Las erupciones del cordón del Caulle, que han durado semanas, han lanzado al aire miles de toneladas de partículas, más una cantidad impresionante de gases de todo tipo a más de 10.000 metros de altura, que dieron la vuelta al mundo.
Estos han destruido cientos de hectáreas cultivables, de pastizales, cambiado el paisaje, aniquilado millones de peces, afectado innumerables reservas de agua, entre otros daños que serán lentos y difíciles de recuperar. Realmente una catástrofe que sin duda ha contribuido al ‘temido’ cambio climático, muchísimo más dañino que las tantas actividades humanas contaminantes.
Si el hombre hiciese solo el 1% de ello, sería una tragedia ecológica, pero si lo hace la naturaleza, no lo es. Por ejemplo, el bello lago Todos los Santos es producto de una gran erupción volcánica, antes no estaba.
Si a lo causado por el volcán Chaitén, los terremotos, tsunamis, corriente del Niño, la Niña, etc., se suman todas las catástrofes mundiales naturales (otros tsunamis, terremotos, volcanes, huracanes, períodos de hielos, deshielos…) o eventos incontrolables como meteoritos, cambios de posición de las manchas y alteraciones de las explosiones superficiales solares, nos damos cuenta de que este planeta es muy inestable, al borde de lo insustentable. Y a todo esto hay que agregarle el daño humano (deforestaciones, contaminaciones de todo tipo, ‘escapes’ nucleares, entre otros), que lo pone en una situación más inestable aún: en realidad no queda claro cómo aún estamos vivos.
Es una suerte enorme, más aun si consideramos nuestras preocupaciones más banales que creemos importantes: las vacaciones, implantes de pelo, viajes, ver TV, cambiar el auto, etc.
Lo más curioso, por otro lado, es que nunca habíamos sido tantos sobre la Tierra (y estamos en permanente aumento), vivimos más años, contaminamos más que nunca, estamos llenos de autos y más inseguros… Al parecer, esta inestabilidad es lo que nos hace estables. Todos estos cambios, naturales o artificiales, producen nuevos equilibrios que luego se desarman; nunca este planeta se cansará de este ‘juego’, a lo mejor nosotros sí (y no es grave), pero siempre quedará una bacteria, que luego de millones de años se volverá a transformar en vegetal, luego en camarón, después en reptil, ave, mamífero, humano; luego en bacteria nuevamente… es la evolución.
La sustentabilidad no es dejar las cosas detenidas en el tiempo, es un error, esa es una acción insustentable. Y el ser humano es parte del juego (con todo lo bestia que es), solo debemos prever y canalizar los cambios para que podamos vivir mejor; es lo que podemos hacer, es lo ideal, para eso se supone que somos inteligentes.
Antiguamente las civilizaciones sacrificaban humanos para calmar la ira de los dioses, ahora sabemos que arrojar personas al volcán no sirve. En una de esas se debería probar nuevamente… nunca se sabe.
Fuente: Masdecoracion.latercera.com
Por: Javier del Río.
Publicada: 13 de agosto de 2011.