Eolo, el dios griego de los vientos, recibió de Zeus el poder de provocarlos y aplacarlos. Ejercía su don desde la isla flotante de Eolia, manteniéndolos encadenados en una gruta profunda donde los tutelaba, con absoluto dominio, bien apresándolos o bien donándoles total libertad.
La generación de energía eléctrica basada en la fuerza del viento toma su nombre de la deidad griega y, como sabemos, se le denomina eólica: renovable, amigable con el ambiente y una alternativa viable desde el punto de vista financiero. Además, sumemos que su costo por daño a la sociedad es cero, lo que la hace aun más atractiva.
Su desempeño depende directamente de la velocidad del viento, por lo que zonas con alta anemometría —la rama de la metrología que mide la velocidad o fuerza del viento— resultan excelentes puntos para implementarla. No debemos olvidar que el viento, al ser un fluido, incrementa al cubo la potencia que entrega, por lo que donde sopla con más fuerza, entrega potencia en grandes cantidades. Para saber donde localizar los aerogeneradores, es menester efectuar estudios detallados y considerar que también influye la densidad del aire; así que zonas de menor altura sobre el nivel del mar, tendrán una ventaja natural. Ayuda a lograr una implementación más rentable que se encuentren cerca de centros de consumo o de las redes de transmisión.
La energía eólica constituye una realidad rentable en otros países, que con menores velocidades de viento, la han potenciado. Dinamarca, Alemania y España fueron los pioneros; ahora EU y China han tomado el liderazgo en instalaciones.
Los ibéricos han logrado ya 16% de su capacidad instalada en energía eólica, y ha llegado a suministrar más de 40% del consumo en periodos de baja demanda. Disponen en su parque de generación de 20 Gigawatts (GW, miles de MW), y los teutones de 27 GW, cantidades que, para darnos una referencia, equivalen respectivamente 40% y 55% de la capacidad total instalada en México.
Si los datos anteriores resultan impresionantes, la WWEA, sigla en inglés de la Asociación Mundial de la Energía Eólica, nos reporta en su informe anual del 2010 que ya se cuenta con una capacidad instalada de 200 GW en el mundo y que tan sólo en 2010 se adicionaron 40 GW; de estos, 45% provienen de instalaciones en China. El futuro luce aún más prometedor: para 2015 consideran posible llegar a 600 GW, y para dar perspectiva, esta cifra equivale al doble de la capacidad total de Latinoamerica.
Sin embargo, no todo es color de rosa: en nuestra región, los países latinoamericanos, sólo disponemos de 1.2% de la capacidad instalada, y estamos en penúltimo lugar global tan sólo superando a África, que cuenta con una cifra de 0.4%. Como lo indica claramente la WWEA, se trata de cifras marginales.
México tiene recursos naturales eólicos que son difíciles de encontrar en otros países. El factor de planta — es decir, el tanto por ciento que sopla el viento — con el que contamos resulta superior a 50%, mientras que en Europa y EU operan con valores de tan solo 30%.
A la fecha se han identificado claramente en nuestro país más de 7 000 MW (7 GW) de potencial de generación eólica. Esto representa 15% de la capacidad instalada en CFE; sin duda la oportunidad es mucho mayor en la medida en que realicemos levantamientos en otras zonas de México. El camino por recorrer es largo, pero estamos avanzando, y los vientos, nunca mejor dicho, parecen ser propicios.
A pesar de las recientes iniciativas al fomento de las energías renovables, falta un largo camino por recorrer. No es tan sólo dar acceso al sistema de transmisión a un costo reducido, que sin duda ayuda, sino también utilizar otros mecanismos como, por ejemplo, la obligatoriedad de que las oficinas gubernamentales o las escuelas utilicen sólo energía renovable.
El paso decisivo será cuando logremos terminar la adicción al petróleo. En la actualidad importamos gas; no faltará mucho para que también requiramos petróleo extranjero tal y como hoy más de 50% de la gasolina que consumimos no es producida en México. Desgraciadamente, la única forma de cuidar la adicción es eliminando los subsidios: en cuanto paguemos los costos reales, las alternativas que hoy resultan poco atractivas se transformaran en oportunidades. PEMEX no puede continuar siendo el mecanismo de recaudación del gobierno y, peor aún, que derrochemos el superávit petrolero en gasto corriente de la burocracia.
Ehécatl es el dios del viento azteca. Necesitamos que, auxiliado de su contraparte griega, quite las cadenas con las que nuestro país se mantiene atado en materia energética, y que las reformas que requiere México se realicen con premura.
Fuente: Equilibrio, p. 28.
Por: Santiago Barcón.
Publicada: Mayo 2011, número 33.