Por: Emilio Guerra Díaz
A mi parecer la industria farmacéutica en todo el mundo, desde el punto de vista de la actividad empresarial, ejemplifica el sentido emprendedor de correr grandes riesgos, invertir apostando al capricho del tiempo que se requerirá para recuperar esos recursos iniciales. Cantidades considerables de dólares se destinan a investigar pandemias y obtener nuevos medicamentos.
El margen de ensayo y error en la investigación es muy grande y en ocasiones costoso. Esa inversión se recupera en el muy largo plazo después de una considerable diversificación de actividades, pruebas y seguimiento de estudios para evitar efectos iatrogénicos de las nuevas propuestas medicinales.
Por ello, los laboratorios tienen derecho a registrar patentes y usufructuar los beneficios de su inversión por un periodo de tiempo. Pero por la naturaleza del beneficio para la humanidad, esas patentes por diversas regulaciones legales tienen cierta vigencia.
El pasado jueves (16 de febrero) Joaquín López Dóriga entrevistó en su programa de Radio Fórmula a Mikel Arreola, Titular de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris), a propósito de que fueron liberados del beneficio de la patente a algunos medicamentos cuyos genéricos podrán ser producidos y vendidos por otros laboratorios con la finalidad de abaratar costos para el consumidor final.
Arreola señaló que “se aprobaron 26 versiones genéricas más, entre ellos 8 de 3 nuevas sustancias activas: Anastrazol, Ácido Zoledrónico y Valaciclovir”. Algunos de esos medicamentos se utilizan para tratamiento contra cáncer de mama, osteoporosis, cáncer de huesos y enfermedades degenerativas del tejido óseo y Herpes Zóster y Herpes simple (comunicado oficial de la Cofepris).
El lector puede hoy constatar como la política sanitaria en nuestro país y las autoridades de la Secretaría de Salud piden al médico recetar con el nombre de la sustancia activa del medicamento que considera óptimo para el tratamiento. Desde luego en casos donde no existe el medicamento genérico se utiliza el nombre comercial.
Como se observa, la actividad empresarial farmacéutica es harto compleja, sin embargo, para bien de nuestra comunidad, todos los laboratorios dedican recursos adicionales producto de sus utilidades, a programas de inversión social en materia de salud. Por ejemplo, hace unos días Boehringer Ingelheim, Empresa Socialmente Responsable, comunicó en un desplegado, a propósito del Día Mundial de Lucha Contra el Cáncer, que están apoyando a organizaciones civiles que atienden esta pandemia.
Por su parte Pfizer informó que invirtió el año pasado más de 126 millones de pesos para investigación y recientemente cerró su convocatoria para financiar proyectos sociales por parte de su fundación para trabajar en alianza con organizaciones filantrópicas diversos campos de salud.
Como se observa a la industria farmacéutica le es inherente destinar recursos económicos para la investigación científica, pero el caso de GlaxoSmithKlein es interesante porque además incentiva esa actividad de manera no lucrativa a través de su fundación. Por ello, patrocina ya desde hace varios años en alianza con la Fundación Mexicana para la Salud, el Premio Nacional de Investigación, cuyo objetivo es reconocer y premiar a los científicos mexicanos o que radiquen en el país y que se dedican a esa actividad con éxito.
La actual XXIII edición del Premio Nacional de Investigación reconocerá las categorías: 1) Básica, 2) Epidemiológica, 3) Clínica y 4) Economía de la Salud. Los patrocinadores de este premio otorgarán estímulos por 150 mil pesos y 100 mil a los primeros lugares. Las bases pueden ser consultadas en la página de la Fundación GSK.
Podemos comprender entonces que la industria farmacéutica encuentra en las organizaciones filantrópicas diversas áreas de oportunidad para potenciar su inversión social de muy diversas maneras con efectos importantes tanto en los beneficiarios (a menudo pacientes), pero también en prácticas de prevención, investigación y difusión científica.
Desde el Consejo Directivo
Una felicitación muy sentida y profunda se merecen los integrantes de la Fundación Nosotros los Jóvenes quienes organizaron la semana pasada, en alianza con Sicdos y el Instituto Tecnológico de Monterey Campus Lago de Guadalupe, el V Foro de Organizaciones Civiles. Convocaron con éxito a estudiantes e integrantes de instituciones filantrópicas no solo del norte del Distrito Federal, sino también del Estado de México, Chihuahua, Morelos, San Luis Potosí, Oaxaca y Nuevo León, entre otros estados.
De los expositores se escuchó repetidamente el comentario de que les daba gusto ver caras nuevas incursionando en filantropía. Despertó gran interés la mesa sobre voluntariado y se pudo atestiguar cómo miles de mujeres participan ofreciendo tiempo a actividades altruistas.
En esa mesa participaron brillantes mujeres que como voluntarias están vinculadas a promoción de la salud como Pia Testelli (Voluntariado Banamex y Amevol), Carolina Silva Oseguera (Voluntariado del Hospital General) y Martha Alcalá de Cortés (Voluntariados de la SSA); mientras que Vidal Flores (Vimex) alentó al auditorio a involucrarse como voluntarios.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.
