En tu delicioso plato de cereal o en tu café, quizá en una quesadilla o en esa pasta llena de queso… están presentes los productos lácteos, así como en la mayoría de los alimentos.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la agricultura (FAO), señala que existen más de 6 000 millones de personas en el mundo que consumen leche y productos lácteos, la mayoría de ellas vive en países en desarrollo.
Todos estos productos provienen de la vaca, un animal de gran importancia en Nueva Zelanda, país en donde hay un nuevo impuesto. ¿Por qué? Veamos.
Lo que hay detrás de tu vaso de leche
De acuerdo con la FAO, el ganado vacuno es el mayor productor de emisiones de GEI con alrededor de 5,0 gigatoneladas de CO2-eq, lo que equivale al 62% de todas las emisiones.
El ganado vacuno de carne y el ganado vacuno de leche generan cantidades similares de GEI. Los cerdos, las aves de corral, los búfalos y los pequeños rumiantes tienen niveles de emisión menores, que forman entre el 7% y el 11% de las emisiones totales. ¡Checa la siguiente infografía!
La leche como la carne vacuna, se han posicionado como dos de los productos que más generan emisiones. La FAO señala que producen cerca del 3,0 y 1,6 gigatoneladas de CO2-eq, respectivamente.
Despues de estos dos productos, le siguen:
- Carne de cerdo (0,82 gigatoneladas de CO2-eq).
- Carne y huevos de pollos (0,79 gigatoneladas de CO2-eq).
- Carne y leche de búfalo (0,7 gigatoneladas de CO2-eq).
- Carne y leche de pequeños rumiantes (0,5 gigatoneladas de CO2-eq).
El resto de emisiones corresponden a otras aves y productos no comestibles.
Además, las emisiones del sector ganadero se generan mayormente en cuatro procesos:
- Fermentación entérica.
- Gestión del estiércol.
- Producción de los piensos.
- Consumo de energía.
Esta cantidad de emisiones y todo el impacto que genera la industria alimenticia y la agricultura, así como la cantidad de vacas que residen en Nueva Zelanda, han fomentado que el gobierno imponga un nuevo impuesto.
¿hAy buey? ¡impuesto!
El principal propósito de este nuevo impuesto es ayudar a Nueva Zelanda a mitigar los efectos del calentamiento global y abordar el impacto generado por la agricultura y la ganadería. Además, con esta decisión, Nueva Zelanda se convierte en el primer país del mundo en poner precio a las emisiones que provienen de la producción de alimentos como la carne, la leche y los lácteos.
Alexander Eden, analista jefe en ICAP, señala que este impuesto permitirá el desarrollo de un sistema de comercio de emisiones que se pretende entre en acción en 2025, y para conseguirlo, el Ministerio de Cambio Climático capitaneado por el ministro James Shaw, llegó a un acuerdo con los agricultores para buscar salidas a una cuestión nada fácil de resolver.
Dentro de este propósito también se abordará el desafío de reducir las emisiones de metano generadas por los estómagos de los rumiantes, y que representan cerca del 35% de los gases de efecto invernadero del país.
No obstante, dentro de todo este proceso, se buscará proteger y cuidar a estas especies ya que son muy valiosas para la economía del país, así que el gobierno, involucrados y los granjeros se han dado hasta 2022 para desarrollar e impulsar un sistema de control de emisiones de las granjas.
Y serán los propios agricultores quienes evaluarán de qué forma pueden reducir emisiones en su actividad:
Si esto no funcionara, pues son miles de explotaciones, pasarían al plan B, que consiste en que las fábricas transformadoras que les compran la materia prima fijen un precio en función de las emisiones de sus productos. Estamos hablando de 100 empresas, es mucho más factible.
Alexander Eden.
Respecto al óxido nitroso, Eden señaló que para abordar el 22% de las emisiones agrícolas en Nueva Zelanda, la solución es más sencilla porque la ley prevé que se penalice la compra y el uso de fertilizantes pero…
¿Amenaza el mercado?
Si bien los agricultores comparten la idea de que es esencial abordar las emisiones generadas por las vacas, la producción de alimentos y las actividades relacionadas con la agricultura, el impuesto podría representar una amenaza para el mercado y el consumo.
De acuerdo con los agricultores, el impuesto puede generar la pérdida de competitividad que este precio al CO2 les supone, ya que la mayoría de su producción se exporta, y con ello compiten con países donde este extracosto no existe.
Aunque para prevenir este desbalance, el estado asumirá en la primera etapa el 95%, para el analista Eden, el paso que dio y la decisión que tomó Nueva Zelanda es un asunto de futuro:
El país está asumiendo que no se trata de tener más productos, sino de que sean de mejor calidad, y eso significa menos emisiones.
Alexander Eden, analista Eden.
Quizá este reto pueda sumarse a otras partes del mundo, ya que la industria alimenticia genera un impacto ambiental preocupante, además de que su consumo de recursos también afecta a las generaciones futuras.