Iñaki Echeverría será el arquitecto del Museo Papalote Verde de Monterrey

¿Cómo surgió la idea de participar en este proyecto?
Hubo un concurso para un proyecto ambicioso y complicado: la transformación de la ex refinería de Azcapotzalco en el parque Bicentenario.

Terminamos dos equipos, uno de ésos era el que coordinaba Marinela Servitje, en colaboración con Mario Schjetnan, Ricardo Legorreta y Sordo Madaleno. Ellos ganaron y un mes después del fallo ella me invitó a su oficina, me presentó el proyecto (de Papalote Monterrey) y me invitó a que colaborara con ellos porque le querían dar un enfoque de educación ambiental. Marinela sintió que mi oficina tenía ya esa sensibilidad desarrollada. El proyecto arquitectónico y la museografía son resultados de una colaboración intensiva del equipo de mi oficina con el de diseño de Papalote.

¿Cómo hacerlo ecológico?
El balance y el equilibrio con el planeta no es nada más un tema de poco consumo de recursos y eficiencia energética, se trata de bienestar humano con reducción del impacto que generamos en el ambiente. Seguro habrán paneles solares, sistemas de captación de agua, filtración de aire, ventilación natural y fachadas operables, pero iremos más allá. Las dos naves que habían dado en comodato no satisfacían los requerimientos de espacio arquitectónico y decidimos construir un edificio bajo tierra que permitirá tener estos metros cuadrados no sólo de construcción, sino de paisaje, y además permitirá regular la temperatura, importante en un clima extremo como el de Monterrey.

¿Qué extensión y áreas tendrá?
Alrededor de ocho mil quinientos metros cuadrados. La idea es que haya una Imax, también todas las salas que existen en el Papalote y tenemos la intención de generar un jardín botánico. Todo lo trabajamos de la mano con el grupo que desarrolla el contenido del museo. Existirán talleres, una tienda que recicla basura a través del arte y una zona de juegos relacionados con agua.

¿Qué aporta tu visión de papá a este proyecto?
Cuando le dije a mi hija que iba a ser el museo del niño me dijo: “del niño y de la niña papá” (risas). Mis hijos son usuarios cotidianos del Papalote, he ido mucho con ellos antes de tener nada que ver con el asunto. Más allá de lo que hagamos y del discurso cultural, tiene que ser el sitio en el que los niños se diviertan y absorban un mensaje en una forma en que realmente lo gocen. Sumada a la capacidad de mi equipo de hacer el edificio, están los 25 años de experiencia de hacer museos de la gente de Papalote.

¿Cuándo comienza la construcción y cuándo finalizará?
Iniciará en octubre y terminará en 2011. EL equipo que armé para desarrollar este proyecto es increíble, no sólo desde el punto de vista de la arquitectura. Trabajaremos con la mejor gente del mundo, experimentados ingenieros alemanes. El objetivo es que las ideas no se supediten a lo que sabemos hacer aquí, sino buscar personas que hagan que suceda todo lo que se ambiciona.
Utilizarás materiales locales para construcción como vidrio, concreto, acero…

Para mí una forma de ser contextual, sin caer en las caricaturas y en los manerismos de representaciones, es entender la geografía de un sitio: el clima, los suelos, las condiciones del agua, las plantas. No me interesa copiar las expresiones de lo que fue el sitio antes, pero sí tomar cierta esencia; la de esa ciudad es muy industrial.

¿Qué sientes al construirlo?
Mucha emoción, porque es un edifico en el que tomamos la decisión de hacer algo que no fuera necesariamente fácil. Me sentí muy contento de que alguien (Marinela Servitje) que viniera trabajando con unos de los despachos más importantes a nivel nacional e internacional, como es el de Ricardo y Víctor Legorreta, de repente volteara hacia nosotros. Y más aún cuando hacemos una propuesta que sentimos que era bastante radical desde el punto de vista de la expresión plástica. Esa idea de construir algo que pueda ser parte de esta búsqueda de reinventar Monterrey, de reinventar la experiencia de un museo, de desarrollar conciencia sobre lo ambiental desde niños, es muy emocionante.