Por: Emilio Guerra Díaz
Las prácticas de transparencia y rendición de cuentas son inherentes al trabajo cotidiano de toda organización filantrópica, sea una organización operativa, una fundación o una organización de servicio al sector. Esta afirmación se sustenta en varios aspectos legales, éticos y prácticos. Pero también esas prácticas permiten cerrar el círculo de confianza con los donantes y reiniciar un nuevo periodo de solicitud de donativos. Hoy, organización que no informa no vuelve a recaudar fondos.
Hasta hace algunos años las organizaciones estimaban que debido a que les costaba tanto trabajo (y aún esto es cierto) conseguir donativos de particulares, tendrían una especie de prerrogativa no formal que les permitía maniobrar de acuerdo a sus necesidades. Adicional a esa perspectiva, en muchas organizaciones se pensaba, si las autoridades no dan ningún incentivo económico, ¿por qué informar?
La transparencia y rendición de cuentas en un tiempo parecía ser un plus, un asunto de agregar valor al desempeño institucional a tal grado que muchas organizaciones en sus estrategias de comunicación para la procuración de fondos se apoyaban en el argumento: “Le informaremos en qué utilizamos su donativo…” como si juntos llegarían algún día a “la tierra prometida”.
En el avance en el entendimiento de la contribución de las organizaciones civiles al interés público, la percepción sobre la utilidad pública de las organizaciones filantrópicas tomó su verdadera dimensión tanto para la autoridad hacendaria como para las propias organizaciones. Este hecho quedó plasmado en la Ley de Fomento a las Actividades de las Organizaciones de la Sociedad Civil donde se reconoce que las acciones que realizan organizaciones privadas son de interés público por ello son susceptibles a recibir recursos públicos.
Para profundizar en el uso adecuado de los recursos recibidos como donativos las donatarias autorizadas tienen que rendir su informe de transparencia y las prácticas antilavado de dinero de procedencia ilícita les obligan a informar de inmediato sobre donativos superiores a los 208 mil pesos.
Cierto que hoy un desafío para la sostenibilidad de las organizaciones filantrópicas consiste en ingresar recursos económicos para sus gastos de operación y de administración, tener capacidad institucional para visualizar y desarrollar proyectos sociales efectivos, contar con un Consejo Directivo o Patronato, voluntarios, hacer a los beneficiarios participantes de la mejora de sus condiciones de vida, etc. lo que perfila un determinado nivel de desarrollo institucional.
Y el sector filantrópico en México es un sector emergente, novel, que requiere seguirle apoyando para su profesionalización. Su dimensión es pequeña (para 119 millones de habitantes hay menos de 30 mil organizaciones filantrópicas, de las cuales menos de 10 mil están formalmente constituidas y con posibilidades de recibir donativos deducibles del Impuesto Sobre la Renta. De ellas no hay siquiera 700 fundaciones donantes). Requiere apoyo para su fortalecimiento institucional y de visibilidad para dar credibilidad a su trabajo. También requiere ser evaluado para mejorar.
Ahora bien, cabe preguntarse ¿Cómo será el grado de desarrollo institucional de las organizaciones filantrópicas en el país? A reserva de que este es un tema de investigación, proponemos al lector imaginar 5 tipos de organizaciones que se identifican con las letras A, B, C, D y E. Cada una de ellas es un segmento de organizaciones que comparten necesidades y carencias sobre su institucionalidad y viabilidad donde las A representan a las organizaciones más consolidadas y las E las menos. Colóquelas en una pirámide donde el segmento E es el más ancho y el A está en la cúspide.
De tal manera será fácil advertir que en México hay más organizaciones E, D y C cuyos rasgos son: requieren invertir en sí mismas más trabajo de desarrollo institucional. Obviamente sus resultados y nivel de procuración de fondos va avanzando pero su propio nivel les pone en cierta desventaja en relación con el trabajo que hacen las organizaciones A y B. Sin embargo todas tienen las mismas obligaciones fiscales y si no las cumplen se les revoca su estatus de donataria autorizada.
Imagine una organización que preste un servicio de orientación al donante, a fundaciones empresariales por ejemplo, que le propone “certificar” según su metodología el grado de institucionalidad para estimar “sí es o no merecedora de su donativo”. ¿Estará realmente apoyando una decisión de inversión inteligente, o estará inhibiendo que las organizaciones que más requieren el apoyo de donantes reciban su contribución que puede ayudarles a ser mejores en el corto plazo? ¿Estará abusando de un poder de hecho que ella misma ha erigido en criterios privados para contrarrestar e influir negativamente en el deseo del donante?
Vea este ejemplo. Amnistía Internacional en México no es una donataria autorizada pues el marco legal no se lo permite aún. Sí aquella “certificadora” pasase con su proceso para “calificarla” para ver sí es digna de recibir donativos seguramente reprobaría. Sin embargo miles de personas destinamos dinero a la organización que fundase Peter Benenson en 1961, pese a que no obtengamos un recibo de donativo. Lo hacemos porque la causa vale la pena, porque la organización trabaja por un segmento de derechos humanos importantísimo, por que tiene credibilidad y ha ganado confianza, por que ha ganado el Premio Nobel de la Paz (1977).
Esta es la cuestión en la que las fundaciones empresariales pueden poner atención para su propio desempeño en alentar prácticas de transparencia y rendición de cuentas con las organizaciones con las que tienen contacto bajo metodologías que no condicionen donativos y por el contrario ubiquen el nivel de desarrollo institucional y fungir como un apoyo para el desarrollo profesional del sector ayudando a cada uno de sus socios.
Cuando colaboré en fundaciones donantes, incluía en la política de asignación de donativos el espíritu de que habría que hacer algo por la organización operativa que concursaba por un financiamiento fundacional. Se propiciaba que de un diagnóstico inicial se detectaran áreas de oportunidad para su desarrollo. Se incluían becas y recursos adicionales para ese fin y se evaluaba al cabo de un año si la fundación le ayudó en algo a la organización para ser más profesional.
En México existe Confío, Construyendo organizaciones civiles transparentes que tiene como misión “generar confianza en las Organizaciones de la Sociedad Civil mediante la promoción de su transparencia para lograr una mayor participación social”, una organización confiable para ofrecer al donante herramientas en la toma de decisión sin conflictuar a ninguna de las partes. Confío actúa como un facilitador de procesos de fortalecimiento. Quiere llevar de E a miles de organizaciones al segmento B o A y no condiciona ningún donativo.
A la transparencia le es inherente el origen de los recursos. A la rendición de cuentas corresponde no sólo informar qué se hizo con el recurso obtenido sino también qué produjo, qué impactó, para que sirvió. El último furgón de la locomotora “confianza” que es evaluación de impacto merece ser atendido en una futura colaboración.
Desde el Consejo Directivo
El Presidente del Directorio expresó sus mejores deseos de éxito a la delegación mexicana que asistirá a 23ª Conferencia Mundial de la International Association for Volunteer Effort que parte esta semana a Australia. Destacó que será muy importante que los integrantes observen los sistemas de voluntariado que hay en otros países, conozcan de viva voz cuál es su relación de los voluntariados con sus gobiernos, la relación de este servicio con universidades, iglesias, líderes sociales y organizaciones ciudadanas en general.
El Presidente señaló que la propia UNAM, en particular la Facultad de Arquitectura, será la sede del 31º Congreso Nacional y 5º Internacional de Servicio Social y Voluntariado Universitario 2014 que estará trabajando del 23 al 25 de septiembre y serán muy interesantes las conclusiones a las que se llegue para fomentar por un lado servicios sociales que pese a su obligatoriedad sean gratificantes para los prestadores; y por otro, hermanar de manera profesional al voluntariado y servicio social como una estrategia de un manejo profesional para combatir el resago social. En la UNAM se trabajarán 4 ejes: Desarrollo social, redes de servicio social y voluntariado universitario, desigualdad social, políticas públicas y sociales y espiritu de formación.
El Director de la organización agregó que la Alianza Mexicana de Voluntariado ha sido invitada a impartir una conferencia sobre el tema. Supo de buena fuente que las tesis que se compartirán ahí tienen que ver con la habilidad institucional de las organizaciones filantrópicas para gestionar el recurso voluntario y el prestador de servicio social y ensayará sobre la posiblidad de advertir la pertinencia de fortalecer un Sistema Nacional de Voluntariado.
La Secretaría del Consejo Directivo a propósito del tema discutido en la reunión, expresó que este jueves 11 Confío, Construyendo Organizaciones Transparentes, brindará su informe anual de actividades en Chihuahua donde se podrá advertir su papel de organización fortalecedora de instituciones para que de manera gradual pasen de un estatus bajo a uno de alta confiabilidad. Felicitó al equipo por evitar en su trabajo los conflictos de interés que puede representar el ubicarse entre el donante y la organización receptora de donativos.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.