igual que ayudar a los “prójimos”.
Lawson describe bajo el apartado “La caridad comienza en mi casa” que muchas personas estiman que “el servicio debe empezar en casa. El primer lugar para dar nuestro amor y energía es con aquellos que amamos y algunas veces nuestra familia tiene necesidades urgentes que debemos satisfacer”. Quizá es congruente y coherente, pero con esa actitud en realidad una persona no se adentra a disfrutar las mieles del voluntariado y aferrarse a esa visión en realidad no deja comprender que el voluntariado se dirige siempre a una tercera persona.
Apoyar a los familiares o personas de nuestro propio hogar, responde a un interés y se actúa conforme a lo que esa persona considera “me conviene”. Cuando una persona ofrece servicio fuera de casa conoce las necesidades de otros y cambia su actitud. Orienta sus acciones fuera del egoísmo familiar de que “mientras los míos estén bien que ruede el mundo”, y en cambio mira hacia el bien común.
Lawson dice al respecto: “pero el servicio externo (fuera del propio hogar, fuera de la familia), puede suavizar nuestro corazón y llevarnos a tener mayor sensibilidad. Podemos regresar a casa con un amor renovado por nuestra familia, que puede transforma un hogar desajustado en un lugar cálido, de respeto mutuo”(pág. 79).
Los programas de voluntariado corporativo efectivos han de mirar fuera de la “familia-empresa” y actuar en la comunidad (bien común). De otra manera, un programa corporativo desarrollado por empleados independientemente de su nivel para apoyar a otros colaboradores está asumiendo responsabilidades del área de recursos humanos y está actuando de manera egoísta: “veo solo por mis empleados”.
Del abuelo y la abuela se esperan conductas que caben en la esencia del concepto fraternidad. De la empresa se espera que vea por el desarrollo y bienestar de sus empleados. De ahí la importancia de separar que le toca hacer a la empresa respecto a su comunidad interna. El programa corporativo presta servicio en la comunidad externa ahí donde la empresa tiene presencia, pero si involucra a sus colaboradores jubilados genera más valor.
Hay que reconocer que aún son pocos los programas corporativos de voluntariado que incluyen a sus jubilados y que sería muy benéfico que alienten que sus colaboradores en la vida activa laboral se inicien, parafraseando a la empresa del anuncio de la jubilación, en “la nueva vida” pero del voluntariado.
La Alianza Mexicana de Voluntariado brinda asesoría para generar programas de voluntariado corporativo y para las organizaciones de la sociedad civil que agreguen valor para las partes involucradas. Si tiene alguna inquietud consulte a sus expertos. Escriba al correo electrónico: [email protected] o llame al teléfono: 5514-3038.
Ciudadanos trabajando
A firmar por la Ley 3de3
La iniciativa ciudadana de #Ley3de3 impulsada desde el año pasado por el Instituto Mexicano de Competitividad y Transparencia Mexicana, ahora ha sumado también al CIDE. Actualmente están solicitando firmas de adhesión para dar viabilidad a la iniciativa de ley ciudadana. Se está dando una significativa movilización de voluntades a través de redes sociales para alcanzar las 120 mil firmas necesarias. Se busca lograr que políticos y funcionarios de los tres niveles de gobierno cumplan con presentar sus tres declaraciones: patrimonial, de intereses y fiscal. Para conocer detalles y como participar visite su página.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.