El Banco Mundial publicó recientemente un informe sobre la situación legal y laboral de las mujeres en el mundo. El resultado es estremecedor: de 173 países analizados, al menos 155 cuentan con una o más leyes que discriminan a las mujeres, y en 100 países existe algún tipo de restricción laboral. Pueden ser leyes en apariencia incluso protectoras, como la prohibición francesa de que una mujer tenga que cargar con más de 25 kilos en el trabajo, o 45 en carretilla.
Pero que resultan en una prohibición de facto para trabajar en empresas de mensajería, por ejemplo. En 18 países, el marido o el padre pueden prohibir legalmente que las mujeres accedan al mercado de trabajo. ¿Cuánto le cuesta al mundo la discriminación? Entre 10 y 25,7 billones de euros en los próximos 10 años, según un informe de la consultoría McKinsey Global Institute.
Incluso en los países más igualitarios, existe una discriminación salarial. Y no es imaginaria: PayScale, una empresa dedicada a analizar nóminas y salarios, ha publicado un análisis exhaustivo de más de 1,4 millones de trabajadores estadounidenses de ambos géneros. Aplicando su propio algoritmo de corrección, han encontrado una situación en la que las mujeres han ganado terreno en algunos campos, pero persiste una desigualdad económica manifiesta para el conjunto de la población:
A la izquierda de la imagen se ve la diferencia salarial entre hombres y mujeres con trabajos y cargos similares. Una diferencia de casi un 3% del sueldo anual, sólo por ser mujer. Y a la derecha una comparación directa, basada en el total de trabajadores: un 25,6% de diferencia en ingresos, debido a las dificultades para acceder al mercado laboral en las mismas condiciones que los hombres. Una diferencia que PayScale ha identificado en cinco factores:
1. El tipo de trabajo: los puestos y sectores con mayores salarios están a menudo dominados por los hombres.
2. El puesto en la escala laboral:la diferencia salarial por género aumenta a medida que aumenta la responsabilidad del puesto.
3. Factores compensables: Para poder identificar la desigualdad entre hombres y mujeres de cualificación similar, PayScale ha incluido factores de control como experiencia, educación, horas trabajadas y localización geográfica.
4. Matrimonio y familia: Incluso aunque cada vez más hombres afirmen que a menudo dan prioridad a la familia sobre el trabajo, las madres trabajadores casadas sufren la mayor desigualdad salarial, cuando se compara a la de los padres trabajadores casados.
5. Prejuicios subconscientes: Los comportamientos que contribuyen a la brecha salarial de género son a menudo el resultado de prejuicios que ni siquiera sabemos que tenemos. Debemos ser conscientes de estas ideas para poder corregir las actitudes y políticas discriminatorias más sutiles.
Lo que la discriminación por género le cuesta al mundo
El experimento de PayScale se acerca bastante al análisis que el Banco Mundial hace del mercado de trabajo en los países sin restricciones:
Sin embargo, allí donde hay restricciones en el mercado de trabajo para las mujeres, éstas se enfrentan también a una brecha salarial mucho mayor. No hablamos sólo de economías de países en desarrollo: Israel o Japón (donde el propio gobierno reconoce que las mujeres cobran casi un tercio menos que los hombres) limitan el acceso a las mujeres a ciertos puestos de trabajo. Aunque el país con mayores restricciones es Rusia: hay más de 450 ocupaciones explícitamente prohibidas para las mujeres, desde conducir camiones hasta instalar antenas. Y, en Europa, aparte de la anécdota francesa, Eslovenia, Polonia y la República Checa también tienen restricciones.
El informe de McKinsey contempla dos escenarios, uno plausible y otro directamente utópico, para hacernos una idea del peso que tiene la ausencia de la mujer en el mercado laboral global. En el primer escenario, en el que todos los países de una región concreta hiciesen el esfuerzo para evolucionar hasta el nivel del país más avanzado de la región, en 10 años hablaríamos de una mejora de 10 billones de euros en el producto interior bruto del planeta.
En el segundo, si todo el planeta permitiese el acceso de la mujer al mercado laboral en igualdad de condiciones, la mejora en una década sería espectacular: hablamos de 25 billones de euros extra, más de la cuarta parte del producto interno bruto mundial actual (unos 97 billones, según el Fondo Monetario Internacional).
Discriminación positiva
Uno de los mayores problemas es la resistencia cultural o sociológica a incorporar mujeres a puestos directivos… O a pagarles menos si lo hacen. Pero los intentos de establecer leyes de cuotas también tienen dificultades políticas. En la Unión Europea, por ejemplo, la Comisión y el Parlamento Europeo estuvieron dos años trabajando en una directiva para aumentar hasta el 40% la representación femenina (algo que Francia ya está legislando por su cuenta) en los consejos de administración de las empresas de cotización pública… Que terminó fracasando hace un año y hoy sobrevive como «recomendación».
Uno de los argumentos más repetidos en contra de la discriminación positiva es que se da preferencia a alguien sólo por ser mujer. Cuando el espíritu es que, frente a dos candidatos igual de cualificados, se dé preferencia al género menos representado. En ciertas culturas, el cambio no se va a conseguir solo. El ejemplo más extremo en una economía desarrollada es Japón. Desde 1980 hasta 2005, el país asiático casi triplicó la presencia de mujeres en puestos ejecutivos: del 1% al 2,8%. Aunque en las mayores compañías todo sigue igual: la única mujer presente entre los ejecutivos mejor pagados de los últimos años ni vive en Japón ni es japonesa.
Aunque todo eso son problemas del Primer Mundo si los comparamos con los 18 países donde está prohibido trabajar sin el permiso de un hombre, o los 32 países donde una mujer adulta no puede obtener un pasaporte por sí misma. A pesar de que aún queda mucho por mejorar, el informe del Banco Mundial también invita al optimismo: en los últimos dos años, 65 países han implementado reformas para que las mujeres ocupen su lugar en el mundo. El mismo que los hombres. La economía mundial saldría muy beneficiada.
Fuente: Magnet