El mar se muere y no es una metáfora. La prueba está en el golfo de México, justo frente a las costas de Texas y Lousiana. Ahí, cada verano más de 20 mil kilómetros del océano son declarados “zona muerta”, porque no hay el oxígeno suficiente para que sobrevivan los peces.
No es la única área que presenta el fenómeno. Los fertilizantes utilizados durante décadas en los campos agrícolas en el suroeste de Estados Unidos son los responsables de que una región del golfo de México sea un lugar sin vida durante cierta época del año.
“Se trata de la segunda zona muerta más grande del mundo”, señala Alex Rogers, miembro de la Sociedad Zoológica de Londres y director del Programa Internacional sobre el Estado de los Océanos. Esa zona es producto de la contaminación química.
Resulta que al río Mississippi han ido a parar una gran cantidad de fertilizantes compuestos, principalmente, de nitrógeno. Cuando el río desemboca en el golfo de México también llega ese nitrógeno que estimula el crecimiento de plantas que, al descomponerse, provocan que los niveles de oxígeno en el lugar bajen hasta ser casi inexistentes.
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