Por: Antonio Tamayo Neyra
La convivencia en lugares públicos como puede ser el centro de trabajo, un aeropuerto, o el medio de transporte, no desarrolla o genera realmente una relación social, sino más bien un aislamiento.
Creo que prácticamente todos hemos tenido esta experiencia de encontrarnos en algún lugar público como los antes mencionados, y no buscamos una convivencia mínima de siquiera un saludo, sino al contrario, nos encerramos en nosotros mismos, evitando el tener algún intercambio con quienes se encuentran junto a nosotros.
De alguna manera hemos sido educados para evitar alguna relación con un tercero, tener una desconfianza inicial y procurar mantenernos en dicha actitud mientras estemos en ese lugar público. Y esto ya se ha convertido en algo normal, el no confiar en nadie y mucho menos de un desconocido.
Es válido reconocer que siempre es necesario tener alguna reserva ante alguien que nunca hemos visto, pero creo que se ha llevado al exceso fomentando una actitud de aislamiento, en lugar de buscar establecer una verdadera convivencia social.
El extremo de esto o al menos donde es muy evidente son los aeropuertos, en donde a pesar de la cantidad de personal de las diferentes empresas ahí establecidas, nadie se preocupa realmente por el pasajero; quien tiene que estar preguntando sobre alguna necesidad que tenga, y nadie o muy pocos tienen la atención de ayudarlo a resolver su problema, muchos lo ignoran, habrá alguien que medio le ayuda, y tal vez alguien “se apiade” de él. Y esto lo vemos en un lugar cerrado, lo cual todavía es peor en la calle cuando estamos en calidad de peatón.
Sucede algo similar cuando se conduce un automóvil, el civismo, la cortesía, las buenas maneras no son evidentes, al contrario, pensamos que somos quienes tenemos la prioridad en el avance y en la circulación y por ello, el resto de los automóviles deben abrirnos el paso.
En estos aspectos mencionados que pueden calificarse de cotidianos es cuando debe surgir la responsabilidad social, el percatarnos aunque suene obvio, que nuestra relación con el resto de los seres humanos es social sin importar el ámbito donde se desarrolla, y en esa mínima relación “debe” de estar presente la responsabilidad social.
Entendiendo ese debe entrecomillado del párrafo anterior, como una necesidad mínima, no porque alguien lo ordene, sino sencillamente por nuestra condición de seres humanos.
Nuestra humanidad por decirlo de alguna manera, no viene dada únicamente por nuestra condición biológica, sino por nuestra capacidad de convivencia sana con quienes nos cohabitamos; comenzando esto desde la casa, la escuela, el centro de trabajo y finalmente cualquier espacio público donde no se conoce a nadie.
La convivencia no es un accidente, es el factor principal en la relación social, por lo tanto es necesario gestar una convivencia responsable en donde busquemos el bienestar de todos; esto es un principio ético que es necesario fomentar. A final de cuentas, todos saldremos beneficiados.
Antonio Tamayo
Dedicado al periodismo de investigación desde 1987 especializado en temas socioeconómicos. Desde 1991 colabora en el periódico El Financiero como Coordinador Editorial y Redactor de Proyectos Especiales, además de colaborar en otros medios. Desde el 2002 involucrado en la Responsabilidad Social, escribiendo y realizando proyectos editoriales de este tema, y además documentando las actividades de las empresas (tipo caso) También es profesor de posgrado e imparte capacitación en relacionales laborales. Licenciado en Administración por el Instituto Tecnológico Autónomo de México; su preparación profesional posterior incluye un Diplomado en Responsabilidad Social en el Tecnológico de Monterrey, y un Curso del mismo tema en la Universidad Abierta de Cataluña. Actualmente estudia la Maestría en Sociedad de la Información y el Conocimiento en la Universidad Abierta de Cataluña.