Forma y Fondo CLVIII
Hacia 1896 los científicos, encabezados por Henri Becquerel y Marie Curie, descubrieron que algunos elementos químicos emitían radiaciones diferentes a las de los conocidos Rayos X, y los denominaron como alfa, beta y gama.
Iniciaba el camino del estudio y la aplicación para fines pacíficos o bélicos de la energía que se libera espontánea o artificialmente en las reacciones nucleares, término que abarca la obtención de energía eléctrica, térmica y mecánica.
Avanzaron los descubrimientos y encontraron el núcleo, la fisión, la fusión, la desintegración alfa y beta; siguieron una línea para fines bélicos como la bomba atómica y la propulsión de buques y aviones de combate. A partir de 1950 también se empleó en la navegación marítima y aérea civil, la propulsión aeroespacial, un prototipo de automóvil que quedó como pieza de museo, la generación de electricidad, su aplicación en medicina nuclear y en la industria química.
Toda la generación de esta energía requiere de los reactores nucleares. Los de fisión comercial se conocen como de primera, segunda o tercera generación y utilizan uranio natural o enriquecido.
Sin embargo han ocurrido accidentes desde leves hasta graves, en los que interviene material nuclear y radioactivo. Como ejemplo, en el primer caso se puede considerar una avería al reactor y en el segundo, el producido por conservar una radiografía en la bolsa o arrojarla al agua.
Durante la madrugada del 26 de abril de 1986, estalló en Ucrania la central nuclear de Chernobil, liberando a la atmósfera una cantidad de energía quinientas veces más poderosa que las bombas que destruyeron Hiroshima y Nagasaky. Siguió una alarma internacional al detectarse radioactividad en diversos países de Europa. A nivel mundial, la nube radioactiva, dio la vuelta al mundo en tres ocasiones.
Hasta el momento es el accidente nuclear más grave de la historia, en las peores condiciones tanto humanas como técnicas; su grado de seguridad era de nivel cero. En cuanto a las pérdidas de vidas, oficialmente y de acuerdo a la OMS (Organización Mundial de la Salud) hubo 41 fallecimientos. Según datos de instituciones y organizaciones civiles pasaron desde las decenas hasta las centenas de miles.
Al momento de escribir esto, Japón continúa en emergencia nacional y luchando por controlar sus reactores nucleares, dañados por el terremoto y el tsunami de hace diez días. Aquí no fue el descuido ni la negligencia. Ante los elementos y fenómenos naturales como los que padeció, poco puede hacer la previsión humana.
Es demasiado pronto para adelantar conclusiones sobre el sufrimiento del Imperio del Sol Naciente. Dentro de la desgracia, su fortaleza espiritual, el amor a su Patria, a su emperador, a la familia y a sus siglos de orgullosas tradiciones, les empuja a seguir adelante con un estoicismo ejemplar.
Ya hay países que determinaron interrumpir sus programas nucleares y otros están a la espera. Esta catástrofe marca un hito en el momento histórico de la humanidad. De aquí en adelante se redefinirá la investigación y el uso de la ciencia nuclear. No es posible fingir o minimizar el impacto y la magnitud de este infortunio a nivel global.
Existen dos marcadas corrientes de intereses, a consecuencia de que sus aplicaciones se han ampliado en los últimos tiempos. Una como parte de la estrategia de independencia energética y la otra que quiere luchar agresivamente contra el cambio climático, ya que prácticamente no produce emisiones de carbono. De cualquier forma las razones que se alegan van desde la seguridad y competitividad nacional al calentamiento global. El devastador accidente pone en la palestra si tiene sentido continuar desarrollando la ciencia nuclear, cuando existen otras fuentes alternativas de energía como la eólica, geotérmica, solar y mareomotriz poco atendidas. Otro punto es la investigación para encontrar otros tratamientos que sustituyan a los actuales en el campo de la salud.
El tema atrae opiniones diferentes y apasionadas, todas igual de valiosas, pero el conjunto de ellas en el fondo quiere el bienestar de la humanidad. Luchan por un desarrollo sano, justo y sustentable, pero queda la duda si la energía nuclear debe ser parte de ese futuro anhelado.
Todas estas cavilaciones nos llevan al tema de lo que ha logrado desarrollar la humanidad a partir de la Revolución Industrial en su afanosa búsqueda de producir para tener, olvidando que lo primero es el ser. Un buen momento para reflexionar nos lo ofrece la celebración de La Hora del Planeta que por quinto año consecutivo promueve la WWF (World Wildlife Fund) a nivel mundial para sensibilizar a la población sobre la importancia de luchar contra el cambio climático.
En el Valle del Matlatzinco, mejor conocido como Valle de Toluca, tenemos la fortuna de promoverlo por tercer año consecutivo de la mano con la WWF, esta casa editora, Ultra Noticias, Editorial Ápice y ya tenemos la formal adhesión para el próximo año de otras organizaciones de asistencia y de servicio, convencidas de que merecemos un mundo mejor.
La forma: vayamos más allá del acto simbólico de apagar las luces durante sesenta minutos el próximo sábado 26 de marzo de 20:30 a 21:30 hrs.
El fondo: que en medio de esa oscuridad, esté la búsqueda permanente de la Luz que ilumine el camino de la Humanidad del que no podemos apartarnos, porque: TODOS SOMOS NATURALEZA.
Fuente: Acacia Fundación Ambiental A. C.