Por Miguel Ángel Santinelli *
La explosión en Tlahuelilpan, el 18 de enero, ha cobrado dimensiones de tragedia por las pérdidas humanas y afectaciones a la población de esa comunidad de Hidalgo. El huachicoleo, tiene densas implicaciones sociales y económicas, sin embargo, no son las únicas consecuencias que deben preocuparnos ni ocuparnos.
Queda por resolver, en primera instancia, la afectación ambiental de ese incidente en Hidalgo y en general el daño ecológico que ocasionan las tomas y actividades de huachicoleo que se registran en todo el país.
La gasolina derramada tiene una enorme afectación ambiental en términos de tierra, organismos vivos, aire y agua.
Al estar en contacto con la tierra, la gasolina mata cualquier organismo vivo que se encuentre en ella. Hay que recordar que la riqueza de la tierra se encuentra en un alto porcentaje en los microorganismos que están en ella y que permiten descomponer la materia orgánica en elementos que absorben las plantas, dando con ello sustento a la presencia de fauna.
La contaminación del suelo en Tlahuelilpan acabó con los organismos vivos de la tierra, afectando la cubierta vegetal y convirtiéndolo en terreno infértil. Por tratarse de una actividad ilegal, el huachicoleo se lleva a cabo en sembradíos lejanos a las zonas urbanas, impactando así amplias zonas cultivables, que son las que nos dan de comer.
Pero además, esa tierra contaminada e infértil se convierte en potencial foco riesgo pues las plantas e insectos, con el tiempo, comienzan a absorber en pequeñas cantidades esas moléculas de suelo tóxico y las pueden transmitir a otros organismos vivos, como aves y mamíferos, dando lugar a la disminución generalizada de la salud ecosistémica.
Un derrame de gasolina también significa la emisión de compuestos orgánicos que se van hacia la atmósfera, los cuales son vapores contaminan del aire. De hecho, esos compuestos orgánicos volátiles son los que en un momento dado pueden dar lugar a la explosión del hidrocarburo, que fue lo que sucedió en Tlahuelilpan.
Incluso los mantos freáticos, dependiendo de la cantidad de combustible que se derrame en el ambiente, pueden contaminarse lo que conllevaría a un problema de calidad del agua que consumen las poblaciones. El mismo gobierno ha alertado de la contaminación del agua a causa del derrame de gasolina, y ha pedido no usar envases o garrafones de agua para almacenar combustible, ya que incluso lavándolos existe el riesgo de intoxicación si vuelven a utilizarse para almacenar agua de consumo humano.
Por todo ello, es fundamental que se atienda la restauración ambiental en la zona de Tlahuelilpan y se restablezcan las condiciones para devolverle fertilidad al suelo.
El articulo 4º Constitucional nos dice que toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar, y que es responsabilidad del Estado garantizar ese derecho.
Sin embargo, vemos que las autoridades están concentradas en atender la raíz del problema del huachicoleo, por lo que considero una gran área de oportunidad para las empresas y organizaciones sociales el actuar de manera responsable y coordinada con el gobierno para llevar a cabo los procesos de biorremediación necesarios.
Empresas que atienden temas energéticos pudieran incluso destinar conocimiento, capital humano e intelectual para agilizar los procesos de rehabilitación ambiental.
Corremos el riesgo de actuar tardíamente, si esperamos a que el gobierno resuelva la problemática del huachicoleo para comenzar a atender su impacto ambiental, debido a que la contaminación ambiental se dispersa y atomiza, haciendo mucho más difícil controlar sus efectos negativos.
Urge visibilizar la necesidad de sanar las zonas afectadas por esta actividad clandestina y, más aún, atenderla a través de la participación activa de los distintos actores de la sociedad.
*Director de la Facultad de Responsabilidad Social de la Universidad Anáhuac.