Nueve años de crisis. Nueve años llevamos ya. Y, sí, seguramente no estemos ya en los momentos más difíciles, pero desde luego las vacas siguen estando flacas. Y es que con recortes en derechos humanos, es difícil que las vacas engorden. Las políticas adoptadas en España para salir de la crisis, auspiciadas por la Unión Europea, han consistido en buena medida en suprimir y disminuir el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el Estado en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC), según denuncia Alejandra Villaseñor en su artículo Economía y Derechos Humanos. Iniciativas emprendedoras de la Economía Social y Solidaria en España como alternativas para el ejercicio efectivo de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, publicado originariamente en el libro: Derechos Humanos: Realidades y Desafíos, coordinado por Carolina Bastos León y Alejandro Wong Meraz (Ed. Vlex, México, 2017). Y estos derechos son derechos humanos, tal y como los recoge la Declaración Universal de 1948. Y Villaseñor lo afirma con rotundidad en su artículo: “la efectiva satisfacción de los derechos humanos, especialmente los Derechos Económicos, Sociales y Culturales, está estrechamente ligada al Desarrollo Humano”, puesto que derechos y desarrollo humanos “comparten como visión y propósito común, garantizar la libertad, el bienestar y la dignidad de cada ser humano”. Ahí es donde entra la Economía Social y Solidaria (ESS), porque tiene la misma visión y propósito.
La ESS puede asumir un rol principal en determinadas áreas que permita “encontrar alternativas de crecimiento económico que no impliquen el recorte de DESC, como es actualmente frecuente en el Estado español”, asegura Villaseñor. La ESS podría favorecer la transición de la economía informal al trabajo decente, puesto que es un buen marco para hacer efectivos los derechos laborales y puede facilitar el acceso a financiación, tecnología y mercados. También podría contribuir a la ecologización de la economía y la sociedad, así como al desarrollo económico local. Precisamente estos dos aspectos son dos de las características de la ESS por las que también sería una estrategia útil para desarrollar ciudades más sostenibles. Además, la ESS promueve el bienestar y el empoderamiento de la mujer, en la medida en que “facilita el acceso al mercado laboral en condiciones justas, en contra de la discriminación y a favor de la conciliación familiar”, defiende Villaseñor, permitiendo “renegociar las relaciones tradicionales de género”.
La Economía Social y Solidaria está apoyando ya a millones de pequeños agricultores, permitiendo “el empoderamiento del minifundista, la seguridad alimentaria y la soberanía alimentaria”, en palabras de esta doctora en Derecho. Además, las entidades de la ESS pueden facilitar el acceso local a los servicios sanitarios, favoreciendo así una cobertura sanitaria universal. Como culmen, Villaseñor señala que la ESS puede desarrollar unas finanzas solidarias, puesto que “propone crear un sistema monetario estable y centrado en las personas”, y ya existen ejemplos de grupos de ahorro comunitario que han financiado el desarrollo local.
La Economía Social y Solidaria es mucho más que un mero aporte a las teorías económicas. Es un cambio social que ya está en marcha. Según Villaseñor, en España este movimiento se organiza fundamentalmente a través de la Red de Redes de Economía Alternativa y Solidaria (REAS), que nació en 1995 y que, sin contar a Fiare, “la iniciativa más ambiciosa en el ámbito de las finanzas éticas”, agrupa a más de 300 empresas y entidades que cuentan con más de 14.000 personas y en torno a 220 millones de euros de ingresos anuales. Si incluimos a Fiare, tendríamos que sumar otras 37.200 personas y un ahorro recogido de más de mil millones de euros, según los datos de 2014 facilitados por Villaseñor.
Economistas sin Fronteras comparte la opinión de Villaseñor, ya que tal y como explica en su artículo esta experta en Derechos Humanos, “es una alternativa a la lógica del capital y a la búsqueda del máximo beneficio”. “La Economía Solidaria pone a las personas y su trabajo en el centro del sistema económico”. Un sistema económico que trabaje para las personas, y no al revés. Parece lógico luchar por ello.
«Este trabajo ha sido publicado en el libro Derechos Humanos: Realidades y desafíos, coord. Carolina Bastos León y Alejandro Wong Meraz, Ed. Vlex, México, 2017».
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Comunicado de Prensa.