A Luis Pineda, de Deca Equipo Pueblo,
por su excelente trabajo en
incidencia en políticas públicas.
Por Emilio Guerra Díaz
La Fundación de la televisora del Ajusco ha encabezado interesantes iniciativas. Una de ellas es la campaña “Limpiemos Nuestro México” que es un programa de educación medioambiental para evitar que tiremos basura en cualquier parte, ciudad o campo.
Recuerdo que de niño un gobierno del Distrito Federal llevó a cabo la campaña “Ponga la Basura en su lugar” y que tuvo mucha recordación en la ciudadanía pero poca acción pues sucedió algo harto interesante. El entonces Departamento del DF construyó con tino la campaña con anuncios de televisión y radio. Para seguir el lema “ponga la basura en su lugar”, entonces los publicistas estrategas dieron el paso lógico que se podría formular: ¿Cuál es el lugar para poner la basura?
Recomendaron al entonces Departamento del DF dotar por los principales espacios públicos de botes de basura. Estos eran de color naranja como de un metro 20 centímetros, cuadrados y tenían dos puertas colocadas en lados opuestos. Por sus cuatro lados se veían en letras grandes las siglas DDF, algunos de estos botes salen en la película de El Barrendero de Cantinflas. Los botes se colocaron en parques y jardines, principales avenidas, en las inmediaciones de las entradas del Metro, en museos y cerca de paradas de autobús.
Sin embargo no todo salió bien, pues el servicio de recolección de basura del propio DDF no estuvo alineado a los objetivos de la campaña y no recogían con la frecuencia necesaria la basura en los hogares, por lo que pronto se hizo la práctica de que vecinos utilizaban esos botes naranjas para llevar y depositar sus desperdicios. La ciudad acumuló en esos botes diversas bolsas que prácticamente desbordaban su capacidad. La acción inmediata fue retirar esos botes, los ciudadanos respondieron con la adopción de una esquina para fungir como depósito.
La historia del manejo de la basura y desperdicios ha sido muy interesante por lo menos en los 40 años y sólo hablo de la ciudad de México, que con Marcelo Ebrard en sus propias palabras expresadas en su último informe de gobierno “Dejó de ser el patito feo”, apreciación personal que comparto pero en sentido contrario, porque hoy la ciudad es el ogro más grotesco, sucio, agujerado y caótico: suciedad por doquier, basura acumulada en espacios públicos, olores de orines en varias calles.
Solo dese una vuelta por el Metro Taxqueña y sus alrededores. Salga del metro y vea el estado de los paraderos. Cruce el paso peatonal de norte a sur para atravesar la calzada Taxqueña y al bajar observe toda la mugre que hay en los pseudo-jardines; eche un vistazo en cualquier bajo puente, mire por las vías del tren ligero y encontrará basura, basura y más basura; cuando llegue a la terminal Taxqueña vía metro observe el espacio entre la barda y la calle que da al Soriana y al Local del Sindicato de Músicos y constatará que no han hecho limpieza desde por lo menos varios meses. Haga un rápido censo sobre cuántos botes de basura hay…
Justo es reconocer los avances que hay, a pesar de la suciedad en las calles, pues el GDF en la administración de Marcelo, logró sentar las bases para que como ciudadanos empecemos a clasificar la basura en escuelas, oficinas y hogares. Me consta que los camiones recolectores están mejor organizados, unos días recogen basura inorgánica y otros, orgánica. Bien por esa acción donde nos ha empezado a ser corresponsables.
Sin embargo, el programa “Limpiemos Nuestro México” de Fundación Azteca trabaja por lo menos en dos vertientes interesantes. Por un lado, educar para no tirar basura y, realizar acciones con ciudadanos voluntarios que en brigada recogen basura de espacios públicos y naturales. Hemos atestiguado como se han acopiado toneladas de botellas de refrescos, papeles, bolsas, latas, colillas de cigarros, etc. en cañadas, calles, bajo puentes, parques, playas, malecones, puertos, calles y avenidas durante esas jornadas.
Pues bien, recién Fundación Azteca otorgó el reconocimiento Premio Jumil que otorga la institución en conjunto con Grupo Salinas. Se otorgó esta distinción a Adán Soria Ramírez, alcalde de la ciudad de Durango por ser una de las urbes más limpias del país y por la gran participación de duranguenses en la campaña de este año. Estas acciones además promueven que las prácticas sustentables y de protección al medio ambiente se hagan hábitos tanto en el gobierno como en la ciudadanía y se fomente el sentido de corresponsabilidad.
Desde el Consejo Directivo
El consejero que apoya el comité de desarrollo institucional informó que su institución recibió la invitación de una asociación civil para entrar a un proceso a fin ser “certificada” con el ánimo de que, según justifica en la propuesta calificadora, de hacerlo se tendrán mejores oportunidades de procurar fondos.
Debido a las ambigüedades de esa invitación el consejero decidió llevar el tema y compartirlo a los miembros del Consejo Directivo. Entre las recomendaciones antes de tomar una decisión de participar o no, fue que se investigara que otras opciones “calificadoras” o “certificadoras” hay en el país y que trabajen en el tema para comparar y validar los principios en torno a que una entidad no lucrativa califique a otra, pues el presidente del Directorio se mostro escéptico e hizo un cuestionamiento sencillo pero profundo: “Y… ¿Quién califica a la asociación calificadora?”, pues se sabe que por lo menos en nuestro país, la única instancia que establece normatividades oficiales es el propio gobierno.
Se encargó al área de desarrollo institucional indagar y obtener información para que sea publicada en un artículo especial en este espacio para orientar a las fundaciones, no solo empresariales, sino a todos aquellos inversionistas que son frecuentemente invitados a financiar propuestas “certificadoras”.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.
