Por aRSEnico
¡Ah, la humanidad! Una especie que, con una mano, levanta pancartas clamando por la salvación del planeta, y con la otra, echa más carbón al fuego. Literalmente. Esto es la hipocresía climática.
Según la Agencia Internacional de Energía (AIE), en 2024 hemos alcanzado un récord histórico en la demanda mundial de carbón, con 8,770 millones de toneladas consumidas.
Este hito se logra en paralelo al año más cálido jamás registrado, superando por primera vez un aumento de 1.5 °C respecto a los niveles preindustriales, según el observatorio europeo Copernicus.
Es decir, mientras nos asamos lentamente, hacemos acuerdos en París y cumbres globales para detener la tragedia y además, decidimos avivar aún más las llamas.
La ironía es densa.
La hipocresía climática es global
Por un lado, los líderes mundiales se reúnen en cumbres climáticas, acuerdan reducir emisiones y promueven energías limpias.
Por otro, países como China, India, Indonesia y Vietnam incrementan su consumo de carbón para alimentar su crecimiento económico y demográfico.
China, en particular, quema un tercio del carbón mundial en sus centrales eléctricas.
Pero no nos engañemos: no son solo los países en desarrollo los que mantienen viva la llama del carbón.
En las economías avanzadas, aunque la demanda ha alcanzado su punto máximo y se espera que disminuya, el ritmo de este declive dependerá de la implementación de políticas ambiciosas en fuentes de energía alternativas.
Es decir, si no nos ponemos las pilas (solares, preferiblemente), seguiremos coqueteando con el carbón.
La AIE señala que el comercio mundial de carbón también ha alcanzado un volumen inédito de 1,550 millones de toneladas, con precios un 50% más altos que el promedio observado entre 2017 y 2019.
Parece que, además de ser adictos al carbón, estamos dispuestos a pagar más por nuestro veneno.
Las renovables en la banca, sin posibilidades de jugar
Mientras tanto, las energías renovables intentan abrirse paso.
China, por ejemplo, ha continuado en 2024 la diversificación de su sector energético con la construcción de centrales nucleares y una inmensa expansión de sus capacidades fotovoltaicas y eólicas.
Sin embargo, este esfuerzo aún no es suficiente para frenar el crecimiento en el uso del carbón, especialmente cuando la demanda de electricidad sigue en aumento.
La AIE estima que, después de este máximo histórico, la demanda mundial de carbón debería estabilizarse hasta 2027, gracias al crecimiento de las energías renovables.
Pero, ¿es esto realmente una buena noticia?
Estabilizarse en un nivel récord de consumo de carbón mientras el planeta se calienta a niveles peligrosos suena más a una tregua autodestructiva que a un avance significativo.
Las cumbres, acuerdos y encuentros, foros donde la hipocresía climática es visible
La situación se vuelve aún más absurda cuando consideramos que, en la reciente COP29, 25 países, en su mayoría ricos, se comprometieron a no inaugurar más centrales de carbón sin sistemas de captación de CO₂.
Sin embargo, gigantes como Estados Unidos y China no se unieron a este compromiso.
Es como si estuviéramos jugando a un juego de «hagamos algo por el clima», pero sin invitar a los principales responsables de las emisiones.
La OPEP, por su parte, califica de «fantasía» la salida de los combustibles fósiles antes de 2050 y augura que la demanda de crudo seguirá creciendo al menos hasta esa fecha.
Parece que, para algunos, la idea de un futuro sostenible es tan realista como los unicornios y las hadas madrinas.
Mientras tanto, las emisiones de CO₂ del sector energético alcanzaron un récord en 2022, con un aumento del 0.8% respecto al año anterior.
Es decir, a pesar de todas las promesas y compromisos, seguimos emitiendo más gases de efecto invernadero que nunca.
La AIE, en su informe World Energy Outlook 2024, predice que la demanda mundial de carbón, petróleo y gas natural alcanzará su máximo en 2030, conforme se acelere la adopción del vehículo eléctrico y aumente el peso de las fuentes renovables en la producción mundial de electricidad.
Sin embargo, estos pronósticos dependen de múltiples factores y, visto nuestro historial, es difícil ser optimista.
En resumen, mientras nos lamentamos por el cambio climático y organizamos cumbres para discutir soluciones, seguimos batiendo récords en el consumo de los combustibles fósiles que nos han llevado a esta crisis.
Es como si estuviéramos en un barco que se hunde, discutiendo sobre cómo reducir el agua, mientras seguimos haciendo agujeros en el casco.
La hipocresía y la inacción parecen ser nuestras verdaderas fuentes de energía inagotables.