A pesar de los logros y avances de la comunidad LGBT, todavía existen ciertas prácticas de acoso y discriminación entre los atletas.
Primero, el mariscal de campo de los Empacadores de Green Bay, Aaron Rodgers, enfrentó los rumores sobre su supuesta homosexualidad durante un programa semanal de radio en la emisora estadounidense ESPN y dijo: «No soy gay. Me gustan mucho, mucho las mujeres».
Luego, el expateador de los Vikingos de Minnesota, Chris Kluwe, escribió un apasionado relato en el que cuenta que su exentrenador era tan homófobo que tal vez había provocado la pérdida de su empleo en la NFL.
Ambos jugadores revelan de formas muy diferentes que a pesar de todos los avances que la comunidad LGBT ha logrado en los deportes durante la última década, algunas cosas siguen casi igual.
Si retrocedemos a 2002, teníamos al beisbolista Mike Piazza con las palabras recurrentes —»No soy gay»— en una conferencia de prensa luego de que un tabloide reportara lo contrario a mediados de la temporada.
Rodgers negó categóricamente un rumor similar sobre su homosexualidad diez años más tarde; aunque es obvio que se trata de algo muy personal para Rodgers —quien es intensamente reservado— el hecho pone de relieve que el ser gay en los deportes —o el que así lo perciban— todavía es un gran estigma (aunque las discusiones principales están enfocadas en los deportes varoniles, el problema también está fuera de control en relación con las mujeres atletas).
Así eran las cosas aún tras el positivo 2013, año en el que atestiguamos avances monumentales con la revelación de Brittney Griner, basquetbolista de la WNBA; de la estrella de la liga estadounidense de futbol, Robbie Rogers, y del basquetbolista Jason Collins.
Especular sobre la homosexualidad aún representa una amenaza tal que Rodgers, quien gana unos seis millones de dólares (aproximadamente 75 millones de pesos) al año en patrocinios, sintió la necesidad de señalar de «locos» los rumores, mientras que el conductor del programa de radio, en un momento incómodo y torpe, dijo sentirse triste porque los rumores se esparcieron «como un intento de hacerte ver mal».
De acuerdo con Kluwe, su apertrua y apoyo a la igualdad para el matrimonio fue tan intolerable para el entrenador asistente de los Vikingos, Mike Priefer, que dijo alguna vez en una junta del equipo: «Deberíamos reunir a todos los gays, enviarlos a una isla y arrojarle bombas nucleares hasta que brille» (Priefer emitió una declaración en la que negó las acusaciones de Kluwe y dijo que no tolera la «discriminación de ninguna clase»).
¿Qué entienden los jóvenes aficionados a los deportes con estos mensajes? Si quieres insultar a alguien, la forma más certera es usar una palabra antigay. De hecho, el 85% de los jóvenes usaron regularmente la palabra «gay» como insulto y el 80% de los jóvenes LGBT son blanco de acosos y tienen cinco veces más probabilidades de intentar suicidarse en comparación con los jóvenes heterosexuales.
Una y otra vez, los educadores señalarán la importancia del liderazgo entre compañeros para mejorar este ambiente y es muy frecuente que los atletas sean líderes en sus escuelas. Sin embargo, con frecuencia la cultura deportiva promueve el silencio en el mejor de los casos, aunque en el peor instiga y refuerza el comportamiento abusivo.
Yo lo sé bien. Al haber sido luchador All-American en la Universidad de Maryland en tres ocasiones, era uno de esos atletas que en privado condenaba la cultura intolerante, pero no hacía nada al respecto.
Soy heterosexual y no creía que fuera mi lucha ni asunto mío. Sin embargo, en la universidad mi mundo empezó a cambiar. Además de ser atleta, estudiaba una especialidad en Teatro. Al ver cómo mis amigos del teatro aceptaban y apoyaban a la gente de todas las orientaciones sexuales me dio una nueva visión de las cosas y me inspiró a cuestionar que mi deporte no fuera tan abierto ni proactivo.
Finalmente, animado por la lógica y la humanidad esencial de la batalla por la igualdad para el matrimonio, encontré mi vocación y empecé a manifestarme. Ahora, como fundador de Athlete Ally, viajo por todo el país para educar y empoderar a la comunidad atlética con el fin de que asuman una postura contra la homofobia y la transfobia en los deportes.
Gracias a todos los avances que se lograron el año pasado y al compromiso de las ligas profesionales varoniles y femeniles para abordar totalmente los problemas de inclusión en los deportes profesionales, a veces pienso que los grupos activistas como Athlet Ally (Kluwe es embajador de la organización), GO! Athletes y Br{ache the Silence ya cambiaron la cultura del deporte como la conocemos.
Aunque Rodgers puso fin a la discusión sobre su vida personal y se comprometió a «seguir adelante», de lo que no hablaron fue sobre el apoyo a la comunidad LGBT, del análisis de los temas más amplios que esos rumores generan en nuestra cultura deportiva y del espectro de la aceptación. Las afirmaciones de Kluwe arrojan una nueva luz sobre las razones por las que uno de los mejores jugadores y uno de los voceros más elocuentes de la NFL se sintió presionado a retirarse de esa clase de diálogo inteligente.
Rodgers es uno de los jugadores más respetados, admirados y mejor pagados del deporte. Entre sus aficionados hay personas gay y heterosexuales. Los jóvenes estadounidenses de todas las orientaciones sexuales lo admiran. Lo más importante es que, luego de que surgieran los rumores sobre su homosexualidad, los fans de todas partes tuitearon: «¡No me importa!».
Tal vez algún día los atletas de todas partes, de toda orientación e identidad sexual confíen en que pueden vivir según el credo de Kluwe: «Nunca temas hacer lo correcto. Si nadie dice nada, nada cambiará».
Fuente: CNN.