La respuesta europea a la crisis no puede limitarse a la austeridad y las reformas estructurales. Un enfoque centrado exclusivamente en estos objetivos produciría enormes desajustes económicos y sociales. Europa necesita un plan para generar empleo y crecimiento. Simultáneamente, las reformas económicas deben integrar las respuestas a los retos que Europa tiene a largo plazo, como son la escasez de recursos y el cambio climático.
Europa presenta el ratio mundial más alto en importaciones de recursos por persona. Es, por tanto, muy vulnerable a un shock de materias primas. En 2030 habrá 3.000 de personas más integrando la clase media y compitiendo por el acceso a recursos crecientemente escasos y caros. De hecho, ya es visible esta gran tendencia a la escasez de recursos, el incremento de precios y la competencia por el acceso a los mismos y hay indicios de que ha incidido en la crisis actual. Por ejemplo, las reacciones económicas asimétricas ante el alza de precios de las materias primas y la energía durante el periodo 2005-2008 tuvieron consecuencias en la crisis europea.
Cada día es más evidente que concentrarse solo en la austeridad y las reformas estructurales no creará empleo ni resolverá las cuentas públicas ni establecerá las bases para la prosperidad a medio plazo. Invertir en una economía verde ayuda a construir el puente entre los dos horizontes temporales, generando crecimiento y empleo ahora y sentando las bases para la prosperidad europea del futuro.
A corto plazo, es vital que los gobiernos incentiven de forma inmediata la recuperación, dado que, de lo contrario, el peso de la deuda de algunos países será insostenible. Las propuestas de reformas estructurales hechas hasta el momento sólo darán su fruto a largo plazo. La demanda y la confianza empresarial son bajas y el margen de la mayor parte de los gobiernos para estímulos fiscales es limitado. Sin embargo, el hecho de que se estén pagando intereses cercanos a cero por valores considerados refugio (deudas soberanas británica y alemana) indica que hay escasez de inversiones productivas y exceso de ahorro buscando destino. En distintas partes de Europa, capital y mano de obra están esperando a ser aprovechados. Es decir, estamos en un momento óptimo para invertir en valores productivos a largo plazo y reducir los desequilibrios europeos.
La eficiencia de recursos es clave para la competitividad y la resiliencia económicas del futuro. Se pueden lograr importantes ahorros y la escala de transformación es inmensa. No hay ningún otro ámbito que ofrezca órdenes de magnitud, oportunidad y necesidad equivalentes. Pequeñas iniciativas públicas que corrijan errores de mercado facilitan grandes inversiones en infraestructuras verdes europeas, generando crecimiento y empleo locales y beneficios para toda Europa. A modo de ejemplo, la parte verde del paquete de 2009 de medidas de estímulo en EE UU fue la de mayor éxito en la movilización de inversión privada. En Europa, se podría constituir un fondo de inversión verde acompañado de una línea de financiación específica que podría movilizar inversiones muy significativas.
Los gobiernos necesitan consolidar sus cuentas a la vez que promueven empleo y crecimiento y adoptan medidas de reforma estructural para fortalecer la competitividad. Sin embargo, este tipo de decisiones pueden reducir la demanda y generar gran malestar social. Una reforma fiscal verde permite dar respuesta a la necesidad de consolidación fiscal de manera más razonable. Si trasladamos parte de las elevadas cargas fiscales sobre el empleo a los consumos de recursos —en la actualidad con una fiscalidad muy baja— podemos crear incentivos al empleo e incrementar las rentas disponibles, generando crecimiento y puestos de trabajo. Europa tiene una extensa y positiva experiencia en fiscalidad ambiental, sobre todo en Escandinavia y en Alemania. La Comisión Europea estima que la tercera parte de los países del euro pueden incentivar empleo y crecimiento trasladando parte de la fiscalidad sobre el empleo a fiscalidad ambiental.
Finalmente, un plan de recuperación también facilita las condiciones para el crecimiento a largo plazo. La innovación es el elemento central en la era de la escasez. Europa necesita fortalecerla para reducir su importación de recursos y reducir su vulnerabilidad ante un eventual shock de materias primas, y debe liderar el pujante mercado de bienes y servicios verdes y bajos en carbono. Pero las industrias verdes competitivas no surgen de la nada. El presupuesto comunitario y los paquetes nacionales de reformas deben priorizar los apoyos en función de las capacidades de la industria para innovar y su potencial de generar beneficios para Europa. La intervención pública puede levantar las barreras del mercado a la innovación y generar rápidas mejoras de coste y eficiencia. Deben ser empleados ajustándose a las recomendaciones de un sólido análisis económico y teniendo en cuenta la imperiosa necesidad europea de crear un círculo virtuoso e integrador de innovación.
Europa no se puede permitir perder tiempo sin rumbo, guiada por parámetros cortoplacistas que sientan las bases para crisis futuras. Un elemento central de la respuesta debe ser un sólido plan para una economía verde e innovadora. Ofrece los cauces para impulsar crecimiento y empleo a corto plazo, mediante la construcción de la infraestructura, la resiliencia y el capital intelectual europeos necesarios para competir y prosperar en el largo plazo.
Fuente: Elpais.com
Por: Teresa Ribera fue secretaria de Estado de Cambio Climático de 2008 a 2011. Laurence Tubiana es directora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales de París, profesora y directora del Centro de Desarrollo Sostenible de Ciencias Po París y profesora en la Universidad de Columbia (Nueva York). Lord Nicholas Stern es profesor de la London School of Economics y execonomista jefe del Banco Mundial.
Publicada: 27 de febrero de 2012.