Por: Salvador Cerón De La Torre
El diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define el término resiliencia como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.
En los últimos años se ha venido configurando una situación compleja y un entorno de incertidumbre para los negocios en el plano internacional, sectorial y nacional. Más recientemente, con el escenario de cambio en nuestro país se alteran las expectativas y decisiones de inversión de las empresas y del consumo -cuestiones clave para el crecimiento de la economía y el desempeño de los negocios-.
En el ambiente empresarial de nuestro país se ha generado cierta dosis de ansiedad y parálisis, pero como empresarios, no debemos asustarnos sino, más bien, reconozcamos la realidad en la que nos debemos mover; haciéndonos un momento de lado para observar y analizar, pero no para quedarnos parados sino para actuar de forma defensiva e inteligente; siempre emprendiendo y avanzando hacia adelante. Al empresario familiar, por su perfil de compromiso y visión a largo plazo, se le pide que emprenda y que no abandone su responsabilidad de crear valor para su familia, para sus empleados, para su comunidad y para nuestro país en todo momento.
Como empresarios familiares debemos reforzar dos aspectos vitales para ajustar la gestión; nuestra habilidad para interpretar el entorno y nuestra capacidad para sobreponernos ante situaciones adversas.
Interpretación del entorno
Son muchas las variables que pueden alterarse en el futuro: tasas de interés, precios, inflación, tipos de cambio, flujos de mercancías y capitales, niveles de ahorro y financiamiento, equilibrio de las finanzas públicas, gasto gubernamental, nivel de empleo, entre otros factores que inciden directamente sobre la eficiencia económica y de los mercados que impactan la competitividad del país y la productividad empresarial.
En ese contexto, el entorno ha de interpretarse y no solo preverse. La interpretación adecuada permite convertir las variables del entorno no controlables, en variables que sí estén bajo su control y en ese sentido hay una serie de medidas que, como empresarios proactivos, podemos adoptar para estar en una mejor posición para competir:
▪ Enfoque y Ejecución – Claridad en el rumbo asegurando la operación alineada a la estrategia de largo plazo y ejecución en corto.
“Al empresario familiar se le pide que emprenda y que no abandone su responsabilidad de crear valor para su familia, para sus empleados, para su comunidad y para nuestro país en todo momento.”
▪ Agilidad y Flexibilidad – Estructuras ágiles y flexibles con la gente adecuada (perfil, competencias, formación), alineada y motivada.
▪ Eficiencia y Optimización – Aprovechamiento de la capacidad instalada y producción/logística a tiempo, completo y sin errores. Compras oportunas, producción en función a la demanda y optimización de inventarios.
▪ Gestión de Liquidez y Flujos – Visibilidad a futuro del flujo de efectivo y gestión oportuna de la cartera y políticas de crédito.
▪ Alineación de Mercado, Cliente y Valor – Alineación de la propuesta de valor a partir del entendimiento de mercados, profundización en segmentos y cercanía con el cliente. Focalización comercial, sistemática de ventas disciplinada y gestión de precios.
Resilencia empresarial
El empresario familiar ha de ser resiliente, y contar con una capacidad probada de adaptación al entorno para sobreponerse a situaciones adversas y a los retos empresariales y emocionales que enfrenta como líder de su organización.
Más aún, el empresario familiar está obligado a crecerse ante el reto y la adversidad del entorno. Nassim Nicholas Taleb en su libro “Antifrágil: Las cosas que se benefician del desorden”, sostiene que algunas cosas se benefician de los sobresaltos, prosperan y crecen cuando se exponen a la volatilidad, la aleatoriedad, el desorden y los factores estresantes.
En ese sentido, el empresario familiar ha de ser “anti frágil” e intentar aprovechar los choques no solo para resistir sino para mejorar. Estudios recientes afirman que de hecho las Empresas Familiares tienen un mejor desempeño en tiempos de crisis que empresas no familiares, entre otros factores gracias a su flexibilidad y capacidad de innovación.
Las empresas familiares suelen presentar moderación en el gasto con estructuras de costos menores y más flexibles, ahorro en los “buenos tiempos” para enfrentar los “malos tiempos” cuidando la seguridad del dinero con niveles apropiados de liquidez. Por otro lado, el riesgo asociado a la exposición y al apalancamiento suele ser menor en este tipo de empresas y eso les otorga mayor margen de maniobra.
En épocas de cambio, la capacidad de innovación es una de las principales ventajas y, en ese sentido, las empresas familiares cuentan con una mayor agilidad en la toma de decisiones estratégicas debido a su estructura de propiedad y control, que les permite explorar nuevas fórmulas de comercialización o producción, creando modelos de negocio más flexibles.
La fuente de la resiliencia del empresario familiar viene de su orientación a largo plazo y compromiso con su proyecto de trascendencia y legado. El empresario familiar sabe balancear la tensión entre el corto y el largo plazo; situación que le permite abstraerse de las presiones para centrarse en algo más grande que la coyuntura actual.
“La fuente de la resiliencia del empresario familiar viene de su orientación a largo plazo y compromiso con su proyecto de trascendencia y legado”
Además de la flexibilidad, capacidad de innovación, orientación a largo plazo y compromiso, se requiere oficio empresarial y la disposición a asumir el riesgo de cambiar.
Se requiere de líderes capaces de establecer el rumbo, conducir el cambio y hacer posible la transformación. Se requiere de personas capaces de discernir y entender claramente la naturaleza de las dificultades para tomar medidas que le permitan a su organización navegar por el entorno complejo en el que se encuentra.
Para establecer el rumbo se requiere de prudencia en su definición más amplia. No solamente buen juicio, sino también la posibilidad de ver lejos. Para conducir el cambio y hacer posible la transformación se requiere de audacia y carácter para tomar decisiones e imprimirle ritmo a la ejecución.
Para hacer frente al entorno y aprovechar mejor el escenario estamos obligados a adelantarnos, promover una mejora significativa y hacernos más competitivos, y para ello debemos adoptar medidas prudentes y aprovechar con valentía las oportunidades.
Las empresas saldrán reforzadas, como lo han hecho en el pasado, de tiempos complejos y de incertidumbre, si saben apalancarse en sus fortalezas, dominando sus propias competencias y siempre honrando sus valores fundacionales.
Este cambio en el contexto nos plantea pues, el reto de reconocer el nuevo territorio de los negocios y hacer frente a la incertidumbre desde el control de sus capacidades y desde una dirección y liderazgo proactivos orientados al crecimiento y a la mejora en todo momento, sobre todo en la adversidad.