Henry Sánchez tiene la convicción suficiente para caminar desde la Tierra del Fuego, en la Patagonia argentina, hasta la última punta de Alaska, en defensa del medio ambiente.
Su caminata está por cumplir 3 años. Partió desde el fin del mundo, en Ushuaia, la tierra de los glaciares del sur, el 15 de junio del 2008. Esta semana llegó a la Ciudad de México, la más contaminada de América, según lo que ha leído y escuchado.
En su camino sólo lleva consigo un pantalón y dos camisas, una de ellas de bombero. Henry es bombero voluntario en su país, Colombia. Y han sido los tragafuegos quienes le han dado asilo y apoyo en cada uno de los 14 países que ha atravesado en su odisea verde con los pies descalzos.
“Son 20 mil kilómetros desde que se inició este proyecto hasta aquí, tres años de esfuerzo atlético y llevamos un mensaje, un pregón de preservación y conservación de nuestro entorno natural. Al momento de ingresar a México, el domingo pasado, llevamos alrededor de seis millones de árboles plantados y dos mil toneladas de artículos para reciclar acopiados”, explica el hombre quien —con ayuda de organizaciones civiles y gobiernos locales de cada país que visita— se ha dedicado los últimos años de su vida a actividades ecológicas..
Es profesor de matemáticas e ingeniería ambiental. Es atleta. En 2001 y 2003 atravesó Colombia corriendo. Primero, demandaba la construcción de un albergue para ancianos; luego, pidió construir un centro de rehabilitación para personas discapacitadas. En ambos casos lo logró. Ahora, es un pregonero del cuidado al ambiente.
Cuando relata su recorrido, cuando describe lo más impresionante de cada ciudad, de cada país, sus ojos brillan. Sus ojos, que han escrutado al continente, que han atestiguado la devastación, los que vieron cómo se derritió un glaciar en pleno invierno.
“He visto ciudades que no tienen control de sus residuos, las basuras se encuentran por montones, regadas en las calles, cada uno de nosotros puede ayudar dejando de arrojarlas a esos sitios y colocándolas donde debe ser, intentando reciclar; podemos exigirle a las empresas que dejen de arrojar sus desechos a los ríos y también podemos pedir a los gobiernos que coloquen sus políticas al servicio de nuestro entorno”, dice.
Idealista, incansable, continúa: “Estoy convencido de que podemos cambiar al mundo; lo que significa esta contaminación es, en realidad, que nos quedan muy pocos años, hay que reaccionar de inmediato, antes de que suceda una catástrofe”.
Henry llegó a México en noviembre del 2010. Participó en la COP16. Entró al DF, una ciudad llena de coches. “Según he leido, los niveles de contaminación en la Ciudad de México son de los más altos en América”. Y la primera noticia que recibió le molestó.
“Estaba escuchando que en La Malinche había una tala de árboles. Talar un árbol para mí es como si perdiera una parte de mi cuerpo. Es doloroso. Gracias a los árboles tenemos la garantía de respirar, tenemos alimento; son la clara evidencia de la maravilla de la naturaleza. Entonces no entiendo por qué actuamos así”.
El colombiano, de brazos fuertes y piernas resistentes, seguirá rumbo a Estados Unidos. Desea entrevistarse con Al Gore. No sabe cuándo llegará a Alaska. Su lucha aún es por la misma causa desde que empezó la travesía.
“El cambio climático es latente en todos los países donde he ido. Hemos devorado, con nuestras construcciones, la naturaleza; estamos talando de forma indiscriminada árboles, en realidad, son miles de hectáreas devoradas… por eso, entrego mi capacidad y mi potencial en favor de esta causa y si una vida es necesaria para que se beneficie a la humanidad, está bien”.
Fuente: El Universal, p. 2.
Reportero: Rafael Montes.
Publicada: 13 de abril de 2011.