Si bien la inteligencia de un directivo se mide por su coeficiente intelectual y su experiencia adquirida post estudios, pero este factor también está relacionado con las emociones, que potencian o debilitan las habilidades intrínsecas de cada persona.
Es muy común encontrarse en posiciones jerárquicas con algunas personas que tienen gran conocimiento y están especializados, pero que no lograron cumplimentar sus objetivos porque carecen de la capacidad de mantener sus emociones equilibradas y positivas para generar empatía con el entorno, y tomar mejores decisiones. Dicha capacidad es la inteligencia emocional.
El principal desafío que toda persona debería plantearse entonces es poder adquirir y cultivar la inteligencia emocional mientras se acentúa y se manifiesta la inteligencia racional.
De esta manera, comenzaremos con un concepto esbozado de cómo los estados de ánimo y las emociones que los predisponen determinan de manera casi sistemática no sólo la relación con los pares sino también el logro de metas y objetivos trazados. Y luego daremos algunas pautas de cómo poder aplicar y hacer del uso de la inteligencia emocional un hábito para crecer tanto personal como profesionalmente.
Podemos resumir entonces que el miedo, la ira, bronca, tristeza, frustración, rencor, orgullo y avaricia son las emociones que van carcomiendo paulatinamente las emociones positivas, tales como el entusiasmo, la confianza, el amor, la alegría, la generosidad, el desapego o la integridad, que son las que nos hacen triunfar y nos conducen a un estado de plenitud y felicidad.
Pautas para aplicar la inteligencia emocional:
1. Ser honesto con uno mismo
No hay peor obstáculo en el camino que mentirse a uno mismo. Culpar y responsabilizar a las demás personas o a la sociedad no es más que una mera forma de esquivar el verdadero rol que cumplimos en las situaciones.
Creer y depositar en el afuera las desgracias o las derrotas fomentan la frustración, y se instauran en la mente un conjunto de creencias nocivas que luego en un futuro se volverán a implementar de manera casi inconsciente.
Por el contrario, la capacidad de entablar un diálogo interno sincero, reconocer los errores, estar abierto al cambio, aprender y perdonarse conllevan a una depuración de las emociones negativas y constituyen una psiquis fuerte y con resistencia a los problemas y crisis.
2. Comprender y rodearse de personas de diferentes ámbitos
Los estilos de vida sectarios, los estereotipos y los prejuicios no son más que un fantasma camuflado del miedo a ser aceptado o a pertenecer. Desde pequeños se nos ha inculcado ciertos patrones de conducta que tienen a relacionarse sólo con personas que compartir algún aspecto cultural en común. Pero esta práctica lejos de beneficiarnos lo único que logra es cerrar la mente a nuevas experiencias y a conocer en profundidad al otro.
Aceptar las diferentes maneras de pensar, aun sin compartirlas, y poder convivir y generar vínculos con personas diferentes a nosotros es un signo de inteligencia emocional ya que favorece la empatía, el poder colocarse en el lugar del otro e incorporar en nosotros mismos nuevas maneras de ver el mundo.
3. La persistencia, esa increíble cualidad
No triunfa quien tiene un gran día o talento, sino quien sigue intentando cuando varias puertas se han cerrado en el pasado. La voluntad y determinación que genera no darse por vencido y no acatar como una tabla sagrada las imposiciones que la sociedad ha depositado en nosotros logran con el paso del tiempo revertir cualquier traspié y conseguir el esperado logro.
La persistencia, es más importante que la idea del millón, el capital y la tecnología.
En el mundo de los negocios y sobre todo de los emprendimientos que apenas comienzan tener la inteligencia emocional para fijarse plazos e ir cumplimentándolos pese a las piedras en el camino es la verdadera llave de la realización.
4. La felicidad en el camino y no en la cima
La felicidad no es en sí mismo un sentimiento que se pueda sentir de manera única sino que para lograr un estado feliz hacen falta variables que estén en sintonía, como sentirse conforme y satisfecho con uno mismo, dejar atrás los dolores del pasado, tener aspiraciones de futuro, dar sin esperar recompensas, formar relaciones de amor, y dedicarse a lo que verdaderamente genere pasión y entusiasmo.
Dicho de esta manera pareciera escaparse aún más la tan preciada felicidad, pero si logramos comprender que sólo dando el primer paso y estando en el camino que nos lleve a nuestros deseos ya se comienza a sentir felicidad de inmediato sin la necesidad de grandes hazañas o logros, no la veremos tan lejana.
La felicidad se experimenta cuando la motivación de nuestros proyectos logran derribar los miedos del pasado y nos llevan a un lugar que nos obligue renacer, mejorar, cambiar y brillar.
La clave entonces comienza por lo más simple: entender, decodificar y sustituir las emociones negativas por positivas. Es decir, aplicar la inteligencia emocional a nuestros negocios, profesiones, relaciones y objetivos.
Fuente: Alto Nivel