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La RSC se reinventa en la pequeña empresa

La responsabilidad social de las empresas empieza poco a poco a bajar un peldaño desde la superlativas multinacionales hasta la pequeña y mediana empresa.

El concepto de RSC o RSE, según los foros (los expertos no se ponen de acuerdo en los términos), arrancó en los años noventa, por iniciativa de las propias multinacionales y de organismos internacionales como la ONU para corregir una inquietud creciente: la percepción del consumidor de derivas sociales y laborales de las grandes empresas en los territorios en los que operaban.

El problema residía en que, con excepción de la sede, el capital y la mano de obra de las multinacionales están repartidos en varias zonas geográficas, la mayoría de las veces con leyes laborales y medioambientales más laxas. La RSC permite influir en un comportamiento más responsable de las grandes corporaciones, aunque sea en base a estándares voluntarios.

Desde hace una década, cada vez son más las empresas que abren departamentos de RSC, incluso que sitúan este paradigma dentro de la estrategia de negocio de su compañía. Son conscientes de que, pese a ser un valor intangible, puede mejorar su competitividad.

Una muestra de ello es que el periodo de crisis económica no ha mermado esta apuesta. Según una encuesta de SPSS, una compañía de IBM especializada en el suministro de soluciones y software de análisis predictivo, el 48% de las empresas ha mantenido el número de actividades y la inversión en programas de responsabilidad social.

Pero ¿y las pymes? «El acercamiento de la RSC a las pequeñas empresas es más reciente, tiene apenas seis años, y al alejarse de las exigencias de las grandes empresas, las pequeñas compañías están aún algo desorientadas», explica Orencio Vázquez, del Observatorio de la Responsabilidad Social Corporativa.

Según este organismo, tres elementos han empujado a las pymes a entrar en este debate: la política de contratación pública, más exigente; la necesidad de vigilar la cadena de valor y la creación por algunas entidades financieras de sistemas de rating en base a criterios medioambientales, más allá de criterios estrictamente financieros. La Ley de Economía Sostenible, que prevé la creación de un sello de empresa responsable, en concreto en las pymes, es una señal más de la nueva senda por la que estas empresas deberán transitar.

Las ventajas que ofrece la RSC «dependen de los sectores y del tamaño de las compañías», explica Vázquez. En el turismo son muy palpables. Aquellas empresas que ofrezcan un tipo de turismo sostenible tendrán un segmento de clientes asegurado.

Sin embargo, hay ventajas menos cuantificables, aunque igual de importantes, según los expertos, como mantener la plantilla constante, lo que se traduce en que los empleados estén comprometidos con los proyectos de la compañía.

La medición de este elemento es el próximo reto. Según la encuesta de SPSS, el 51% de las empresas aún desconoce el concepto de retorno social de la inversión, precisamente, la medición cuantitativa de la eficacia con la que una organización utiliza su capital y sus recursos para generar valores para la sociedad.

Los expertos reconocen que la clave de la responsabilidad social de las pymes reside en la gestión ética de la cadena de proveedores. La Fundación Biodiversidad, a través de su programa Empleaverde, cofinanciado por el Fondo Social Europeo, desarrolla una serie de programas de formación en esta dirección, entre los que figura el Centro de Recursos Ambientales de Navarra.

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