Antonio Tamayo Neyra
Si bien la crisis financiera provocó pérdidas millonarias de dólares a escala mundial, ha puesto en evidencia una pérdida posiblemente más importante: los valores sociales; los cuales son los que realmente sostienen el desarrollo económico de cualquier sociedad; valores que ya eran promovidos a inicios del siglo XIX, a poco de haber comenzado la Revolución Industrial.
Ya en la época actual, con el impresionante auge tecnológico de los últimos 30 años, aunado a una creciente mentalidad desbordada de un liberalismo individualista y corto placista que corrompió los principios éticos de Adam Smith, propiciaron un crecimiento enorme de la actividad económica, pero corrupta en los principios que la sostenían, lo que no ha permitido la mejoría socioeconómica de la población en general; en suma, la actual crisis ya globalizada tiene su vicio de origen no en un liberalismo real, sino en un mercantilismo a ultranza.
Este fenómeno de búsqueda de riqueza en el corto plazo no es nuevo, y como antes lo mencioné, ya en el siglo XIX hubo personas que se dieron cuenta de ese individualismo exagerado y se preocuparon tanto por generar riqueza y en su distribución, y con una mentalidad que en términos actuales se podría calificar de sustentable.
Específicamente me refiero a los denominados “socialistas utópicos”: Robert Owen en Inglaterra, y Saint-Simon, Charles Fourier y Étienne Cabet en Francia, personajes que vivieron a principios del siglo XIX, y que fueron calificados con dicho sobrenombre por considerarse sus ideas muy idealistas y románticas, es decir fuera de la realidad y la mentalidad de aquella época, mentalidad que me atrevería a calificar muy similar a la de estos últimos 30 años, la que provocó la primera gran crisis del siglo XXI.
Sus ideas surgieron como respuesta a los serios problemas sociales que acarreaba el triunfo del industrialismo y el liberalismo individualista en Europa.
En términos muy generales las ideas que manejaban eran las siguientes:
• La importancia de la naturaleza, aunque ello no fue obstáculo para que fuesen favorables a la industrialización.
• Dedicaron sus esfuerzos a la creación de una sociedad ideal y perfecta, en la que el ser humano se relacionase en paz, armonía e igualdad.
• Sus metas habrían de alcanzarse mediante la simple voluntad de los hombres, es decir, pacíficamente, de ahí que sus seguidores se opusieran a las revoluciones y a acciones como la huelga.
• Pusieron al descubierto y denunciaron los perniciosos efectos del capitalismo, ahora denominado neoliberliasmo.
• Con el fin de paliar las injusticias y desigualdades emprendieron diversos planes, en los que primaron la solidaridad, la filantropía y el amor fraternal.
Robert Owen no solamente fue un pensador, sino que llevó sus ideas a la práctica en su propia empresa: se preocupó por darles casa a sus trabajadores, así como la supresión de las labores penosas y mantenimiento del salario en épocas de reducción de ventas.
Saint-Simon por su parte, entendía que todo lo que hicieran los gobiernos debía tender a mejorar la situación moral y material de los que trabajaban, y terminar con la pobreza y las guerras. Para ello, los sectores los productivos debían dirigir los destinos de la nación, ejerciendo cada vez menos gobierno (entendido como despotismo) y más administración.
Posteriormente, hace prácticamente un siglo, el presidente de Estados Unidos dijo: “Las empresas son un instrumento indispensable de nuestra moderna civilización, pero creo que ellas deben ser supervisadas y reguladas para que actúen para los intereses de la comunidad de forma completa”: Además creó leyes antimonopolio, de salud, seguridad, y estableció horarios de trabajo.
Creo que estas ideas son plenamente aplicables a la época actual, y están dentro de la ética, la sustentabilidad y la responsabilidad social.
Dicho lo anterior, es lamentable que cerca de 200 años después de los socialistas utópicos y con los notables avances tecnológicos actuales, todavía se tengan los mismos problemas sociales de aquel entonces; aunque por otro lado, podemos aprender de las experiencias de esos pensadores, de lo logrado en materia social en las pasadas dos centurias, y aprovechar los mencionados avances tecnológicos para lograr un mundo mejor.
Tal vez también pueda calificarse también de utópica la aseveración anterior, pero el no aprender de las experiencias vividas por la humanidad y retomar los valores sociales, las crisis y sus magnitudes como la que ahora vivimos serán recurrentes y con resultados desastrosos.
Seguiremos platicando …
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Antonio Rey Tamayo Neyra
Licenciado en Administración por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, y actualmente estudiando la Maestría en Sociedad de la Información y el Conocimiento en la Universidad Abierta de Cataluña. Dedicado al periodismo de investigación desde 1987 especializado en temas socioeconómicos. En los pasados 19 años hasta la fecha, colaborando en el periódico El Financiero como Coordinador Editorial y Redactor de Proyectos Especiales, además de haber escritor para otros medios durante este mismo tiempo. Adicionalmente se ha dedicado también a la consultoría y capacitación en relacionales laborales desde hace 18 años, trabajando para diferentes empresas en todo México. De siete años a la fecha, involucrado en el tema de Responsabilidad Social, realizando varios proyectos editoriales, y estudiado un diplomado al respecto coordinado por el Tecnológico de Monterrey, Cemex y el Banco Mundial, y un curso del mismo tema en la Universidad Abierta de Cataluña.