¿Podrá nuestra sociedad cambiante e inter cultura llegar a algunos acuerdos sobre el futuro de la familia y determinar qué políticas públicas convienen más, sin partir de convicciones religiosas o ideológicas? Los autores narran algunos resultados de un proyecto de investigación de la Unión Europea, avalado por la ONU, en el que participan destacadas universidades e institutos de 15 países.
Por distintas circunstancias, la importancia de la familia comprometida y, por tanto, estable resulta cada vez más evidente en el contexto global, como remedio al envejecimiento de la población y sus consecuencias. El informe La familia sostenible, que resume estudios diferentes, señala que:
Quienes dan origen a una familia estable tienen mayor esperanza de vida y menores índices de enfermedades mentales, alcoholismo y violencia doméstica. Respecto a los hijos de familias estables, esos estudios muestran menores índices de mortalidad infantil, menores índices de alcoholismo y drogadicción, menores índices de delincuencia a partir de la pubertad, mejores resultados académicos, menor incidencia de enfermedades mentales y menos embarazos no deseados. Varios de esos estudios muestran que, incluso desde un punto de vista económico, la familia estable es la opción que menor costo supone. Tanto para sus miembros como para el Estado.
Otros cifran el costo de las rupturas familiares para el Estado en varios miles de millones de euros, teniendo en cuenta la carga que supone sus consecuencias en prestaciones sociales, seguridad social, acogida menores, etcétera. Además, concluyen que los miembros de familias estables son más disciplinados en el cumplimiento de las normas legales y sociales, y son los que luego mejor contribuyen a la financiación de la seguridad social.
El proyecto de la Comisión Europea «Families And Societies es la mayor investigación sobre temas familiares llevada a cabo en Europa y cuenta con partners académicos tan prestigiosos como las universidades de Oxford, Estocolmo, Amberes y Lovaina, o la Academia de Ciencias Sociales de Austria, el Instituto Nacional de Estudios Demográficos francés, la London School of Economics and Political Science o el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, entre otros.
Como miembros del Consorcio encargado del proyecto, sabernos que sus resultados iniciales confirman la trascendencia de una relación estable de los hijos menores con ambos padres, que debería tratar de mantenerse en los casos de ruptura familiar.’ Cuando uno de los padres se queda con la custodia en exclusiva, resulta decisivo que el otro no se desentienda de su tarea, ni que la asuma una nueva pareja del primero, si existe. En otras palabras, «como la estabilidad familiar ha sufrido un continuo declive en ese entorno donde surge de la vida yen muchos países, niños y adultos tienen que afrontar hoy dificultades para su bienestar, no sólo material sino también afectivo.
Con frecuencia, tienen que convivir con familias disfuncionales rotas por el abuso, la separación o el divorcio o en las que falta el padre. Además, esto sucede especialmente en los sectores más desfavorecidos de la sociedad y a sus miembros más débiles. Concretamente, a los ancianos, las mujeres, los arruinados y los niños», según hemos manifestado en una de nuestras intervenciones ante la Comisión de Desarrollo Social de Naciones Unidas.»
La familia encuentra así su sitio desde su consideración de entorno en el que los valores éticos y culturales se adquieren de forma natural, como señala reciente resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas, al reconocer que «la familia tiene la responsabilidad primordial en el cuidado y protección de los niños y que los niños, para el desarrollo pleno y armonioso de su personalidad, deben crecer en el seno de una familia y en un ambiente de felicidad, amor y comprensión.
Incapacidad para integrar jóvenes
La importancia de la familia puede verse muy clara en algunas circunstancias actuales, en un doble sentido: porque su causa tiene que ver con la falta de atención a las familias y porque ponen de relieve la trascendencia que la familia tiene para afrontarlas de la mejor forma posible.
En primer lugar, la incapacidad actual de la sociedad para integrar a un número creciente de jóvenes. La OIT ha insistido en que el desempleo juvenil y las situaciones que llevan a los jóvenes a renunciar a la búsqueda de empleo o a trabajar en condiciones inadecuadas suponen un costo para la economía, la sociedad, el individuo y su familia.
La falta de trabajo digno, si se experimenta a temprana edad, puede representar una amenaza para las perspectivas laborales futuras de una persona y suele suponer patrones de comportamiento laboral inapropiados que perduran toda la vida.
Las sociedades pierden lo que han invertido en la educación y los gobiernos reducen sus ingresos al sistema de seguridad social y se ven obligados a gastar más en políticas sociales, como programas de prevención del uso de drogas y el crimen. Como eso amenaza el potencial de desarrollo de las economías, tiene sentido para un país centrarse en la juventud desde un punto de vista del análisis costo beneficio.»
Más aún, la infrautilización de los jóvenes en el mercado de trabajo puede desencadenar un círculo vicioso de pobreza intergeneracional y exclusión social, ya que supone cierto desprecio del segmento más dinámico y habitualmente mejor educado de la fuerza laboral y, a menudo, que se les fuerce a emigrar o a abrirse camino a través de la violencia y la delincuencia juvenil, a tener una autoestima escasa y al desánimo que suele preceder a las adicciones y otros problemas de salud.
Aunque el paro juvenil ti ene los mismos costos di-rectos que el de los demás aumento del subsidio por desempleo, disminución de los ingresos por impuestos y desaprovechamiento de las capacidades, algunos costos indirectos son mucho mayores, como sucede por ejemplo con la emigración.»
Es cada vez más frecuente que hijos mayores de edad permanezcan en el hogar paterno y no aporten el costo que ello supone, al menos del todo, especialmente si aún no tienen un empleo, hasta el punto de que nunca tantos jóvenes han dependido de sus padres y abuelos durante tanto tiempo: se ha pasado del síndrome del nido vacío al síndrome del nido lleno».
En todo caso, hombres y mujeres esperan cada vez más a afianzarse en el mercado laboral antes de fundar una familia, lo que contribuye al aumento en la edad a la que nace el primer hijo, a la disminución del número de hijos respecto a generaciones anteriores, a incrementar el envejecimiento de la población y a que se multiplique la tasa de dependencia.
Nuevo rol de los abuelos
Un informe de Naciones Unidas profundiza en otro de esos aspectos: el cambio radical en el posicionamiento social de los abuelos y, en general, de los mayores. «El envejecimiento de la población es una de las tendencias más significativas en el siglo XXI…
Dado que actualmente una de cada nueve personas tiene 60 o más años de edad, y las proyecciones indican que la proporción será una de cada cinco personas hacia 2050, el envejecimiento de la población es un fenómeno que ya no puede ser ignorado?
Para que ese envejecimiento no suponga una carga social, hay que plantear esa etapa como un’ envejecimiento activo’, definido por la OMS como el proceso de optimización de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen.» Implica entender esta etapa de la vida como un ciclo más de crecimiento personal, añadiendo vida a los años y no solamente años a la vida.
Para conseguirlo, tienen especial importancia las relaciones entre las distintas generaciones que conviven en una misma época, dentro y fuera del ámbito familiar, siendo lógico que los encuentros entre generaciones deban comenzar en la familia.
Hay que tener en cuenta que sentirse necesario es uno de los predictores de longevidad. En la mayor parte de estudios longitudinales las personas mayores que se sienten necesitadas por los suyos suelen vivir más y mejor. Resulta por tanto obsoleta la idea de que la gente mayor es la que recibe el cuidado de la familia. Ello es parcialmente cierto y ocurre, sobre todo, en personas mayores con serios problemas de salud. Sin embargo, son las personas mayores quienes, en mayor proporción, son cuidadoras de los otros miembros de la familia.
En el mundo de hoy, los padres necesitan, para poder afrontar la vida cotidiana, que ambos trabajen y, por tanto, que alguien cuide de los hijos. Es cierto que existen guarderías, que la educación formal en la escuela comienza en edades tempranas, pero ello no es suficiente, y es entonces cuando los abuelos ejercen un papel esencial de cuidadores familiares.
Es cierto que debe evitarse tanto la sobre protección como el llamado síndrome del abuelo o la abuela esclavos, que se da cuando no son capaces de decir que están agotados por el exceso de trabajo y las responsabilidades que han ido asumiendo al querer ayudar a sus hijos haciendo todo lo posible por sus nietos.
La investigación de las relaciones abuelos-nietos es amplia; sus más importantes resultados ponen de relieve que estas relaciones son recordadas como las más entrañables de la vida, los abuelos son no sólo cuidadores sino transmisores de experiencias familiares y se les percibe como valoradores y educadores en una serie de valores positivos. Finalmente, recordemos el papel extraordinario que los abuelos ejercen con los nietos como transmisores del saber, la historia y de los propios vínculos familiares, de los ancestros.
La importancia de las políticas públicas
En este contexto, la IFFD (International Federation for Family Development) se encuentra en una posición in-comparable para hablar de nuestra experiencia: ninguna otra organización de la sociedad civil abarca tantos países ni llega a tantas personas, con una acción que resulta especialmente valiosa por dos motivos: porque se centra en prevenir los conflictos -de forma semejante a como la medicina preventiva ha supuesto una revolución para la salud pública y porque no impone un recetario, sino que enseña a buscar soluciones personalizadas para cada situación: parafraseando el conocido proverbio, enseña a pescar en lugar de dar un pez.
Y nuestra experiencia demuestra que la solución no es reemplazar a las familias, sino tratar de ayudarlas y empoderarlas siempre que sea posible. Los gobiernos no podrían reemplazar completamente las funciones que las familias cumplen para beneficio de sus miembros y provecho de toda la sociedad. Como ha señalado acertadamente Bronferbrenner en su testimonio ante el Congreso de los EUA, ‘la familia es el sistema más potente, más humano y más barato con diferencia que se conoce para transmitir competencia y carácter’.
Pero las familias siempre llegan más lejos en un entorno político favorable, en el que, por ejemplo, los centros educativos favorezcan la participación de los padres, las empresas reconozcan las obligaciones familiares de sus trabajadores, las organizaciones tengan a la familia como el centro de su ideario y su práctica, y las leyes secunden el papel de los miembros de la familia como cuidadores, padres, cónyuges y trabajadores. Un cometido esencial de los gobiernos consiste en complementar y apoyar las inversiones privadas que hacen las familias. Las políticas y los programas, las instituciones sociales y las normas y valores de la comunidad establecen el marco en el que las familias pueden cumplir sus funciones y adaptarse a las nuevas circunstancias cuando la situación lo exige.
Es decir, la intervención del Estado no es eficaz cuando suple a la familia, pero sí que resultan hoy más necesarias que nunca las políticas y programas de ayuda pública, por-que el sistema de apertura a la vida por parte de las parejas ya no puede darse por supuesto.
Por diversos motivos, hay que compensar de alguna manera a quienes lo eligen, frente a quienes deciden no tener hijos y contar con más recursos, mientras que en el futuro se beneficiarán por igual, de esos hijos que aportarán los profesionales necesarios para que la sociedad funcione y, en muchos casos, para que la balanza fiscal siga estando equilibrada.
Si no, el tiempo, esfuerzo y dinero que las familias in-vierten en sus hijos no tiene un retorno social ni económico por parte de la sociedad que también se beneficia de ello, porque no existen instrumentos políticos que lo permitan.