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La incongruencia de los segundos pisos ante la COP16

La cumbre climática de Copenhague terminó sin un acuerdo justo, ambicioso y obligatorio. Ningún político lo aceptará, pero eso es un fracaso.

Será hasta la próxima reunión COP16 que se celebrará en noviembre del 2010 en México, que nuevamente los “líderes” del mundo intentarán negociar un acuerdo que detenga el cambio climático que amenaza a millones de personas alrededor del mundo. Mientras los ciudadanos nos sentimos más sensibles que nunca a este tema, nuestros representantes se comprometen “de palabra” pero no de obra.

Un ejemplo cercano y preocupante es el del equipo del jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, flamante nuevo presidente del Consejo Mundial de Alcaldes sobre Cambio Climático.

Mientras Ebrard presentaba la estrategia de movilidad en bicicleta dentro de la Cumbre Climática y declaraba que los alcaldes de las ciudades serán quienes impulsen cambios sustantivos ante la ausencia de compromiso de los jefes de Estado, su equipo tuvo a bien declarar como “necesidad” de “interés general” la construcción de segundos pisos de cuota tanto al norte como al sur de la ciudad.

Esta propuesta es incongruente con la política pública de promoción del uso de la bicicleta y con los planes para reducir la emisión de gases de efecto invernadero, responsables del cambio climático: diversos estudios han demostrado que este tipo de obras viales no resuelven en el largo plazo los conflictos de tráfico y sí inducen un mayor uso del automóvil, con el consecuente aumento de la generación de gases contaminantes.

El que dichas obras no le cuesten al contribuyente por tratarse de concesiones, no erradica sus defectos: está demostrado que los segundos pisos no resuelven el embotellamiento vial y en cambio sí generan más tráfico motorizado y congestión, al tiempo que privatizan el espacio público, destruyen el entorno de convivencia urbana, contaminan y amplían la brecha social entre 4 millones de automovilistas y 16 millones de habitantes de la zona conurbada que no poseen un automóvil.

Por tratarse de vialidades de cuota estas obras ni siquiera beneficiarán a todos los automovilistas sino sólo a los que puedan pagar por usarlas. Si se realizan como vialidades subterráneas, se multiplica el costo de su construcción y por ende, aumentaría el cobro por usarla.

Los segundos pisos son propuestas obsoletas que están siendo destruidas en megaurbes como Seúl, Portland, San Francisco, Nueva York y París. La ciudad de México no puede seguir usando el espacio público para beneficiar a unos cuantos en detrimento de todos.

El gobierno no puede seguir anunciando buenas intenciones sin hacer lo que es necesario hacer, aunque sea impopular.

Algunas de las medidas drásticas necesarias son cobrar por el estacionamiento en las vías públicas, cobrar por transitar en zonas de alto congestionamiento, elevar las penas económicas por violar el reglamento de tránsito, entre otras medidas para disminuir el abuso del automóvil.

Estas decisiones tendrían que complementarse con una fuerte inversión en un transporte público eficiente, zonas de tráfico calmado, espacios públicos de calidad para caminar y andar en bicicleta y un ordenamiento urbano que desincentive la expansión de la mancha urbana.

¿Por qué no se invita a la inversión privada a apostarle a una movilidad no motorizada, a ser creativos, a ser osados, a ser ambientalmente correctos?

Al parecer, ni siquiera Ebrard, que tiene un buen discurso y buenas propuestas, está dispuesto a hacerlas realidad, si eso amenaza su capital
electoral.

Ante este panorama, los ciudadanos estamos por nuestra cuenta. No podemos recibir a la COP16 con dos nuevos segundos pisos, ni con los infernales embotellamientos que todos pacedemos.

Preparémonos a hacer nosotros lo que nuestra clase política no se atreve ni siquiera a plantear. Estimado lector: ¿estás listo para reducir voluntariamente el uso de tu auto? ¿Qué necesitas para intentarlo?

El Universal, México, p. 22
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