Podemos estar en desacuerdo con la famosa declaración de Milton Friedman de que la única responsabilidad social de las empresas es aumentar sus ganancias. Pero no podemos negar que suena simple y honesta.
He aquí la declaración completa de Friedman, como la expresó originalmente en su libro de 1962 Capitalismo y Libertad, que luego expuso a una audiencia más grande en un artículo de 1970 para el New York Times:
Existe una y sólo una responsabilidad social de las empresas –utilizar sus recursos y practicar actividades diseñadas para aumentar sus ganancias siempre y cuando siga las reglas del juego, es decir, que participe en una competencia abierta y justa sin decepcionar o defraudar.
Elegante, ¿no? Lo mismo sucede con las teorías de gobernanza corporativa inspiradas por esta declaración. Cualquier otra teoría acerca de cómo las empresas deben comportarse va a sonar confusa e inconsistente en comparación. Incluso cuando sea más fiel a la verdad.
Recordaba ese pensamiento mientras leía el nuevo libro de John Taft Stewardship: Lessons Learned from the Lost Culture of Wall Street. Taft es el CEO de RBC Wealth Management-U.S. (la casa de bolsa antes conocida como Dain Rauscher) y pasó el 2011 como miembro del consejo del principal gremio de la industria de valores, SIFMA. Taft escribió el libro él mismo (solía ser reportero de periódicos) mientras desempeñaba ambos cargos. Es evidentemente una sincera súplica, y tiene la razón. Pero no hay nada en ella siquiera remotamente tan claro y simple como la regla de Friedman.
Lo más que se acerca es con su definición de “gobierno corporativo”: “la propuesta de que el verdadero objetivo de uno –y que el objetivo final de las empresas y de nuestras comunidades– es servir a los demás”. Cuando lo conocí esta semana en la oficina de RBC en Bostón, Taft dijo que el enfoque de gobierno corporativo le vino como una “epifanía” en medio de la crisis financiera. “Llegó un momento en el que sólo pensé, ‘Tengo que dejar de preocuparme por mi mismo. Tengo que pensar primero en los demás’”. Eso simplificó las cosas para él en ese momento, pero ¿en verdad funciona como una guía para tomar decisiones comerciales? No. Un negocio con fines puramente altruistas no te llevará muy lejos.
Entonces Taft externa algunos otros conceptos. Uno es que la cultura es muy importante. “La cultura del sector de los servicios financieros estaba y sigue quebrada”, me dijo. “En ausencia de la cultura, estamos tratando de compensarlo con leyes y regulaciones”. También está convencido de que la capacidad de las empresas para arrojar los costos a la sociedad (externalidades) está disminuyendo rápidamente, que las métricas ambientales, sociales y de gobernanza corporativa (ASG) llegaron para quedarse, y que el sistema bancario altamente concentrado de Canadá es más seguro y está mejor regulado que el de Estados Unidos. ¿Entendieron?
Taft es un hombre de negocios práctico lidiando con un mundo complejo. No debería de sorprender que no ha sido capaz de concebir una regla única para todos como la de Milton Friedman. Y dudo que alguien más pueda hacerlo. Los economistas (por lo menos aquellos que siguen el enfoque de Friedman de esta disciplina) apuestan por la simplificación, incluso la simplificación excesiva. Entonces, tal vez la idea no sea concebir una regla simple como la de Friedman, sino mostrar por qué la regla de Friedman no es tan sencilla como parece.
La complicación más obvia es que “las reglas del juego” que menciona Friedman no son establecidas por árbitros imparciales. En Estados Unidos, las leyes y regulaciones son creadas en el sistema político en el que algunas empresas gastan millonarias sumas de dinero para asegurarse que éstas les favorezcan –y en varios países en 2008, las reglas se dejaron de lado para rescatar a las empresas cuyo fracaso significaba un gran golpe para el sistema financiero.
Las reglas del juego también van mucho más allá de aquellas establecidas por el gobierno. Las economías funcionan dentro de un conjunto de normas sociales –acerca de cuánto se les debe pagar a los empleados y a los ejecutivos, de roles de género, de obligaciones de la comunidad, de cuan seriamente debemos tomar las leyes fiscales, del comportamiento apropiado hacia los clientes– que pueden cambiar con el tiempo, y tener un fuerte impacto en el éxito económico general. Es probable que las enseñanzas de Friedman acerca de la responsabilidad empresarial hayan jugado un papel en la transformación de estas normas.
De igual manera, el decreto de aumentar las ganancias no es tan directo como parece ser. ¿En qué cantidad de tiempo se supone que tenga que suceder este aumento de ganancias? Es fácil decir “a largo plazo”, pero es mucho más difícil definirlo o trabajar para lograrlo. Y mientras que los economistas, al decir “ganancia”, están pensando en la noción abstracta de aumentar el valor económico de una empresa, la gente de negocios tiene que arreglárselas con métricas mucho menos completas.
Finalmente, existe la realidad muy comentada de que, en muchos de los negocios más exitosos del planeta, aumentar las ganancias parece ser secundario a otros objetivos.
Entonces sí, la responsabilidad social de las empresas es aumentar las ganancias. Con toda la ambigüedad que implica esta expresión.
Fuente: blogs.hbr.org
Por: Justin Fox
Publicada: 18 de abril de 2012