Con un discurso severo y profundo, al tiempo que breve y conciso, el escritor Juan Goytisolo enarboló el auténtico espíritu “cervantino” y “quijotesco” para entonar un rotundo “no nos resignamos a un mundo aquejado de corrupción, paro (desempleo), desigualdad y exilio profesional”.
El novelista, ensayista, poeta, traductor y periodista ocasional recibió el Premio Cervantes 2014, con el que se convierte en uno de los selectos autores –”incurable aprendiz de escribidor”, diría él mismo– con esta distinción, entre ellos Carlos Fuentes, Octavio Paz, Jorge Luis Borges, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Elena Poniatowska, entre otros.
Goytisolo ni se vistió de “chaqué”, como manda el protocolo, ni suavizó ni un ápice su discurso, en el que tuvo duras palabras contra los responsables de la situación del planeta, contra los políticos españoles y su inagotable fuente de corrupción, y contra los “literatos” que viven de “ser noticia” y no de ser auténticos “aprendices de escribidores”.
En el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, Goytisolo protagonizó el acto central del Día del Libro y presidido por el jefe del Estado español, el Rey Felipe VI. El escritor catalán, nacido en Barcelona en 1931, ha vivido la mayor parte de su vida fuera de España, donde ha sido repudiado y hasta perseguido por la severidad de sus críticas y por la denuncia incorruptible de toda cuanto considerada injusto, ya sea la persecución por motivos ideológicos por parte de la dictadura fascista de Francisco Franco que la explotación en condiciones de semiesclavitud de los migrantes que trabajan de sol a sol en los invernaderos del sur de España.
Por eso, y por su desencanto con las camarillas de escritores e intelectuales en España, Goytisolo vivió primero en París y después se mudó definitivamente a Marrakech, donde vive aislado, imbuido en sus libros y su literatura. Autor de más de 30 libros, entre poesía, ensayo, novela y reportajes –entre ellos uno de los primeros que denunció el genocidio que se perpetró en Sarajevo durante la Guerra de los Balcanes–, Goytisolo decía que se había decidido que él nunca ganaría el Premio Cervantes, que su nombre estaba vetado para tal galardón.
Pero no fue así y este año recibió, a sus 84 años, un premio que lleva el nombre de Miguel de Cervantes, su autor de referencia, su guía y su principal fuente de sabiduría. Por eso su discurso se centró en la figura de Cervantes y de El Quijote de La Mancha. Y advirtió: “A comienzos de mi larga trayectoria, primero de literato, luego de aprendiz de escribidor, incurrí en la vanagloria de la búsqueda del éxito –atraer la luz de los focos, “ser noticia”, como dicen obscenamente los parásitos de la literatura– sin parar mientes en que, como vio muy bien Manuel Azaña, una cosa es la actualidad efímera y otra muy distinta la modernidad atemporal de las obras destinadas a perdurar pese al ostracismo que a menudo sufrieron cuando fueron escritas.”
Goytisolo añadió que “mi condición de hombre libre conquistada a duras penas invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacional católico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez. La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera. Como dijo con ironía Dámaso Alonso tras el logro de su laborioso rescate del hasta entonces ninguneado Góngora, ¡quién pudiera estar aún en la oposición!”
Y reiteró sus críticas a los nacionalismos de toda índole, menos a la “nacionalidad cervantina”. “Cervantear es aventurarse en el territorio incierto de lo desconocido con la cabeza cubierta con un frágil yelmo bacía. Dudar de los dogmas y supuestas verdades como puños nos ayuda a eludir el dilema que nos acecha entre la uniformidad impuesta por el fundamentalismo de la tecnociencia en el mundo globalizado de hoy y la previsible reacción violenta de las identidades religiosas o ideológicas que sienten amenazados sus credos y esencias”.
Goytisolo también aprovechó la ocasión para criticar el espectáculo creado por el Ayuntamiento de Madrid, presidido por Ana Botella, en la localización de los restos mortales de Cervantes: “En vez de empecinarse en desenterrar los pobres huesos de Cervantes y comercializarlos tal vez de cara al turismo como santas reliquias fabricadas probablemente en China, ¿no sería mejor sacar a la luz los episodios oscuros de su vida tras su rescate laborioso de Argel? ¿Cuántos lectores del Quijote conocen las estrecheces y miseria que padeció, su denegada solicitud de emigrar a América, sus negocios fracasados, estancia en la cárcel sevillana por deudas, difícil acomodo en el barrio malfamado del Rastro de Valladolid con su esposa, hija, hermana y sobrina en 1605, año de la Primera Parte de su novela, en los márgenes más promiscuos y bajos de la sociedad?”
Consciente de que vive el “otoño de la vida”, Goytisolo también señaló que “alcanzar la vejez es comprobar la vacuidad y lo ilusorio de nuestras vidas, esa “exquisita mierda de la gloria” de la que habla Gabriel García Márquez al referirse a las hazañas inútiles del coronel Aureliano Buendía y de los sufridos luchadores de Macondo. El ameno jardín en el que transcurre la existencia de los menos, no debe distraernos de la suerte de los más en un mundo en el que el portentoso progreso de las nuevas tecnologías corre parejo a la proliferación de las guerras y luchas mortíferas, el radio infinito de la injusticia, la pobreza y el hambre”.
Y, de nuevo de la mano de Cervantes y su novela, habló de la actualidad más sangrante y dolorosa de la España actual, la de los lanzamientos de familias por el impago del crédito hipotecaria, la de la pobreza y el desempleo: “Es empresa de los caballeros andantes, decía don Quijote, “deshacer tuertos y socorrer y acudir a los miserables” e imagino al hidalgo manchego montado a lomos de Rocinante acometiendo lanza en ristre contra los esbirros de la Santa Hermandad que proceden al desalojo de los desahuciados, contra los corruptos de la ingeniería financiera o, a Estrecho traviesa, al pie de las verjas de Ceuta y Melilla que él toma por encantados castillos con puentes levadizos y torres almenadas socorriendo a unos inmigrantes cuyo único crimen es su instinto de vida y el ansia de libertad”.
Entonces entonó su particular “no me resigno”: “Sí, al héroe de Cervantes y a los lectores tocados por la gracia de su novela nos resulta difícil resignarnos a la existencia de un mundo aquejado de paro, corrupción, precariedad, crecientes desigualdades sociales y exilio profesional de los jóvenes como en el que actualmente vivimos. Si ello es locura, aceptémosla. El buen Sancho encontrará siempre un refrán para defenderla”.
Y finalizó con un mensaje de apoyo a los indignados y a los seguidores de Podemos, la nueva formación política que aspira a crear un nuevo modelo en el país: “Volver a Cervantes y asumir la locura de su personaje como una forma superior de cordura, tal es la lección del Quijote. Al hacerlo no nos evadimos de la realidad inicua que nos rodea. Asentamos al revés los pies en ella. Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia”. fin del adelanto
Fuente: La Jornada