Donald Trump tiene razón en dudar sobre el cambio climático. Se trata de una amenaza tan irreal como la posibilidad de que un empresario racista, misógino, sin interés por el medio ambiente y con múltiples demandas que incluyen cargos como acoso y corrupción, ocupe la presidencia de uno de los países más poderosos del mundo. Eso no lo veíamos venir, muchos decían que no era posible, pero pasó. Barack Obama ha desocupado la Casa Blanca y su postura sobre el cuidado de nuestro planeta salió por la puerta con él.
El Presidente Trump se ha comprometido a eliminar las políticas dañinas e innecesarias como el Plan de Acción por el Clima…
Así es como lo expresa el actual Plan de Energía America First publicado en la página oficial de la Casa Blanca, donde las referencias sobre cambio climático y energías limpias han desaparecido al mismo tiempo que la información relacionada con la igualdad de salarios y la comunidad LGBT, así como la versión en español del sitio.
Es importante recordar que el Plan de Acción por el Clima que, de acuerdo con el sitio, se pretende eliminar fue producto de la administración de Barack Obama. Su creación colocó a Estados Unidos al frente de la lucha global contra el cambio climático tras el Acuerdo de París firmado en 2015.
El objetivo planteado al 2025 fue conseguir una reducción de entre 26% y 28% en la emisión de gases de efecto invernadero con relación a las producidas en 2005.
La nueva postura de la Casa Blanca contempla la explotación de reservas petroleras y de gas natural con el fin de generar empleos para los estadounidenses. Al mismo tiempo, los ingresos producto de esta actividad – estimados en 50 billones de dólares – podrían ser destinados a la construcción de nuevas carreteras y la renovación de la infraestructura pública.
Así mismo, se contempla un compromiso formal para eliminar el Plan de Energía Limpia desarrollado también durante la administración de Obama, por considerarlo inútil y dañino.
Dicho plan establecía normas viables para reducir las emisiones de dióxido de carbono y prevenir hasta 3,600 muertes prematuras, 1,700 ataques al corazón no fatales y 90,000 ataques de asma en niños para 2030. Además, permitiría a las familias estadounidenses ahorrar suficiente energía para abastecer a más de 30 millones de hogares y ahorraría a los consumidores unos 155 mil millones de dólares entre 2020 y 2030.
Gracias a estos esfuerzos, la gestión de Barack Obama logró incrementar la generación de energía solar veinte veces y triplicó la producción de energía eólica.
En contraste la nueva postura de la Casa Blanca anuncia un fuerte compromiso con la revolución de la factura hidráulica, el gas y el petróleo. La formalidad de estas promesas queda además de manifiesto con el nombramiento de Rex Tillerson, antiguo CEO de la petrolera ExxonMobil, como Secretario de Estado; y la posibilidad de tener Scott Pruitt, Procurador General de Oklahoma y escéptico del cambio climático, al frente de la Agencia de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés).
Lo que resulta verdaderamente preocupante es la posibilidad de que naciones con altos índices de contaminación como China e India, puedan seguir los pasos estadounidenses y den la espalda a los compromisos adquiridos en el Acuerdo de Cambio Climático de París de 2015.
Me temo incluso, que otros países, al ver que Estados Unidos no se compromete, puedan sentirse menos obligados con el desarrollo de energías limpias y sigan contaminando. – Manuel González, canciller de Costa Rica.
Todo ello sumado a la reactivación de la industria carbonífera estadounidense, que de acuerdo con el mandatario ha estado sufriendo demasiado tiempo a consecuencia de las regulaciones innecesarias, enciende focos de alerta alrededor de la nueva postura de la Casa Blanca sobre el medio ambiente. Se trata de un plan que ha decidido deliberadamente ignorar toda evidencia científica que respalda la existencia del cambio climático y negar el importante papel de la acción humana en su desarrollo. Es evidentemente un acto soberbio que pone en riesgo no solo el futuro de Estados Unidos, sino el de todo el mundo.
El compromiso de la Casa Blanca es conseguir la independencia energética a partir de los combustibles fósiles, al tiempo que protege el aire limpio y el agua. Todo a pesar de que la evidencia de décadas de investigación científica indica que la vieja forma de producción de energía está dañando al planeta. Esa postura preocupa, no solo por las decisiones que Estados unidos pueda tomar derivadas de ella, sino por la posibilidad de que otras naciones sigan por el mismo camino.