¿Quién es la persona más poderosa del mundo?, ¿Donald Trump?, ¿Vladimir Putin?, ¿Angela Merkel?… tienen mucho poder, cierto, pero la verdad es ¿qué tanto podrían influir en otros líderes, empresarios o instituciones?
En ese marco, tal vez habría que voltear a mirar a Larry Fink, quien es sin duda el hombre más poderoso de los mercados y por ende, con una altísima influencia a nivel global cuando hace declaraciones.
Fink dirige Black Rock, la mayor gestora de fondos del mundo que administra más de seis billones de dólares.
Año con año, este empresario escribe una carta dirigida a los presidentes de cientos de compañías donde tiene participación, para ofrecerles su visión del mercado y sugerirles pautas de comportamiento.
¿Qué tiene que decirnos este empresario este año? Muchos podrían pensar que su mensaje se centra en ganancias y rentabilidad, sin embargo es todo lo contrario, la carta de Larry Fink 2019 vuelve a ser un llamado a las empresas con propósito, a la responsabilidad corporativa y a la visión de largo plazo en medio de un mundo sumido en la incertidumbre.
A continuación, citamos textualmente la carta de Larry Fink 2019, donde es posible entender la coyuntura global actual y la urgencia de empresas responsables con visión de largo plazo.
La carta de Larry Fink 2019
Cada año, me dirijo a las empresas en las que BlackRock invierte en nombre de sus clientes, la mayoría de los cuales cuenta con horizontes de inversión a largo plazo y se encuentra en fase de planificar su jubilación. En calidad de fiduciarios para estos clientes, que son los dueños de su empresa, promovemos prácticas que, a nuestros ojos, impulsarán un crecimiento y una rentabilidad sostenibles a largo plazo. A medida que nos adentramos en 2019, comprometerse con la adopción de un enfoque a largo plazo resulta más importante que nunca: la coyuntura internacional es cada vez más inestable y, por consiguiente, vulnerable al comportamiento a corto plazo tanto de empresas como de Gobiernos.
La incertidumbre en los mercados es generalizada, y la confianza se está deteriorando. Son muchos los que creen que el riesgo de que se produzca una recesión cíclica ha aumentado. En todo el mundo estamos observando cómo el sentimiento de frustración, derivado de años de estancamiento salarial, del efecto que ha ejercido la tecnología en el mercado laboral y de la incertidumbre sobre lo que deparará el futuro, ha impulsado el malestar social, los nacionalismos y la xenofobia. Ante esta situación, algunas de las principales democracias del mundo se han sumido en una devastadora disfunción política que, lejos de aplacar la situación, ha acentuado esta frustración social. La confianza en el multilateralismo y en las instituciones públicas se está desmoronando.
La sociedad, angustiada por los cambios económicos fundamentales y el fracaso de los Gobiernos a la hora de ofrecer soluciones duraderas, está recurriendo de forma creciente a las empresas, tanto de la esfera pública como privada, para abordar los acuciantes problemas que adolecen la sociedad y la economía y que abarcan desde la protección del medio ambiente hasta la jubilación, pasando por la desigualdad racial y de género, entre otras cuestiones. Estas presiones sociales sobre las empresas, impulsadas en parte por las redes sociales, se están intensificando con mayor celeridad y su alcance es mayor que nunca. Además de estas presiones, las compañías han de capear las dificultades que entraña una coyuntura financiera propia de la fase final del ciclo, como el incremento de la volatilidad, que puede estimular la adopción de enfoques orientados a maximizar las rentabilidades a corto plazo en detrimento del crecimiento a largo plazo.
El propósito y los beneficios: un vínculo indisoluble
El año pasado, escribí que todas las empresas necesitan valerse de un marco para abrirse camino en este complejo panorama, y que este debe comenzar por que el propósito de cada compañía se vea fielmente reflejado en su modelo de negocio y en su estrategia corporativa. El propósito no es un mero eslogan o una campaña de marketing, sino que constituye una razón de ser fundamental de las empresas: lo que hacen cada día para generar valor para sus partes interesadas. El propósito no persigue únicamente generar beneficios, sino que es la fuerza motriz para lograrlos.
Los beneficios no son, en ningún caso, incompatibles con el propósito: de hecho, los beneficios y el propósito van de la mano de forma indisoluble. Los beneficios son fundamentales si una empresa quiere prestar sus servicios de manera efectiva a todas sus partes interesadas a lo largo del tiempo; no solo a los accionistas, sino también a sus empleados, a sus clientes y a la sociedad. Del mismo modo, cuando una empresa es realmente consciente de su propósito y así lo expresa, opera con el enfoque y la disciplina estratégica capaces de impulsar la rentabilidad a largo plazo. El propósito aúna a los equipos directivos, los empleados y las comunidades. Impulsa el comportamiento ético y posibilita un aspecto esencial: la identificación de actividades contrarias a los intereses de las partes involucradas. El propósito fomenta la cultura, proporciona un marco para la toma de decisiones coherente y, en última instancia, contribuye a apuntalar las rentabilidades financieras a largo plazo para los accionistas de su empresa.
El mundo necesita su liderazgo
Yo mismo, en calidad de consejero delegado, me veo sometido en primera persona a las presiones a las que se enfrentan las empresas en el polarizado contexto que impera en la actualidad y al desafío que supone capearlas. Las partes interesadas están presionando a las compañías para que se involucren en problemas sociales y políticos delicados, especialmente a medida que constatan cómo los Gobiernos fracasan a la hora de hacerlo de forma efectiva. Como consejeros delegados que somos, no siempre tomamos las medidas más acertadas. Y lo que es apropiado para una empresa no tiene por qué serlo para otra.
Con todo, una cosa es innegable: el mundo necesita nuestro liderazgo. A medida que se acentúan las divisiones, las empresas han de demostrar su compromiso con los países, regiones y comunidades donde operan, especialmente en asuntos vitales para la prosperidad del mundo en el futuro. Las empresas no pueden solucionar todos los problemas del plano social, pero muchos de ellos —como la jubilación y la infraestructura para preparar a los trabajadores para los empleos del mañana— no pueden resolverse sin el liderazgo corporativo.
La jubilación, en concreto, constituye un ámbito en el que las empresas deben restaurar su tradicional posición de liderazgo. Durante buena parte del siglo XX, el contrato social en muchos países contemplaba que los empleadores tenían la responsabilidad de ayudar a sus trabajadores a disfrutar de una buena jubilación. En algunos países, especialmente en Estados Unidos, la transición hacia los planes de prestación definida revolucionó la estructura de esa responsabilidad y dejó un elevado número de trabajadores sin la preparación adecuada. Ahora, prácticamente todos los países se enfrentan al desafío que plantea el incremento de la esperanza de vida y la cuestión de cómo financiarlo. Esta falta de preparación para la jubilación está provocando un enorme sentimiento de inquietud y temor, lo que socava la productividad en los espacios de trabajo y da alas al populismo en la esfera política.
Ante esta situación, las empresas deben asumir una mayor responsabilidad para ayudar a los trabajadores a lidiar con su jubilación, poniendo a su disposición su saber hacer y su capacidad de innovación para solventar este inmenso reto de dimensiones mundiales. Así, las empresas no solo propiciarán una mano de obra más estable y comprometida, sino también una población con mayor seguridad económica allí donde operan.
El propósito, una prioridad para las nuevas generaciones
Las compañías que logren llevar a cabo su propósito y cumplir con sus responsabilidades para con sus partes interesadas logran cosechar beneficios a largo plazo. Aquellas que las ignoran terminan naufragando. Esta dinámica resulta cada vez más evidente en un momento en que la sociedad impone a las empresas unos estándares más exigentes y seguirá acelerándose a medida que los millennials —que actualmente representan el 35% de los trabajadores— expresen sus nuevas expectativas en relación con las empresas en las que trabajan, compran e invierten.
Atraer y retener al mejor talento dependerá de forma creciente de la capacidad de expresar de forma inequívoca un propósito. Habida cuenta de la mejora de las tasas de desempleo en todo el mundo, los trabajadores —no solo los accionistas— podrán tener un mayor poder de decisión a la hora de definir el propósito, las prioridades e incluso los pormenores del negocio de las empresas, y así será. En el último año, hemos presenciado cómo algunos de los empleados más cualificados del mundo han organizado huelgas y participado en polémicas reuniones de empleados expresando su punto de vista sobre la importancia de los propósitos corporativos. Este fenómeno no hará sino aumentar a medida que los millennials e incluso las generaciones más jóvenes ocupen puestos de mayor responsabilidad en las empresas. En una reciente encuesta realizada por Deloitte, se preguntó a los trabajadores millennials cuál debería ser el principal propósito de los negocios: un 63% de ellos contestó en mayor medida «mejorar la sociedad» que «generar beneficios».
En los años venideros, los sentimientos de estas generaciones impulsarán no solo sus decisiones como empleados, sino también como inversores, y el mundo protagonizará la mayor transferencia de riqueza de la historia: 24 billones de dólares pasarán de manos de la generación del baby boom a las de los millennials. A medida que la riqueza se transfiere y las preferencias de inversión varían, los asuntos medioambientales, sociales y de gobierno corporativo cobrarán una mayor importancia en la valoración de las empresas. Esta es una de las razones por las que en BlackRock dedicamos una proporción considerable de nuestros recursos a mejorar los datos y los análisis que utilizamos para calcular estos factores, los integramos en toda nuestra plataforma de inversión y nos involucramos en las empresas en las que invertimos en representación de nuestros clientes para comprender mejor el enfoque de estas compañías hacia ellos.
El compromiso de BlackRock en 2019
Las prioridades en el marco del compromiso del equipo de Investment Stewardship de BlackRock para 2019 incluyen la cuestión del gobierno corporativo, que abarca el enfoque de su empresa a la diversidad en el seno del consejo, la estrategia corporativa y la asignación de capital, las políticas de remuneración que fomentan el largoplacismo, los riesgos y oportunidades en el plano medioambiental y la gestión del capital humano. Estas prioridades reflejan nuestro compromiso por participar en los ámbitos que influyen en las perspectivas de una empresa, no solo durante el próximo trimestre, sino en horizontes temporales más amplios que nuestros clientes tienen en mente.
En el marco de esta participación, no nos limitamos a sus operaciones cotidianas, sino que también tratamos de comprender su estrategia para lograr crecer a largo plazo. Como comenté el año pasado, para que estas iniciativas resulten productivas, no pueden realizarse únicamente a través de los votos por poder en las juntas de accionistas, donde se dirime la aprobación o rechazo de las propuestas presentadas. Los mejores resultados se obtienen entablando un diálogo firme durante todo el año.
Somos conscientes de que, a menudo, las empresas se ven obligadas a tomar decisiones difíciles en pro de objetivos estratégicos más amplios: por ejemplo, si mantener determinadas líneas de negocio o mercados conforme evolucionan las expectativas de las partes interesadas o, en ocasiones, decidir si es necesario realizar una reestructuración de la plantilla. Nosotros mismos, en BlackRock, después de varios años de expansión de nuestra plantilla (7% anual), hemos llevado a cabo una reducción en fechas recientes para posibilitar la reinversión en el talento y crecer a largo plazo. La claridad del propósito ayuda a las empresas a tomar estas decisiones estratégicas de forma más efectiva en beneficio de los objetivos a largo plazo.
El año pasado, nuestro equipo de Investment Stewardship inició un diálogo con las empresas sobre su propósito corporativo y cómo este está integrado en su cultura y su estrategia corporativa, y el compromiso que mostraron a la hora de interactuar con nosotros en este sentido ha resultado alentador. No tenemos ninguna intención de decirles a las compañías cuál debería ser su propósito: eso es responsabilidad del equipo directivo y del consejo de administración. En su lugar, tratamos de entender de qué manera el propósito de una empresa se refleja en su estrategia y su cultura para fomentar una rentabilidad financiera sostenible. Puede encontrar más detalles sobre nuestra forma de involucrarnos en estas cuestiones en BlackRock.com/purpose.
Mi visión sobre el futuro del mundo y sobre las perspectivas para los inversores y empresas que adoptan un enfoque a largo plazo sigue siendo optimista. Nuestros clientes dependen de este enfoque paciente de cara a la consecución de sus objetivos financieros más importantes. Y, al mismo tiempo, el mundo depende de ustedes para integrar y fomentar un enfoque largoplacista en la esfera corporativa.
En un momento de enorme disrupción política y económica, su liderazgo es indispensable.
La visión es a largo plazo… no corto
Al respecto de la misiva, María Fernández, del diario El País, señala que las inversiones socialmente responsables (ISR), que tienen en cuenta criterios relacionados con factores medioambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG), ganan terreno entre las preferencias de los ahorradores. Si bien a corto plazo no son inversiones que presenten mejores resultados, se considera que las firmas más sostenibles resisten mejor las crisis y tienen una vida más larga.
(…) Dentro del gobierno corporativo, se valoran mejor las empresas con plantillas que presenten equilibrios de género o que demuestren un mayor número de independientes en sus consejos. Ricardo Zion, profesor de EAE Business School, destaca que hay una creciente tendencia a rechazar las políticas fiscales agresivas de las multinacionales orientadas a eludir el pago de impuestos. “Tiene un impacto muy negativo en la imagen, aunque sea algo difícil de cuantificar. Las empresas están recapacitando sobre ello”.