Por: Emilio Guerra Díaz
Para: Manuel Arango Arias
¿Existe la filantropía estratégica?, Si la respuesta es afirmativa, ¿Qué entendemos por ella? ¿Cuáles son sus rasgos?, ¿Debemos entenderla como RSC?, ¿Cómo caridad?, la filantropía ¿está dedicada u orientada a combatir la pobreza?, ¿Hay que dirigirla a los pobres solamente?
Para alcanzar el objetivo de esta colaboración, explicar lo que entendemos por filantropía estratégica, será necesario exponer algunas respuestas a las preguntas planteadas arriba y que tienen que ver con nuestra coyuntura económica, nuestros alcances sociales y nuestra actitud hacia la política; obviamente también, contextualizando una coyuntura y estructura histórico-cultural. Las respuestas que encontremos nos ayudarán a construir entonces argumentos que perfilen a presencia de la filantropía estratégica.
La semana pasada medios de comunicación reprodujeron la frase que revela parte de la visión de Carlos Slim sobre la filantropía. Argumento que a menudo el empresario utiliza cuando se le cuestiona sobre el tema. Carlos Slim, durante su participación en el Foro “Poder, Estado y Democracia” realizado dentro del marco de la celebración del XX aniversario de la creación del Instituto Federal Electoral, expresó que la filantropía no resuelve la pobreza, o más bien, “que la caridad no resuelve la pobreza” y que mucho menos que a “la pobreza no se le combate regalando dinero a través de programas sociales” ya que eso podría servir para fines de algunos políticos demagogos. (Reforma, octubre 14 de 2010).
Slim está siendo objeto de observancia mundial para conocer cual será su posición respecto a la iniciativa global de Bill Gates y Warren Buffet, Giving Pledge; que invita a grandes empresarios, con inmensas fortunas, a que se animen a donar parte de ella a la filantropía (organizada). Sin ánimo de criticar o atacar la visión de Carlos Slim, el hecho es que el trasfondo de la afirmación del hombre más rico del mundo, respecto a la caridad, nos permite adentrarnos a la definición que da fe sobre la existencia de una filantropía estratégica.
Primero es necesario recordar que una vieja discusión todavía no se resuelve y además que a todos conviene que una y otra vez se discuta, que se mantenga viva, como forma pedagógica para orientar acciones sociales: Sí la filantropía es o no responsabilidad social corporativa.
El lector, por su origen profesional o inquietudes personales o bien, por la posición en que se ubique dentro de una empresa, podrá sentirse a gusto de un lado, el que afirma que sí, o en parte, ya que las acciones filantrópicas que pueda desarrollar una empresa constituyen un componente del plan general de RSC. Otros, cómodos del otro lado, podrán afirmar que no, que ella, la filantropía por sí sola, no explica la orientación del negocio en la comunidad para justificar su presencia y deseos de diferenciación de sus competidores. Lo que es cierto es que la filantropía no explica en sentido ampliado el propósito de la RSC.
Pero como se observa la discusión es un círculo que empieza donde nuestros sentidos ponen énfasis y nos hace caminar viendo perspectivas desde distintos grados que conforman la circunferencia (360°), pero todas ellas son útiles para idear acciones, practicas y estrategias para la inversión social desde la empresa.
Ahora bien, deshebrar la sentencia de Slim de que la caridad no resuelve la pobreza, puede ofrecernos más materia prima para los fines de estas líneas. Por ello preguntamos ¿La filantropía es sinónimo de caridad?, cualquiera de ellas, ¿Se orienta a abatir la pobreza?, ¿Ese es su fin?
También se podría incursionar en una discusión harto interesante para clarificar un concepto de otro y hay razones de peso para distinguir una virtud teologal, como la caridad y el sentido de las acciones filantrópicas en plenitud por otro lado, que desean restituir al Hombre, vaya al género humano, de su dignidad.
Quedémonos con este último espíritu: la filantropía va mucho más allá de extender una limosna, dotar de alimento o asistir a una persona sin hogar. Quiere incidir en la pobreza pero no regalando, sino creando capacidades y oportunidades, lo que el sector empresarial por si solo no puede generalizar, poner en común. Tampoco lo puede hacer solo el gobierno.
La filantropía es, bajo los datos que nos ofrecen otras naciones, una economía, un cúmulo de recursos humanos y materiales, actitudes, pasiones y vivencias, proyectos y estrategias e instituciones para dotar al Hombre de lo que hoy necesita pero que también pueda hacer de este planeta un espacio mejor. La filantropía moderna busca crear un futuro promisorio también y es un medio para redistribuir parte de la riqueza generada en el sector empresarial, por ejemplo. Desde la empresa se crea riqueza, con la filantropía se le da una utilidad social productiva.
Entonces estamos en condiciones de ir construyendo la afirmación de que sí existe una filantropía estratégica. El principio: entendemos a aquella como un sistema, un conjunto de atribuciones, actitudes, instituciones, bienes y recursos materiales y sobre todo humanos, que parten de la idea de crear más bienes públicos para atender a grupos sociales (con diversas necesidades, no solo en miseria) que no entran en la esfera del sector público por diversas causas y que tampoco son sujetos de ser actores en el mercado (los pobres) y que no son atendidos plenamente por el sector privado (empresarial por supuesto). No tiene la filantropía estratégica la intensión de ser cortoplazista, todo lo contrario, por ello crea mecanismos para su propia reproducción. Ese es su primer rasgo.
De ahí que podemos distinguir por lo menos tres tipos de empresarios y su vinculación con la filantropía.
En el primer nivel se incluyen a todos que bien intencionados señalan que ellos ya hacen filantropía por pagar impuestos y transferir recursos al sector público –vía impuestos- para contribuir a la política social. Pueden destinar, ya sea de su bolsillo o de la empresa, recursos como donaciones. Realizan ejemplares acciones de apoyo solidario y están ahí cuando se requiere su apoyo. Ponen servicios a disposición de distintas causas sociales y en ocasiones participan en sus Consejos Directivos. Muchos de ellos soportan o patrocinan directamente el trabajo de distintas instituciones y muchos de ellos prefieren el anonimato. Los estímulos de su participación filantrópica se explican de muy diversos motivos: religiosos, de formación familiar, por ideología, por compromiso social, por solidaridad, etc.
El segundo tipo de empresario en su vinculación con la filantropía puede distinguirse por actos altruistas nobles también. Está preocupado en crear instituciones que apoyen su acción social. Ya no hablamos aquí de donativos (o caridades), más bien de inversión social y su consecuente búsqueda de retribución: al ser humano donante, a la empresa, a la comunidad y a los beneficiarios. Encuentra en la RSC una forma organizada de establecer cambios estructurales en su forma de hacer negocios, pero también, se apoya en la filantropía para apalancar su vinculación con la comunidad. Muchos de estos empresarios han generado una dinámica importante de ver a las instituciones filantrópicas como sus socios. Comprenden la necesidad de contribuir a la profesionalización del sector y advierten la necesidad de alentar habilidades administrativas y gerenciales para apalancar el trabajo de las organizaciones. Contribuyen sin duda a la sustentabilidad del sector y comprenden sus dificultades y retos. Actúan sintiéndose parte del sector filantrópico y adoptan una causa, a menudo la educación en sus diferentes vertientes.
El tercer tipo de empresario es el que reúne los rasgos anteriormente descritos pero justamente ve en la filantropía a todo un sector social independiente. Gustan de entender a la filantropía como una economía que tiene un gran potencial, pero hoy requiere de fortalecimiento, más recursos económicos administrados en forma no lucrativa (más no improductiva), más instituciones y más infraestructura administrada de esta forma, más voluntarios y más actores sociales que se ocupan de lo público. Perciben a este sector ciudadano, como un complemento al esfuerzo público y privado. Este es el grupo de empresarios que en materia de filantropía son los más visionarios, los que trascienden en la historia porque ayudan a que la filantropía se reproduzca a si misma. Tienen un pie en el sector empresarial y dominan sus oficios pero entienden muy bien la dinámica no lucrativa, perciben los beneficios y el papel de equilibrio que juegan las organizaciones civiles para consolidar la triada del poder: económico, político y social en una nación.
Entonces, los rasgos que distingo de la filantropía estratégica, en la que participan activamente los empresarios “del tercer tipo” junto con otros actores sociales –vaya, sociólogos (sin título universitario, ciudadanos ocupados por el bien común que trabajan en las organizaciones filantrópicas), son:
1. Reproducción del sistema filantrópico. Se invierten recursos para que bajo una administración no lucrativa permanezcan unidos, incrementándose a través del tiempo por el manejo de fondos patrimoniales con inversiones de bajo riesgo; financien otras actividades productivas filantrópicas, por ejemplo creación de empresas sociales (lucrativas o no, como por ejemplo el financiamiento que otorga la Fundación Príncipe de Gales del Reino Unido. Dedican recursos económicos para apoyar “fondos semilla” de nuevas instituciones; apalancamiento de instituciones que otorgan micro-créditos (Muhammad Yunus, es ejemplar), etc. Fondos revolventes de becas que generan nuevas becas. Aquí el comportamiento visionario de empresarios-filántropos del “tercer tipo” recoge beneficios culturales como por ejemplo: la preservación, difusión, aprecio y enriquecimiento de bienes culturales, véase por ejemplo las asociaciones de museos de éstas instituciones más importantes en el mundo. Ah, pero también hay un beneficio cultural mayor, la reproducción de la cultura filantrópica con un sentido basado en el interés individual que conlleva a uno colectivo a través de la donación: “dono porque las donaciones de otros en el pasado, me permiten disfrutar de ciertos bienes hoy; dono para que mis hijos y sus hijos puedan contar con estas instituciones para su bienestar”.
2. Aprecio por la Humanidad y su aporte. La filantropía estratégica se convierte en una permanente escuela de civismo porque reconoce y se apoya en lo que ha sabido alentar: millones de voluntarios dispuestos a donar su tiempo siendo altamente productivo. Habilidades y capacidades compartidas que permiten despertar las propias de los grupos excluidos generando un talento colectivo adicional para enfrentar problemas como la pobreza. Mentores que enseñan el valor de la vida y no sólo a combatir la miseria-, que dirigen y fijan retos para el bienestar, para el bien común.
3. Inversión social. No sólo en lo inmediato sino para la posterioridad de ahí que la filantropía estratégica está fuertemente vinculada con el siguiente punto (4). Invertir significa comprometer tanto a quien invita a hacerlo como a quien trabaja con cierta causa; ambos inversionistas buscan resultados: impacto, eficiencia, eficacia, indicadores cualitativos y cuantitativos directos e indirectos: cambios positivos en las personas, quienes deben ser preparados para retribuir también, son a final de cuentas, parte de la solución.
4. Sentido de trascendencia y mandato. Independientemente de la búsqueda del éxito “terrenal”, la filantropía estratégica recibe y se nutre de aquellos empresarios que en ejercicio de su sentido visionario destinan parte de su fortuna, como la invitación de Global de Gates y Buffett, para seguir influyendo positivamente en otros aún después de muertos. Desde las instituciones que crearon, financiaron o apoyaron para el fortalecimiento del tercer sector y que ahí permanecerán alentando esa economía no lucrativa, siguen teniendo presencia entre nosotros, su voz se sigue escuchando, su ejemplo desea ser imitado. Su dinero sigue siendo “socialmente rentable”, vaya productivo, pero bajo un mandato. Nada más piense en Alfred Nobel, por ejemplo.
5. Interacción con los otros sectores. La filantropía estratégica no puede sola, ni quiere trabajar aislada. En efecto requiere articularse con los otros sectores de la economía. Por ello sigo con la idea que difundió tiempo atrás Don Carlos Fuentes, que en efecto, el desarrollo de una nación se asemeja a una mesa de tres patas. Sus soportes son igualmente necesarios como importantes: sector público, privado y social (en el que se incluye a la filantropía estratégica). Parte del aporte del sector filantrópico estratégico es reconocer que su área de influencia se dirige a una comunidad a la localidad pero tiene una visión mundial. Un sector filantrópico fuerte motiva también la participación ciudadana fuera de la esfera de la política y valorando el espacio público.
Al igual que Slim, pienso que la caridad no resuelve la pobreza; que desafortunadamente si hay una “rentabilidad de la pobreza” para ciertos políticos y de ahí su permanente coqueteo con la caridad; muchos de ellos desde sus puestos públicos son “muy generosos” no con su salario, sino que se asumen como “filántropos” con nuestros impuestos alimentando al glotón Ogro Filantrópico referido por Octavio Paz. Pero creo que hay una gran oportunidad para trascender sí se fortalece al sector filantrópico, sí se ve en este sector la riqueza que genera también para la nación.
Emilio Guerra Díaz
Sociólogo, articulista en diversos medios impresos desde 1988. Ha colaborado en el sector filantrópico por más de 20 años. Es Voluntario desde 1989. Autor del libro “La política de planificación familiar del estado mexicano”, UAM-Xochimilco, 1991. Consultor en Desarrollo Institucional para OSC. Fue subdirector de la Fundación Cultural Bancomer y Director de Información y Servicios del Cemefi. Actualmente es Gerente de la Fundación ADO.
Que opina sobre «No des un pescado, enseña a pescar, pero limpiales el rio y enseñalos a comercializar el pescado»
Estoy de acuerdo con la filantropia estratégica y la estamos practicando,me encantaria recibir sus publicaciones,reciban un cordial saludo