Estamos en la recta final del año y, a la mayor parte de la gente, nos empieza a invadir un ánimo de apoyo solidario a diferentes causas. Algunos le llaman ‘caridad’, para otros es filantropía o un simple y llano deseo de ayudar a los demás.
Lo cierto es que la sociedad ha crecido y que de, alguna u otra forma, ha aprendido y sigue aprendiendo a vincular sus malestares con las causas, los actores, las regiones y los enfoques que promueven cambios estratégicos en las diversas dinámicas de convivencia.
Justo se trata de ‘convivir’: vivir en compañía de otro u otros. De estar conscientes de que somos diferentes y de que, en medio, de esas distintas ideas podemos encontrar un punto común de encuentro y de ganas de compartir.
Las empresas han llevado estas ideas de ‘ayuda a los que menos tienen’ a niveles aún más elaborados y de mayor profesionalización, buscando sobre todo la mejor manera de organizarse desde dentro para luego ir hacia el exterior y canalizar recursos –tanto en especie como en efectivo– a organizaciones de la sociedad civil ya constitutidas y particularmente enfocadas a proyectos y programas de asistencia comunitaria.
Pero no confundamos esta ‘responsabilidad social de las empresas’ con el solo hecho de otorgar donaciones a organizaciones no gubernamentales o sumarse a campañas de caridad.
Hablamos de un enfoque mucho más profundo y de un compromiso mayor que, en la jerga del mundo de los negocios se asocia con el concepto de sustentabilidad. [En Europa el término utilizado es sostenibilidad, sin embargo el significado de ambos conceptos es el mismo].
“La caridad debe estimularse, no puede convertirse en el eje de un programa de responsabilidad social porque no impacta ni genera los mismos beneficios que otras iniciativas de sustentabilidad y responsabilidad corporativa”, define con acierto el estudio Responsabilidad social empresarial y sustentabilidad: Un enfoque de riesgo y valor para el siglo XXI, realizado por la consultora Deloitte.
Dicho informe argumenta que las buenas intenciones son buenas, pero aportan poco valor, no para los beneficiarios, sino para los benefactores, porque son actividades dispersas y sin alcances a largo plazo.
¿Cuál es tu punto de vista? ¿Consideras que hay una diferencia importante y marcada entre caridad, filantropía, responsabilidad social y sustentabilidad corporativa?…
Ninguno es un tema nuevo, pero dependiendo del enfoque –y quizá hasta del país–, cada uno de estos conceptos se entiende diferente, con avances distintos y hasta con cierto grado de confusión.
En lo personal, me inclino un poco más por la sustentabilidad corporativa: una integración perfecta de los factores económicos, medioambientales y sociales en la estrategia y operaciones cotidianas de una empresa.
Creo que todas las acciones de una compañía deben generar buenos dividendos sin perjudicar a las comunidades ni al entorno, antes bien, mejorándolo.
Ejemplos de empresas que ya están tratando de transitar el camino de la sustentabilidad corporativa son Unilever, Puma, Nike, Nestlé, Natura, Grupo Modelo, General Motors, Walmart… entre muchas otras. Algunas de ellas además han convertido la misma sustentabilidad en una ventaja de posicionamiento y comunicación, volviéndose marcas con propósito.
Fuente: Alto Nivel.
Estoy de acuerdo en que no se trata sólo de otorgar donaciones a organizaciones de la sociedad civil o sumarse a campañas de caridad; que estamos hablando de algo más allá que el simple desprendimiento de lo que nos sobra, sino de un compromiso mayor, a largo plazo.
Lo que dice Deloitte es muy acertado: este tipo de programas
no impacta ni genera los mismos beneficios; Las intenciones en efecto, son buenas, pero aportan poco valor, no sólo para los beneficiarios, sino para los benefactores, porque son dispersas y sin mayor alcance… pasajeras!