La solución al cambio climático depende de la transición a una producción de electricidad que emita nada o casi nada de dióxido de carbono, gas de invernadero que es el principal responsable del calentamiento global. Es posible producir electricidad de bajas emisiones de carbono mediante energía solar, nuclear y eólica, o mediante plantas energéticas de carbón que capturen y guarden sus emisiones de CO2.
Necesitamos convencer a los proveedores de energía de que adopten fuentes con bajas emisiones de carbono, a pesar del menor precio del carbón y su mayor facilidad de uso. La manera obvia es aplicar impuestos al carbón, o exigir a las plantas energéticas que cuenten con permisos para su uso. El pago debe ser suficientemente alto como para inducir un cambio hacia alternativas de bajas emisiones.
Supongamos que el carbón produce electricidad a un coste de 0.06 dólares por kilovatio-hora, mientras la energía solar cuesta 0.16 dólares por kilovatio-hora. El impuesto a la electricidad basada en carbón tendría que ser de 0.10 dólares/kilovatio-hora. En tal caso, los consumidores pagarían 0.16 dólares/kilovatio-hora por cualquiera de los dos tipos de energía. Las empresas de servicios públicos pasarían entonces a usar energía solar. Sin embargo, el cambio más que duplicaría la factura de electricidad.
Por años esto ha limitado en Estados Unidos el avance hacia una economía de bajas emisiones de carbono. Sin embargo, países europeos han introducido con éxito la idea de un «arancel de alimentación», que proporciona el núcleo de una solución aceptable en el largo plazo.
Un arancel de alimentación subsidia la fuente de bajas emisiones de carbono, en lugar de aplicar impuestos a la fuente de energía de altas emisiones. En nuestro ejemplo, el gobierno pagaría un subsidio de 0.10 dólares/kilovatios-hora a la planta de energía solar para compensar la diferencia entre el precio al consumidor de 0.06 dólares y el coste de producción de 0.16 dólares. El precio al consumidor sigue siendo el mismo, pero el gobierno debe pagar de algún modo el subsidio.
La siguiente es otra manera. Supongamos que aplicamos un pequeño impuesto a las plantas de energía carbón para pagar el subsidio solar, y luego subimos gradualmente las facturas de electricidad de los consumidores, de 0.06 dólares/kilovatio-hora al coste completo de 0.16, pero a lo largo de un periodo de adaptación de 40 años (el lapso de vida útil de la más nueva de las plantas de carbón actuales).
Supongamos que para 2030 la transición a una economía de bajas emisiones de carbono está a medio camino. Ahora el precio al consumidor de la electricidad es 0.11 dólares, la mitad entre 0.06 y 0.16 dólares. El impuesto al carbón se ha elevado a 0.05 dólares/kilovatio-hora, lo suficiente para cubrir el subsidio solar de 0.05 dólares/kilovatio-hora. Los productores de energía solar cubren sus costes exactamente, puesto que el subsidio de 0.05 cierra la brecha entre el precio al consumidor (0.11) y el coste de producción (0.16).
Asumamos que para 2050 toda la producción de electricidad ha hecho la transición a fuente de energía de bajas emisiones de carbono. El precio al consumidor finalmente llega a 0.16 dólares/kilovatio-hora, suficiente como para cubrir todo el coste de la energía solar sin ningún subsidio.
Este enfoque permite aumentos graduales para los consumidores e incentivos fuertes e inmediatos para la adopción de la energía solar. Más aún, el presupuesto del gobierno se equilibra cada año, por lo que el impuesto al carbón paga el subsidio solar.
Puede que las plantas de energía solar actuales cuesten $0.10/kilovatio-hora más que las de carbón, pero serán mucho menos costosas en el futuro, a medida que mejore su tecnología. Así, la magnitud de los subsidios que se necesiten en una década o dos será menor que ahora.
Los debates sobre la energía en Estados Unidos, Australia y otros países se han centrado en introducir un complicado sistema de intercambio de derechos de emisiones de carbono. Todo usuario importante de combustibles fósiles tendría que comprar derechos para emitir CO2, los que se transarían en un mercado especial. El precio de mercado de los derechos sería equivalente a pagar un impuesto sobre las emisiones de CO2.
Los mayores éxitos de Europa en la promoción de energía de bajas emisiones de carbono proceden de sus aranceles de alimentación; y los impuestos al carbón en algunos países, más que del sistema de intercambio, de derechos de emisión.
Ha llegado el momento de que EU, China, India y otras grandes economías declaren cómo promoverán su propia transición a una economía con bajas emisiones de carbono. Sí hay soluciones eficaces de largo plazo al cambio climático producido por el hombre, y que son políticamente aceptables y factibles de implementar. Es hora de que las adoptemos.
*Jeffrey D. Sachs es profesor de Economía y Director del Earth Institute en la Universidad de Columbia. Además es Asesor Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre las Metas de Desarrollo del Milenio.
Fuente: Reforma, Negocios p. 6.
Articulista: Jeffrey D. Sachs*.
Publicada: 23de noviembre.