Nos acercamos a un punto de inflexión social. Los crecientes desarreglos y desequilibrios en prácticamente todos los quehaceres del humano, son una invitación a repensar el modelo de relaciones que hemos establecido.
En este proceso, las empresas, por su importancia, visibilidad e impacto, son posiblemente la institución sobre la cual descansan las más grandes expectativas de una transformación lo suficientemente profunda como para hablar de un antes y un después.
La gerencia está sintiendo la necesidad de pensar más allá del clásico grupo de interés constituido por clientes, proveedores, accionistas e inclusive comunidad.
Este proceso de expansión de la conciencia con respecto al impacto e influencia de las empresas en la vida como la conocemos, ha tenido una respuesta directa bajo los enfoques de la denominada Responsabilidad Social Empresarial. Múltiples formas de contribuir con las comunidades cercanas, de apoyar iniciativas comunitarias, de invertir en salud, cultura, deportes, educación y recreo para ofrecer una mejor vida, están ya en el radar de la mayoría de las empresas. Loable y dignas de todo apoyo, estas iniciativas son reconocidas a través de premios y menciones que evalúan la gestión de las empresas en tan importante tema.
Las universidades e institutos de formación gerencial tienen cursos específicos acerca de la RSE y buscan estandarizar iniciativas al respecto, para que, de una manera profesional y sensible, se cierre la creciente brecha social. Cabe resaltar sin embargo, que estos enfoques tienen también en común un elemento importante.
El modelo de gestión gerencial continúa siendo el mismo. Nos basamos en la administración científica que soporta un sistema de gestión gerencial basado en objetivos. En el fondo, pareciera que principalmente hemos modificado la intención y capacidad de contribuir, pero no necesariamente nos hemos planteado trascender.
Comienza a emerger la necesidad de ir más allá del enfoque tradicional en estas importantes iniciativas. Existe una invitación a transformarnos internamente primero, para lograr una alineación entre nuestra contribución social externa y el modelo de relaciones internas. Esta transformación ocurre en niveles de conciencia distintos a los que han soportado el modelo de negocios desde la Revolución Industrial hasta nuestros días.
En este contexto, donde la percepción de la sociedad y ya no sólo de los consumidores ejerce una presión adicional a las tradicionales presiones competitivas y legales, se configura un medio ambiente más exigente y retador, al cual difícilmente daremos respuesta con conocimientos y eficiencia.
Se hace latente la invitación a trascender en la sociedad, a través de la búsqueda de equilibrios y balances, en lo social y ambiental. Esta realidad invita a que emerja en la empresa la dimensión espiritual, entendiendo la misma como la necesidad de dejar un legado en la sociedad, al abrazar una causa noble, al hacer una diferencia por nuestro comportamiento corporativo y no sólo por nuestra contribución corporativa.
Esta realidad presiona al ser corporativo para su evolución e invita a que se haga latente una manera de ser distinta, más profunda y abarcadora que complementa el trabajo científico de administración, con los necesarios impactos y legados que debemos dejar como resultado de nuestra existencia corporativa.
Es el proceso que inicia un despertar espiritual en las empresas, que presenta posiblemente el mayor reto corporativo: movernos de la mente a la conciencia, de los números a los impactos, de hacer dinero a hacer una diferencia, de trabajar para ser los mejores en el mundo, a trabajar para ser los mejores para el mundo.
Es una profunda invitación a operar como líderes que inspiramos y guiamos y no sólo como gerentes que administramos recursos. Marca muy posiblemente el advenimiento de una nueva era. Las empresas no pueden eludir este reto histórico, para el cual el equipaje necesario, por primera vez, no tendrá que ver con la mente, sino con el alma. Nace el llamado a la dimensión espiritual.
La crisis mundial está por que nos alejamos de Dios, si haceptamos a Jesucristo como nuestro salvador todo cambiará, sino los tiempos serán más malos, Jesucristo nos dice sin mí nada podeis hacer; todo lo tengo por basura una vez que conocí a Cristo nos dice el apóstol Pablo.
Me parece muy profundo y de alcances positivos inimaginables para la sociedad este concepto de espiritualidad en el espectro de Responsabilidad Social Empresarial y su aplicación sin tapujos en la praxis, Estoy de acuerdo con estos criterios y no dudaré, en la medida de mis posibilidades, en promover su implementación sustentable, trascendente en nuestr a empresa.