Todos los días, un grupo de pepenadores recorre calles, basureros y parques industriales de San Pedro Sula, en Honduras, con un propósito: recolectar la mayor cantidad posible de plástico posconsumo y postindustrial, el cual será trasportado hasta las puertas de Grupo Vanguardia, corporación que lo compra para reciclarlo.
Mientras se hace el trámite de pesaje del material acopiado, los recolectores aguardan en una sala de espera hecha especialmente para ellos, con sillones cómodos, café, servicio de sanitarios y aire acondicionado. El recibidor da cuenta de la labor de este grupo de trabajadores, una fotografía que cuelga en las paredes muestra al “recolector del mes”.
De ahí saldrán con dinero en el bolsillo, ya que el pago se les realiza de inmediato. Dependiendo de la cantidad, puede ser en efectivo o en cheque, y cuando la cifra es mayor se les hacen transferencias bancarias. “La idea es que ellos inmediatamente puedan volver a realizar el ciclo de recolección y estén moviendo ese capital”, explica Sofía Moya, actualmente CEO de Grupo Vanguardia.
Con su esquema de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), Vanguardia podría demostrar que las innovaciones en países emergentes probablemente no serán en tecnología, pero sí en nuevos modelos de negocios inclusivos, “en términos de incorporar a poblaciones vulnerables dentro de la cadena de valor de la compañía”, comenta Felipe Pérez, catedrático del INCAE Business School, quien ha estudiado el caso de la compañía hondureña.
Sus primeros años
Esta empresa familiar inició operaciones en 1992 bajo el nombre de Plásticos Vanguardia: procesaba 6,800 kilogramos de plástico virgen al mes, y operaba con sólo nueve empleados para producir empaques plásticos para los juguitos conocidos como Boli.
Seis meses después de que la compañía comenzó a operar formalmente, se unió a la dirección general de la empresa su fundador Eduardo Moya, un ecuatoriano que llegó a Honduras junto con su esposa en 1968 y se mantuvo como presidente de Vanguardia hasta 2008.
Esa labor llevó a Eduardo a viajar frecuentemente a Alemania a una de las ferias más importantes de plásticos conocida como K 1993 Düsseldorf, la cual se celebra cada tres años. Fue ahí donde vio por primera una maquinaria de origen taiwanés que reciclaba desechos plásticos.
Así, en 1994 surgieron dos nuevas unidades de negocios: Ecoplast (enfocada en la fabricación de pelotas, palanganas, rollos y bolsas de plásticos pigmentados, producidos con material reciclado) y Eticlass (dedicada a la elaboración de etiquetas de plástico lisas e impresas). De esta forma, Plásticos Vanguardia se diversificó y comenzó a producir también, bolsas, rollos de plástico y rollos termoencogibles, entre otros, creados a partir de material virgen.
Con este progreso, Eduardo se embarcó en un proceso para mejorar los sistemas de gestión de calidad de la compañía en 2002, asesorado por el Consejo Empresarial Hondureño para el Desarrollo Sostenible (cehdes), con el propósito de certificarse en ISO 9001:2000. “Fuimos la primera empresa de plásticos en Honduras en conseguir esta certificación en 2004”, comenta Sofía Moya.
Encuentro con la RSE
Durante este proceso de normalización, el cual se extendió por casi año y medio, Eduardo escuchó hablar por primera vez de la RSE y quedó impresionado por los beneficios que le traería tanto a la empresa como a la comunidad.
Motivado por las bondades que prometía la RSE, Eduardo Moya inició un proyecto en 2004 para que la compañía se alineara al modelo propuesto por la Fundación Hondureña de Responsabilidad Social Empresarial (FUNDAHRSE). Este proceso requirió ordenar la actividad de la compañía en cinco pilares estratégicos: visión, misión y valores; calidad de vida en la empresa; compromiso con la comunidad; responsabilidad ambiental, y comercialización y mercadeo responsable.
A partir de ese momento el rumbo de la firma tomó un camino distinto. Adentrándose más en el tema de la RSE, Eduardo se enfocó a develar cuál era la situación de la cadena de suministro del plástico en Honduras, identificando que existían dos fuentes de esta materia prima: uno virgen y otro postindustrial o postconsumo, cuyo valor era entre 40% y 50% más barato que la materia pura. “El costo fue un primer motivador y, a través de ello, se dio cuenta de que en Honduras había un grupo de personas que trabajaba recuperando basura en el sector informal, mismo que le podría proveer del plástico para reciclar”, explica Felipe Pérez del INCAE.
La incorporación de estos recolectores a la cadena productiva de la compañía necesitó la elaboración de un proyecto de negocios, incluyendo, la creación de un slogan: “Reciclemos juntos para un futuro más limpio”.
También fue necesaria la formalización de alianzas con otras empresas, ya que el proceso se compone de tres partes: Vanguardia localiza a las compañías que generan desperdicios plásticos y las convence de vendérselos, pero no de forma directa, sino a través de sus recolectores, quienes después de clasificarlo y limpiarlo, lo revenden a Grupo Vanguardia a un precio mayor, cerrando de esta manera un círculo productivo.
El último paso del proyecto incluyó la selección y capacitación de los recolectores, que en un inicio fueron solamente 15 personas. Sofía Moya recuerda que su padre, Eduardo Moya, visitó diversos basureros en ciudades como San Pedro Sula, Villanueva, Chomola y Tegucigalpa para entrar en contacto con estos pepenadores y convencerlos de participar como proveedores del plástico.
“Al principio hubo mucha reticencia de parte de ellos porque no sabían cómo clasificar el material, pues existen diversos tipos de plástico”, resalta la hoy CEO de Vanguardia. Una vez que lograron convencer a los primeros recolectores, fue necesario crear un programa de capacitación para aprender a clasificar y limpiar el material, así como enseñarles el manejo ideal para poder reciclar el plástico.
Con la incorporación de estos pepenadores y el resto de los cambios que se hicieron al interior de la empresa (como programas de ahorro de energía y cuidado del agua, entre otros), Vanguardia ha obtenido durante siete años consecutivos, desde 2008, el sello de FUNDAHRSE como empresa socialmente responsable; en 2009 y 2011 también recibieron el reconocimiento del Centro Mexicano para la Filantropía (Cemefi) como empresa ejemplar latinoamericana, por su contribución al medio ambiente.
Desde 1999 hasta finales de 2014 habían reciclado más de 51 millones de kg de plástico. En promedio, cada mes la compañía recicla alrededor de 450,000 kg de plástico.
De pepenadores a microempresarios
Con el paso del tiempo se fueron integrando más recolectores como proveedores del plástico, hasta alcanzar las 200 personas en la actualidad: cerca del 90% son hombres entre 30 y 55 años de edad, con niveles de escolaridad que no rebasan la educación básica. Alrededor del 70% de estos pepenadores le venden a Vanguardia menos de 450 kg de plástico al mes, aunque los casos más exitosos llegan a rebasar los 11,000 kilogramos en ese mismo lapso.
Cuando los pepenadores se unen como proveedores de Vanguardia, reciben una capacitación de 12 horas repartidas en seis fines de semana, en donde se les incluyen temas como reciclaje, RSE, capacitación técnica sobre diferentes tipos de plástico y desaduanaje de desperdicios plásticos.
Uno de los temas fundamentales de este programa de entrenamiento es el de contabilidad básica, pues Vanguardia trata de alentar a estos recolectores para que se vuelvan microempresarios. Al hacerles pagos mediante transferencias bancarias también los ha acercado al sistema financiero para que tenga su propio historial bancario. Cuando es necesario, la compañía hondureña les ha llegado a hacer préstamos de dinero, sin cobrarles intereses, por hasta el 75% del valor total de un vehículo o maquinaria, que necesitan adquirir para desarrollar adecuadamente su trabajo.
Lo anterior ha dado como resultado que algunos recolectores hayan establecido empresas formales, es decir, contratando empleados con salarios por nómina, prestaciones salarios por nómina, prestaciones y pagando impuestos, aunque no en todos los casos es así. “Tenemos varios casos en los cuales hemos visto la transformación de nuestros recolectores, quienes iniciaron sin tener una fuente formal de ingresos y actualmente cuentan con seis o siete empleados; lograron hacerse de una vivienda y algunos de sus hijos ya van a la universidad”, explica Sofía Moya.
Adicionalmente, este año la empresa hondureña empezó a enviar a un grupo de sus proveedores a capacitarse directamente en FUNDAHRSE sobre gobernabilidad, con la finalidad de sensibilizarlos en torno a la RSE.
Negocios inclusivos
La evolución que ha tenido la compañía ha hecho que sea una clara muestra de negocios inclusivos. “Hay trasnacionales que hacen RSE, pero no necesariamente vinculada a su negocio central, sino que son actividades más altruistas. Vanguardia, en cambio, ha dado un paso adelante al incorporar grupos de bajos ingresos dentro de su modelo de negocios. De alguna forma, ellos ven la operación del reciclaje como parte de la cadena de valor de su empresa y no como RSE”, resalta Felipe Pérez.
El académico atribuye a esta razón el motivo por el cual la RSE en Vanguardia no es tan sistematizada como en otras organizaciones. “Lo que les hace falta es llevar un proceso formal de planificación estratégica, incorporando de manera explícita la sostenibilidad o RSE. No quiero decir que no manejen indicadores, pero necesitan hacer ese reporte de forma más sistematizada.”
El paso de la compañía por la RSE se ha dado de manera paralela al crecimiento de su rentabilidad. Grupo Vanguardia tiene actualmente 340 trabajadores directos, sin contar aquellos empleos que genera a través de los recolectores. Hasta 2013 tenía cinco empresas: Ecoplast, Plásticos Vanguardia, Eticlass, Plastimundo y Arte Fotopolímeros; que se fusionaron como una sola compañía.
En años recientes Vanguradia incluyó nuevas líneas de producción para fabricar productos más especializados destinados para atender mercados como empaques para manteca, snacks, galletas, agua embotellada, dulces, etcétera. “Hemos logrado diversificarnos. En este momento 54% de nuestras ventas corresponde a productos fabricados con materia virgen y 46% con plástico reciclado”, explica Sofía Moya. La empresa exporta productos terminados a Centroamérica, el sur de México y hacia Estados Unidos.
Poco antes de terminar la entrevista, Sofía Moya agrega: queremos seguir impactado a una mayor cantidad de personas, pero cada día es más difícil. “Mucha gente nos ha dicho ‘ya déjense de romanticismos y compren directamente el plástico a las empresas, que no les importen los recolectores, porque así ustedes pueden ser más competitivos, al adquirir el plástico a un precio menor’. Pero ¿qué vamos a hacer con todos nuestros proveedores? ¿Cómo los vamos a hacer a un lado?”, se pregunta la CEO de Vanguardia con cierto pesar.
Vanguardia en la actualidad enfrenta el reto de continuar con este modelo de negocios, sin que afecte su crecimiento. Para ello, necesita lograr alianzas con más compañías que acepten venderle sus desperdicios plásticos a través de los recolectores, un asunto sobre el cual todavía hay mucha reticencia por parte de las empresas en Honduras.
Fuente: Forbes
Muy interesantes todos sus artículos.
Y que hay con el aceite de cocina usado en fabricas, hogares, restaurantes? Hay experiencia en recolección y usos alternativos para este desperdicio? Impactan nuestros rios y tuberías! Me interesa conocer al respecto.