Nos han consultado sí dentro de la clasificación que presentamos tiempo atrás respecto a la tipología de fundaciones (empresariales, familiares, independientes y comunitarias) si éstas pueden operar programas y proyectos. La respuesta es afirmativa, sin embargo no es muy usual en una institución de esta naturaleza. Como hemos señalado, el espíritu de una fundación empresarial (como de cualquier otra) es levantar recursos y financiar proyectos que les presentan organizaciones de servicios a terceros, que son donatarias autorizadas también.
Pero, ¿Por qué algunas fundaciones deciden operar sus propios programas en lugar de buscar organizaciones que sean sus socios o que les presenten proyectos para determinadas problemáticas? Existen varias razones, revisemos algunas.
Con mayor frecuencia se presenta esta razón. Las nacientes fundaciones empresariales tienen altas expectativas respecto al sector filantrópico y no conocen a ciencia cierta la dimensión del ámbito mexicano de la filantropía. Los directivos que designan a gerentes o ejecutivos para que gerencien la fundación estiman que el sector filantrópico trabaja como la empresa, a su ritmo y velocidad. Aún no se distingue la forma de trabajo ni aporte de las organizaciones de la sociedad civil (OSC). Ellas trabajan en lo importante y no en lo urgente (aunque la procuración de fondos cae en este rubro), tienen un ritmo distinto porque ponen énfasis en las personas y su entorno. Ciertamente muchas instituciones filantrópicas están dirigidas por personas que van adquiriendo las habilidades y destrezas necesarias para esas funciones.
Como gran reto, muchas organizaciones requieren profesionalizarse y tener la capacidad de comprender los intereses que tienen las fundaciones (y sus empresas) en la comunidad y en muchas ocasiones sólo ven las posibilidades de éxito desde su perspectiva y no la que podría brindar al asociarse con una empresa. Queremos decir que no cumplen con las expectativas que han puesto en ellas, porque aquellas no hacen proyectos como “trajes a la medida” para las necesidades de la empresa y su fundación.
Respecto a la dimensión del sector filantrópico mexicano, éste aún es pequeño respecto al de otros países. Se estima que existen menos de 25 mil organizaciones, gran parte de las cuales, a falta de incentivos públicos para constituirse, no están consolidadas. Sí se depura la lista, se tienen alrededor de 7 mil 500 formalmente constituidas y de éstas sólo 5 mil 500 son donatarias autorizadas por parte de la SHCP para expedir recibos deducibles del impuesto sobre la renta a favor del donante. No existen tantas fundaciones como se cree, tan sólo se estima que existen poco menos de 330 que si hacen donaciones a OSC, de las cuales más o menos 100 dan becas para estudios. En Estados Unidos existen alrededor de 76 mil fundaciones que se incluyen dentro de los 2 millones de organismos filantrópicos en los que apoyan su desarrollo comunitario.
La falta del conocimiento de estos datos motiva que directivos establezcan pre-juicios. Tememos un sector amplio en la asistencia social, definitivamente necesaria; y comenzamos a desarrollar más la filantropía que apoya el desarrollo comunitario (deseable en mayor medida porque permite que el beneficiario sea parte de la solución, genera ingresos en sectores pobres e impulsa el sentido emprendedor desterrando a papá Gobierno y a mamá Caridad).
Vale la pena señalar que algunas fundaciones empresariales que operan sus programas empiezan a trabajar también en el campo asistencial. Al igual muchos programas de Responsabilidad Social Corporativa inician su vinculación con la comunidad realizando actividades asistenciales, por ejemplo, alientan colectas de ropa, víveres, cobijas, juguetes y regalos para comunidades vulnerables o en condiciones de pobreza.
En otras ocasiones, las fundaciones empresariales quieren resultados rápidos o de gran visibilidad para motivar un posicionamiento como una empresa socialmente responsable y deciden emprender sus propias actividades por lo que asociarse con una OSC es un proceso lento.
Existe también una razón económica de peso, las fundaciones de este tipo estiman que financiar proyectos de OSC genera un gasto adicional que encarece la ayuda que va directa a los beneficiarios. El pensamiento es que si lo hago yo, nos ahorramos costos y tenemos mayor control de la inversión social (lo que en efecto en muchas ocasiones sucede con el presupuesto) y mayor disponibilidad de información del proyecto y su desarrollo. De hecho gerencian totalmente la iniciativa de apoyo comunitario. Escuché decir a un directivo en un foro nacional que su fundación era muy eficiente porque destinaba íntegramente su presupuesto a la causa social y que no tenían personal en nómina de la fundación (claro porque acertadamente la empresa cubría el sueldo de ese personal).
Algunas relaciones fundación empresarial-OSC demandan que la empresa invierta recursos para la profesionalización y consolidación del proyecto de inversión y más que verlo con esa perspectiva se piensa que es un gasto. La lógica consecuente indica que mejor capacito a los míos que continuarán en la empresa, que a personal fluctuante de la OSC.
También hemos visto que algunas fundaciones empresariales que en lo interno son dinámicas, contundentes y altamente efectivas, en sus relaciones con las asociaciones civiles no establecen vínculos reales de trabajo en equipo. Entonces actúan bajo el slogan “Sé razonable, hazlo a mi manera”, pese a que se tenga una novel experiencia en el desarrollo y ejecución de programas sociales. Las relaciones de este tipo lejos de asociar establecen el mandato del financiador sobre el operador, que en este caso es la organización filantrópica.
No obstante que fundaciones empresariales operen sus propios programas no debe tomarse en este artículo como una crítica, pues siempre estimamos que deben desarrollarse tantos modelos y alianzas como sean posibles y factibles para el desarrollo comunitario. Todas las iniciativas de apoyo social son bienvenidas, por lo que también es importante y necesario señalar algunas ventajas que se presentan en esta forma de trabajo. Veamos:
Las fundaciones empresariales operativas han involucrado rápidamente a sus colaboradores como voluntarios y se fortalece el programa de voluntariado corporativo. Éste se opera también bajo los recursos empresariales.
Las fundaciones operativas de corte empresarial disponen de recursos adicionales de financiamiento que van más allá de lo que asigna el Consejo de Administración, por ejemplo, muchas de ellas realizan un excelente trabajo de sensibilización en sus comunidades internas lo que les permite mostrar los resultados que van obteniendo y la problemática a la que se enfrentan.
Convocan a la solidaridad y logran obtener vía descuento en nómina donativos pequeños, peros constantes, acorde a los ingresos de cada empleado pero que se destinan a la causa fundacional (por ejemplo la Fundación Sabritas). También las campañas financieras para atender una eventualidad, causa o problemática funcionan muy bien (recuerdo el caso de la Fundación Carlos Casanueva Pérez del Grupo Interprotección que hizo una excelente campaña interna en marzo de este año para presentar la problemática del autismo en su Día Mundial y consiguió además de la suma de voluntades para apoyar el nuevo programa, también donaciones de los empleados).
Las fundaciones empresariales operativas logran profundizar el entendimiento de la problemática en los directivos, logrando que dispongan de donaciones en especie ya sean servicios o productos para la población necesitada. Atinadamente también asocian la actividad empresarial con una causa social y desarrollan campañas donde, durante un breve tiempo (es la esencia de una campaña), los clientes que compren un servicio, bien o producto, estarán motivando que la empresa destine algunos pesos o centavos adicionales para los programas de la fundación.
Así por ejemplo, una empresa de trasporte para apoyar damnificados de Tabasco y Veracruz hace un año, dispuso que de la venta de boletos de cierta línea de lujo, la marca destinara un porcentaje mínimo para labores de protección civil en dichos estados. El resultado fue muy alentador y mostró que no se ejerce presión alguna ni en el precio del servicio ni en la utilidad esperada, más bien esta tiende a incrementarse cuando los consumidores deciden ayudar y optan por los servicios de la empresa altruista.
Indudablemente un gran beneficio resulta ser que las fundaciones empresariales al necesitar personal para la operación de sus proyectos capacitan y desarrollan talento empresarial para administrar proyectos sociales, generando así una valiosa transferencia de conocimientos empresariales. De esta manera se gana personal sensible a las causas sociales y se reproducen también actitudes generosas con una visión empresarial. Con la práctica este tipo de personal comprende más al sector filantrópico y le apoya con mayor entusiasmo tanto de manera individual como familiar.
También las fundaciones empresariales que operan sus proyectos aprovechan y se apoyan en las estrategias de comunicación interna provocando una mayor identidad del empleado con la empresa que dispone recursos para apoyar a la comunidad. Involucran a sus publicistas y mercadólogos quienes tienen otra fuente de inspiración para su trabajo.
Como hemos visto existen muchos modelos y ninguno puede ser calificado como “el mejor” (sería ocioso hacerlo), sino que lo importante es la creatividad, innovación y pasión con la que se trabaje en el tema social desde la empresa.
Emilio Guerra Díaz
Emilio Guerra cuenta con amplia experiencia en la Gestión de la RSC, destacando su trabajo en el área de vinculación con la comunidad que potenciar la inversión social empresarial. Ha gerenciado fundaciones empresariales.