Que se hable de la menstruación sin tapujos, la #MenstruAcción que impulsa un colectivo, el cual cree que a las mujeres no sólo les causa un cambio emocional la menstruación, sino también un desembolso económico. En Argentina hay seis iniciativas que hablan al respecto.
A partir del paro internacional de mujeres, en la Argentina se comenzó a hablar de #MenstruAcción: una campaña que empezó con una investigación sobre cuánto le cuesta a las mujeres menstruar y que en menos de dos meses ha logrado que se presentaran seis proyectos de ley en ese país. Mayra Zak del colectivo Economía Femini(s)ta, que lleva adelante esta iniciativa, explica por qué la menstruación puede ser un factor de desigualdad de género.
“A principio de año armamos en EcoFeminista un especial para contribuir a los debates del paro internacional del 8M y mientras lo hacíamos nos preguntamos cuál era el costo de menstruar en la Argentina”, explica Zak.
“A partir de esta pregunta comenzamos una investigación en la que encontramos que estos costos, en un contexto en el que aún hoy menstruar es fuente de secreto y vergüenza, se presentan como inescapables y no existen políticas estatales de control de precios ni de salud reproductiva que nos ayuden a afrontarlos. Varios miembros del equipo habían estado investigando el impacto de menstruar desde aspectos no sólo económicos sino sociales y culturales como el estigma, la jerarquización social o la salud”.
Se calcula que hay alrededor de 10 millones de personas que menstrúan en Argentina. La mayoría solo conoce las toallitas y los tampones como método para gestionar su menstruación porque son los que se publicitan y los que, en general, conocen los médicos. Para comprarlos, en 2017 se necesitarán entre 700 y 1000 pesos. Quienes no los tengan, faltarán más a la escuela y serán más propensas a infecciones por utilizar métodos poco sanitarios. Además, para fabricar las toallitas y los tampones que necesitan estas 10 millones de personas, se utilizarán 10.140 toneladas de pasta fluff proveniente del desmonte de selva nativa.
Para Economía feminista, la menstruación será entonces causa de ausentismo escolar, problemas de salud y deterioro ambiental. Todos problemas sobre los que el Estado debería intervenir. En varios países hay campañas y proyectos para eliminar los impuestos a los productos de gestión menstrual (en Argentina pagan IVA, que es del 21%) y en Nueva York se acaba de aprobar una norma que garantiza su provisión gratuita en escuelas, cárceles y refugios de mujeres.
Muchas personas desconocen instrumentos alternativos como la copa menstrual. Una copa vale entre 500 y 700 pesos y dura entre 5 y 10 años. Además, propone otra relación con la menstruación. Contiene más sangre que toallitas o tampones, por lo que no es necesario tener acceso a un baño constantemente, lo que se vuelve crucial para personas en situación de calle o que asisten a establecimientos educativos/laborales sin facilidades sanitarias. En el largo plazo, esto podría reducir costos para garantizar el acceso a la gestión menstrual.
«Los productos de gestión menstrual deben ser considerados de primera necesidad y no estar afectados por el IVA que hoy representa un impuesto por menstruar. Necesitamos que su distribución sea gratuita en escuelas, universidades, comedores, espacios comunitarios, cárceles y refugios para personas en situación de calle. Necesitamos además, generar datos e investigación sobre los efectos de su uso, desarrollo de productos que cuiden nuestra salud. En un contexto de desigualdad, garantizar estos productos contribuye a que las personas en situaciones de vulnerabilidad no vean aún más reducidas sus posibilidades de inserción social», propone el colectivo.
Las integrantes del colectivo Ecofeminita dicen que el estado debe garantizar la gestión menstrual porque tiene efectos directos…
En la desigualdad…
Las personas que menstrúan van a gastar entre 700 y 1000 pesos durante 2017 en toallitas y tampones en Argentina, lo que equivale casi a una Asignación Universal por hijo. Mientras en la lista de Precios Cuidados hay 15 opciones distintas de shampoos y 13 de desodorantes, hay una sola opción de toallitas, en un empaque de 8 unidades (aunque los de mayor cantidad sean más convenientes) y es el único método de gestión menstrual que figura. Esto resulta en una mayor situación de vulnerabilidad para quienes no pueden comprar estos productos, que reducen sus opciones a destinar un gran porcentaje de sus ingresos o utilizar lo que tengan a mano.
En la educación…
Se estima que se pierden entre el 10 y el 20% de los días de clase por falta de acceso a productos para la gestión menstrual e instalaciones sanitarias en las escuelas. Millones de personas tienen mayores chances de abandonar la escuela después de la primera menstruación en el mundo, y en Argentina no hay estadísticas oficiales al respecto.
En la salud…
Cuando no hay acceso a productos para la gestión menstrual, las personas recurren a prácticas poco sanitarias que aumentan el riesgo de infecciones del cuello de útero e infertilidad. Tampoco hay suficiente investigación a nivel mundial acerca de la exposición a químicos por el uso de tampones y toallitas para saber qué efectos puede causar la exposición a largo plazo a las sustancias cancerígenas que se han detectado en proporciones mínimas en estos productos. En Argentina, por ejemplo, encontraron que el 85% de las toallitas y tampones contienen glifosato, pero no se hicieron experimentos sobre personas para saber cómo podría afectarnos. Necesitamos investigación y desarrollo en productos que cuiden nuestra salud.
En el medio ambiente…
Banco de Bosques estima que en un año se destinan 10.140 toneladas de pasta fluff proveniente del desmonte de selva nativa a la producción de toallitas y tampones. Con esto, las 10 millones de mujeres en edad menstrual de Argentina producen 132 mil toneladas de basura no reciclable ni biodegradable anualmente. Otros métodos reutilizables, como la copa menstrual, no se publicitan en medios masivos ni son subsidiados por el Estado limitando el acceso.
Al preguntarle a Zak por qué consideraba que un tema que afecta a millones de mujeres en el mundo no recibía la atención que merece, sostuvo que “la menstruación no ha logrado todavía trascender el marco de lo personal y volverse político. Aún hoy hablar de gestión menstrual, inclusive entre quienes menstruamos, genera vergüenza, asco y la sensación de que es algo sobre lo que hay que hablar en voz baja y esconder bajo la manga. Entendemos que la menstruación es un problema feminista, porque quienes menstruamos formamos parte de la población más desfavorecida por la brecha salarial, porque la sangre que perdemos todos los meses durante casi 40 años sigue siendo tabú, porque hay niñas y mujeres faltando a sus escuelas y trabajos por no poder gestionarla, porque no hay investigaciones ni estadísticas públicas sobre la temática, ni forma parte de las preguntas de rutina que nos hacen nuestros ginecólogos y ginecólogas. Menstruar es altamente político y es momento de que nos demos cuenta”.