La plática con el Dr. César Domínguez Pérez Tejada, director del Instituto de Ecología de la UNAM, tiene un inevitable carácter festivo, ya que la institución se encuentra celebrando sus 15 años de existencia con excelentes resultados. Y, comenta Domínguez, festejarán no sólo de manera “muy académica”, sino con lo que ellos llaman “un cambio de paradigma”; es decir, haciendo las cosas de una forma distinta y, esperan, mejor.
“La tradición de este Instituto es hacer ciencia básica. Pero en los últimos años basta con abrir los periódicos para darte cuenta de cómo se poniendo la cosa. No necesitas ser científico para darte cuenta que nos enfrentamos con problemas de una enorme complejidad.
“Entonces estamos tratando de mover el Instituto hacia esta parte de vinculación con la sociedad. Una de las celebraciones más importantes va a ser una reunión para examinar el pasado, presente y futuro del Instituto. Creo que no hay duda de que en el futuro tenemos que estar mucho más vinculados con los problemas nacionales”.
Pero no sólo es en el futuro donde Domínguez Pérez Tejada ve esa vinculación; de hecho, ya están trabajando intensamente en ella.
En medio de una charla sobre la ecología evolutiva de los pinos, las perversiones de la conducta sexual de las plantas y de recuerdos de cuando en 1972 José Sarukhán fundara el Laboratorio de Ecología de Poblaciones en el Instituto de Biología, surge la pregunta:
¿Qué tanto se escucha la voz del Instituto de Ecología, qué tanto se le hace caso?
“Creo que no tanto como debería. Es una tarea conjunta. No quisiera decir que no nos hacen caso, probablemente no hablamos suficiente alto. En todo caso, es una culpa compartida.
“Pero creo que cada vez más las instancias gubernamentales están escuchando a los científicos y éstos están cada vez más preocupados por dar su punto de vista.
“Pero los problemas que tenemos ahora no pasan por una sola institución como puede ser ésta. Los problemas son multifactoriales y requieren ser enfocados como tales. Es decir, abordados por equipos donde haya abogados sociólogos, economistas, ecólogos, geólogos…
“En ese sentido, tenemos una iniciativa que es muy importante en los Laboratorios Nacionales, para los que Conacyt hizo una convocatoria y el Instituto ganó un concurso para hacer el Laboratorio de las Ciencias de las Sostenibilidad (podríamos hablar un par de horas sobre si es sostenibilidad o sustentabilidad, yo creo que es la primera, pero no lo discutamos ahora).
“El objetivo de ese laboratorio es ligar la ciencia con la toma de decisiones. Hicimos un consorcio el Instituto de Ecología, el de Ingeniería, el PUMA (Programa Universitario del Medio Ambiente) el INE (Instituto Nacional de Ecología, de la Semarnat) y la Conap (la Comisión Nacional de Áreas Protegidas).
“Tenemos el proyecto de hacer una maestría, si este país está necesitado de científicos también está, y no exagero, desesperadamente necesitado de gente que esté capacitada para tomar las decisiones.
“Estamos haciendo la maestría en ciencia de la Sostenibilidad y después vamos por la licenciatura”.
¿Qué tan sensible ven al resto de la sociedad, políticos, empresarios, a establecer estos vínculos más estrechos?
“Yo creo que es un proceso que cada vez ocurre más. Cada vez más empresas se acercan a la academia para buscar soluciones, cada vez más los tomadores de decisiones nos toman en cuenta. Claro que estamos aún lejos del mundo ideal.
“Porque la toma decisiones es muy compleja. Es como cuando tienes un coche viejo, un clásico, y tener funcionando te sale más caro que comprarte uno nuevo. La decisión que lo que hay que hacer puede ser, vista por encima, bastante clara, pero hay tantos factores a tomar en cuenta y que afectan, el factor emocional en mi ejemplo del coche, que lo hacen muy complejo.
“Mira por ejemplo de la Supervía. Ha sido un estira y afloja muy fuerte, ha sido muy difícil ponerse de acuerdo incluso entre personas que dirías que tienen un buen conocimiento del problema. Si le preguntas a un biólogo tendrás una opinión en un sentido y si le preguntas a alguien preocupado por solucionar el tráfico en Santa Fe, tendrás otra completamente distinta.
“Pero me parece que nadie está tomando en cuenta el problema a mediano y largo plazo. A lo mejor puedes pensar que el daño a las poblaciones biológicas no es tan importante o sí, pero qué va ocurrir, creo que esto es fundamental, con el crecimiento futuro de la ciudad hacia una de las zonas importantísimas de recarga de agua para el valle.
“Entonces a lo mejor la Supervía no tendrá efecto alguno ahorita, pero a mediano y largo plazo las cosas son aun más complicadas y pienso que todas las decisiones deben contemplar lo que puede suceder a 15, 20 o más años.
“Por ejemplo, la decisión de fundar Santa Fe misma hace veintitantos años, ahora podemos decir si fue buena o mala, pero ya no podemos hacer más.
“Hace falta que nos demos cuenta de que las decisiones tienen consecuencias más allá de los plazos políticos y administrativos. Y tomar las decisiones adecuadas con los costos sociales y políticos que tienen, que eso es lo que normalmente nadie se quiere echar encima”.
¿Y ustedes? ¿Están dispuestos?
“Nosotros cumplimos con señalar los aspectos que vemos. Espero que nadie tenga la utopía de que los científicos tenemos las respuestas a todo. Los científicos conocen muy bien algunos fenómenos y pueden dar predicciones sobre ellos, por eso creo que son muy importantes las asociaciones con sociólogos, abogados y economistas, empresarios y demás, porque los problemas son muy, muy, complejos”.
Fuente: El Economista, p. 52.
Reportero: Manuel Lino.
Publicada: 6 de junio de 2011.