Entre los años 1551 y 1558, Conrad Gessner comenzó a recopilar todo lo que se sabía sobre los animales y realizó una obra de más de 4 mil 500 páginas. En ella describía a los animales que existieron en su época y también sobre la existencia de animales terriblemente letales.
Sin embargo, desde la época de Gessner hasta el día de hoy, han desaparecido alrededor de 350 especies de animales vertebrados debido a la acción de los seres humanos sobre la naturaleza.
De acuerdo con Rodolfo Dirzo, ecólogo mexicano e investigador de la Universidad de Stanford, esto ha pasado porque:
“la mayor parte de las extinciones sucedieron en las últimas décadas y son entre 100 y mil veces más rápidas de lo que serían sin el Homo sapiens”.
Junto con Dirzo y los ecólogos Gerardo Ceballos, de la UNAM, y Paul Ehrlich, de Stanford, hicieron estos cálculos a partir del seguimiento de 27 mil 600 especies de vertebrados, tanto actuales como del registro fósil.
En el estudio se concluyó que los humanos estamos acabando con otros seres vivos a una velocidad rápida, comparada con el fenómeno natural que ocurrió hace varios años cuando cayó un meteorito en la península de Yucatán y que provocó la desaparición de los dinosaurios hace 66 millones de años.
Los humanos estamos acabando con otros seres vivos a una velocidad rápida.
¿Los humanos nos debemos preocupar por esa situación?
Sí. Definitivamente sí. Los humanos debemos preocuparnos y ocuparnos de nuestro medioambiente ya que desde el oro hasta el plástico, proviene de la naturaleza. Asimismo que la posibilidad de sostener la vida humana también proviene de la naturaleza.
“Alimentos, medicinas, madera, fibras, energía, agua, todas esas son contribuciones de la naturaleza”, comenta la bióloga argentina María Elena Zaccagnini.
Otros factores que no tomamos en cuenta pero son muy necesarios son: la polinización de las flores y la dispersión de semillas.
De acuerdo con Manuel Lino de Animal Político, estos procesos son muy importantes ya que sin ellos no tendríamos plantas comestibles, frutas, verduras, sin polinizadores y dispersores; o la generación de oxígeno y el consumo de CO2 que hacen las plantas, o la renovación del agua dulce que se hace en los distintos ecosistemas.
En Colombia se llevó a cabo la sexta reunión plenaria de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus sigla en inglés), ahí se presentó un informe especial para las Américas.
En el se hizo un esfuerzo por estimar económicamente estas aportaciones que hacen los ecosistemas a las personas.
Fueron 24.3 billones de dólares, “una cifra equivalente al producto interno bruto de la toda región”, dice Zaccagnini, quien es copresidente de la evaluación IPBES para las Américas.
En el IPBES también se dio a conocer que más del 50 por ciento de la población tiene problemas de seguridad de agua; 72 por ciento de los bosques secos tropicales de Mesoamérica se han convertido en paisajes dominados por humanos desde el asentamiento preeuropeo; 88 por ciento del bosque Atlántico tropical se ha transformado en paisajes dominados por humanos desde el asentamiento preeuropeo.
También las fuentes renovables de agua dulce han disminuido más de 50 por ciento desde 1960; 1.5 millones de hectáreas de pastizales se han perdido en las grandes praderas de América desde 2014 a 2015; más del 50 por ciento de la cubierta de arrecifes de coral que había en la década de 1970 también se ha perdido.
Para resolver los problemas, Rodolfo Dirzo propone que para hablar del efecto que tenemos los humanos en la humanidad usemos el término “defaunación”.
“Todo el mundo entiende la palabra ‘deforestación’. Mi argumento es que necesitamos de un término equivalente con respecto a la vida animal, porque su situación es incluso más dramática que la vida vegetal.”
A su vez, Dirzo explica que en la defaunación hay tres grados a considerar.
“Uno de ellos es la extinción global. Vienen a la mente especies animales de reciente extinción como el dodo, el tigre de Tasmania, el sapito dorado de Costa Rica. En nuestro país y el norte del continente americano, hace 10 mil años había mastodontes, mamuts, leones gigantescos, gonfoteros, camellos. toda esa fauna ya no existe, desapareció hace 10 mil años a causa de la presencia de la especie humana en este continente.
“Otro grado es el de las especies zombis: especies que tienen individuos, viviendo, comiendo reproduciéndose pero que, por ser tan pocos, ya no tienen un futuro”. Es el caso de la vaquita marina. “Es un caso muy grave, porque la población va disminuyendo y es la última que existe de la especie. Quedan tan poquitos individuos que se van a cruzar entre parientes cercanos y va a haber problemas de enfermedades genéticas”.
De acuerdo con él, hay también especies que no están desaparecidas, sino que existen solamente en algunos lugares.
“Es el caso del jaguar, que antes se distribuía desde Estados Unidos hasta la Patagonia. Hoy en día de esa distribución solo queda en el sureste de México, Centroamérica y en partes de la Amazonia, al oeste de los Andes. No es una especie extinta, pero sí se extinguieron muchas de sus poblaciones. Este elemento es muy grave, aunque no se le ponga el tache de especie extinta”
Para evitar la completa extinción de los animales, los humanos tenemos la tarea principal de cuidar nuestro medioambiente y alrededores con el fin de preservar la vida animal, así como la humana.