En un gimnasio de Nueva York, 20 personas trepadas en sus bicicletas fijas pedalean alentadas por el entrenador y generan al mismo tiempo electricidad para el local.
“Electrifique su entrenamiento”, en el país del fitness donde hasta los gimnasios ahora quieren ser verdes.
El mecanismo es simple: un sistema colocado en el zócalo de las bicicletas transfiere la corriente del dinamo activado por los ciclistas a un transformador que lo convierte en corriente alterna de 110 voltios.
El local que alberga el gimnasio recibe la corriente generada por sus propios socios, consume menos electricidad y ahorra dinero.
“Inventé el sistema en 2007, lo probé en 2008 en Connecticut y el lanzamiento fue en 2009 en Los Ángeles, y a principios de 2010, en Nueva York y Washington”, cuenta Jay Whelan, presidente de la empresa Green Revolution que patentó el sistema.
Veinte personas crean cerca de tres kilowatts en una hora, lo que dura una clase de spin. Con cuatro clases diarias, el gimnasio genera 300 kilowatts por mes, equivalentes a la energía necesaria para iluminar una casa durante seis meses, asegura Jay Whelan, ingeniero de 46 años.
Aunque la sala del New York Sports Club sea demasiado grande como para autoabastecerse en electricidad gracias al sudor de sus socios, otros gimnasios más chicos podrían alcanzar ese objetivo, asegura.
De momento, el equipo sólo existe para bicicletas. Cada sistema eléctrico cuesta mil 300 dólares.
Los deportistas son entusiastas. “Uno quema calorías y genera electricidad, es fantástico”, dijo Richard Kronick, arquitecto que terminó bañado en sudor.
En la bicicleta cada cual puede ver el resultado de su propio esfuerzo. “Yo generé 69 watts”, comenta Rick Meadows. “Todos los que prueban quieren volver para ver si pueden mejorar su desempeño”,dice Jennifer Carswell, responsable del club. Green Revolution ya tiene cuarenta clientes, en EU y Canadá: escuelas, universidades, un centro de mendigos, incluso cuatro cárceles.
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