Encender una luz o un secador de pelo apretando un botón es casi un milagro para las personas más pobres del Sur en desarrollo, que, con suerte, tienen un par de horas de electricidad al día.
Tener una fuente confiable de energía es uno de los factores principales para lograr el bienestar humano, contener el cambio climático, gozar de buena salud y alcanzar la sostenibilidad ambiental.
Un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), arroja algo de luz sobre la situación de quienes viven prácticamente a oscuras, cuando faltan menos de dos semanas para la 15 Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
En las negociaciones que se realizarán del 7 al 18 de diciembre en Copenhague se procurará delinear un tratado para la reducción de las emisiones de gases invernadero, causantes del recalentamiento planetario, que reemplace al de Kyoto, cuyas metas están fijadas para 2012.
El Protocolo de Kyoto, firmado en 1997 y en vigor desde 2005, obliga a los 37 países industriales que lo ratificaron a reducir sus emisiones para 2012 a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990.
El estudio The Energy Access Situation in Developing Countries: A Review Focusing on the Least Developed Countries and Sub-Saharan Africa (Disponibilidad energética en países en desarrollo: una revisión concentrada en los países menos desarrollados y de África subsahariana) fue divulgado esta semana por el PNUD.
La disponibilidad energética en los países pobres es mínima o inexistente, señala el informe del PNUD, que se concentra en la electricidad y el combustible empleado en los hogares y ofrece nuevas estadísticas en los ámbitos nacional, regional y global.
La disparidad es especialmente pronunciada en los países en desarrollo y los menos avanzados como Burundi, Chad y Liberia, donde 97 por ciento de la población no tiene acceso a la electricidad.
Ese tipo de datos no suelen estar disponibles, entre otras cosas porque los Objetivos de Desarrollo de las Naciones Unidas para el Milenio no mencionan la necesidad de tener energía.
El principal propósito del estudio es crear un documento que recopile la información relacionada con el acceso a diversas fuentes de energía que están disponibles en los países en desarrollo, que aún debe ser compilada en un solo documento.
Muchos profesionales participaron en el informe. Minoru Takada, jefe del Programa de Energía Sostenible del PNUD, fue quien concibió la idea del informe y dirigió el trabajo de recopilación de datos durante dos años.
Para poder ampliar la disponibilidad energética en los países pobres debe haber voluntad política para propagar la tecnología que permita la sustentabilidad ambiental, señalan los autores.
«Primero, hay que señalar la falta de compromiso político en el ámbito nacional e internacional», dijo Takada a IPS.
«Realmente se necesita de un compromiso político nacional e internacional para hacer frente a la pobreza energética en un plazo determinado. Para ello, y es mi segundo punto, necesitamos rectificar la percepción errónea de que el acceso universal a la energía moderna puede disparar las emisiones de gases invernadero», explicó.
La contribución que el acceso universal a la energía, tanto la electricidad como combustibles para la cocina, pueda hacer a las emisiones de dióxido de carbono globales es insignificante, según Takada, pero además puede servir para promover el uso de fuentes alternativas.
Hay que romper el ciclo en que la gente es tan pobre que no puede acceder a fuentes de energía modernas y, por lo mismo, no pueden superar su condición, arguyó. La idea es que tengan una suficiente cantidad para mejorar sus medios de vida y elevar sus ingresos.
Casi dos millones de personas mueren al año a causa de enfermedades pulmonares, neumonía y cáncer de pulmón, a raíz de la contaminación del aire doméstico por usar biomasa y carbón para cocinar, según cifras de la Organización Mundial de la Salud, incluidas en el estudio del PNUD.
Noventa y nueve por ciento de esos fallecimientos ocurren en las naciones en desarrollo.
Alrededor de 1.500 millones de personas en los países en desarrollo no tienen electricidad y alrededor de 3.000 millones usan combustibles sólidos para cocinar, según el estudio, como madera, carbón, estiércol y restos de cultivos, en especial en las zonas rurales.
Los combustibles modernos pueden ayudar a disminuir las emisiones de las estufas y de las cocinas tradicionales al tiempo que reducen los peligros que la contaminación ambiental del ambiente doméstico supone para la salud.
El gas natural y el licuado derivado del petróleo, el queroseno, el etanol y los biocombustibles son ejemplos de combustibles modernos que se pueden ofrecer a las personas con carencias energéticas.
«La correcta distribución de fondos públicos es importante para crear condiciones propicias, como políticas, instituciones, capacitación para los usuarios, microcréditos, para saber ‘cómo’ usar la energía moderna para realizar actividades que generen ingresos», dijo Takada a IPS.
«Esas son las condiciones necesarias para lograr atraer fondos privados. No sería mucho si, por ejemplo, se destina un pequeño porcentaje de los subsidios energéticos actuales, alrededor de 300.000 millones al año, a los pobres. Eso marcaría una gran diferencia», apuntó.
El PNUD se propuso recopilar información sobre la disponibilidad energética en los países en desarrollo y organizarla de tal modo que sea fácil de consultar.
El informe se concentra en acceso a fuentes de energía y en la falta de datos al respecto, pero también puede ser útil para los políticos y los especialistas en desarrollo para diseñar planes y respuestas a los desafíos que se les plantean.